Capítulo 7

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Los suministros de la cocina estaban por agotarse, así que las hermanas se vieron obligadas a usar las donaciones que habían estado acumulando para hacer unas compras en el mercado del pueblo.

La madre superiora era la única que tenía contacto con el exterior, encargándose de las compras o cualquier otro mandado que necesitaran. Sin embargo, en esta ocasión le encargó a Karma que fuera al mercado, ya que no se encontraba bien de salud.

Las demás eran monjas de clausura, por lo que nunca salían al exterior. A pesar de que era nueva en el convento, no tenían más opción que confiar en Karma. Cuando la madre superiora no podía salir, el padre Marcos las ayudaba, pero tampoco se encontraba en la ciudad en ese momento.

Por solo un instante, Karma pensó en regresar a su casa, pero sabía que Genesys no le permitiría volver y descartó la idea. Se alistó para salir y procuró no pensar demasiado en lo que implicaría regresar a su ciudad. Cuando estaba dentro del convento, era fácil olvidarse que se encontraba a tan solo pasos de su antiguo hogar. Pero ir al mercado sería una experiencia totalmente diferente.

Después de haber estado encerrada por tantos días, salir le resultó refrescante. Conocía de memoria el mercado: recordaba ir con su madre cada mañana para hacer las compras y cada vez que les sobraba dinero, le compraba fardalejos. A medida que se iba acercando, el aroma del mercado se intensificaba, desbloqueando recuerdos nostálgicos de su niñez.

Terminó con los pedidos más rápido de lo esperado y decidió tomarse un descanso en el parque antes de regresar. Al ver pasar a los transeúntes llevando a cabo su rutina diaria, sintió un fuerte deseo de escapar. Apenas había cumplido la mayoría de edad y ya había perdido a sus padres. Además, estaba atada a un ser tan extraño como Genesys, cuando su vida ni siquiera había empezado. Nada de eso le parecía justo. Una parte de ella creía que se lo merecía por abandonar a su madre, pero a la vez, era incapaz de asimilar lo que estaba viviendo.

A veces despertaba pensando que se había tratado de un sueño raro, pero cuando miraba el crucifijo clavado en su habitación, el alivio se esfumaba. Sacudió esos pensamientos inútiles y se dirigió hacia el camino que la llevaba a casa. Pensó que si caminaba con más calma, tal vez podría acercarse. Se encontraba cada vez más cerca, pero a diferencia de su primer intento, no sentía ninguna fuerza tratando de impedirle que regresara a su antigua casa.

Al cabo de unos minutos, por fin había logrado llegar hasta la entrada. A excepción de algunas malezas, la casa se veía exactamente igual a como la habían dejado años atrás. Sintió alivio al encontrar la llave extra que tenían escondida bajo una maseta.

El interior de la casa estaba recubierto de polvo y un silencio más ruidoso que las peores tormentas llenaba los espacios vacíos. Subió hasta su cuarto y al abrir la puerta, una rata asustada le dio la bienvenida. Observó por la ventana cómo la hierba iba reclamando aquel espacio que habían abandonado hace tanto tiempo.

Al entrar una vez más a su casa se dio cuenta de que no sería capaz de regresar nunca más. Ya no podía llamar hogar a ese lugar. Lo esencial se había esfumado y no quedaba nada que valiera la pena.

Tras perder noción de la hora, regresó una hora tarde y recibió una reprimenda por retrasarse tanto. Mariángeles la observaba con preocupación desde el patio mientras la hermana Encarnación le salpicaba partículas de saliva en el rostro.

Después de que la había descubierto en medio de su incursión nocturna, la desconfianza había Karma había aumentado. Pero a pesar de todo, había cumplido con su tarea y no tuvieron más remedio que dejarla unirse a Mariángeles en el patio. Aprovechó para ponerse al día con su nueva amiga, pues no había vuelto a verla después del incidente con el libro.

—Lamento decepcionarte, pero no he hecho ningún progreso con la investigación. Sin embargo, la noche anterior escuché ruidos extraños en el pasillo y me armé de valor para averiguar de qué se trataba. Pero antes de encontrarme con lo que se escondía en las sombras, la hermana Encarnación me detuvo y no me quedó más remedio que regresar a mi habitación.

—Karma, de verdad aprecio mucho tu ayuda, pero tu seguridad es lo primordial. Tal vez he sido dura contigo, pero actúo así porque me preocupo por tu bienestar. Para la próxima, no olvides acudir a mí cuando tengas un plan. Aún no sabemos a lo que nos estamos enfrentando.

—Está bien, entonces cuento contigo. Por cierto, ¿sabes qué hay en el ala este del convento?

—Algunas habitaciones sirven como depósito, pero es una zona casi vacía. Se habilitará una vez que volvamos a reabrir nuestras puertas al público. Asumiendo que esta situación del intruso se resuelva pronto.

—Creo que deberíamos ir a echar un vistazo. Tengo la sensación de que algo se oculta en ese lugar.

Acordaron reunirse con el fin de idear un plan para llegar a esa zona sin ser detectadas. Cualquiera que las viera sospecharía de ellas, por lo que no se podían permitir cometer ningún error. De lo contrario, arruinarían toda oportunidad de éxito que les quedaba. 

Lágrimas de CristalDonde viven las historias. Descúbrelo ahora