Capítulo 21

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Durante los primeros minutos del viaje hacia la pirámide, un conjunto de emociones atravesaron el semblante de Adom. Cuando por fin se sintió listo, decidió sincerarse con Karma, pues podría ser la última oportunidad que tenía para hablar al respecto. Al igual que otros jóvenes, había llegado al palacio con la promesa de riqueza y un trabajo prometedor bajo el cuidado de un amo generoso. Pero no pasó mucho tiempo para que se rompiera esa ilusión que daría paso a la cruda realidad en la que se vería atrapado. Pudo haber escapado en múltiples ocasiones, pero las amenazas en contra de su familia lo habían hecho desistir. Aun así, se hubiera arriesgado si no fuera por el chico que lo había anclado dentro de aquellas murallas

Como miembro del grupo de la cuerda marrón, tenía la oportunidad de transportar provisiones y conocer a los diversos grupos que trabajaban en el palacio. Con quienes tenía un contacto más frecuente eran los miembros de las cuerdas blancas, rojas y amarillas. Pasaron varias semanas para que se enterara de la existencia de las cuerdas doradas. Rara vez abandonaban la habitación del sultán, en donde vivían las veinticuatro horas para servirlo. Limpiaban la habitación, lo alimentaban, bañaban y vestían. Pero el propósito principal de su presencia era satisfacer los deseos sexuales de su amo. El grupo estaba conformado por dos pares de chicos y chicas. Pero un tiempo después de la llegada de Adom, trajeron a un nuevo chico que lucía más joven en comparación al resto de sus compañeros.

A diferencia de los demás sirvientes, este chico había llegado al palacio en contra de su voluntad. Prueba de ello eran las incontables ocasiones en que intentó escapar. El momento que cambió la vida de Adom para siempre fue cuando el sultán decidió probar a su nueva mascota. Azizi escapó aterrado de la habitación y fue perseguido por los guardias como de costumbre, pero si esta vez conseguían atraparlo, no habría vuelta atrás. Mientras huía, tropezó contra el pecho de Adom, quien lo sujetó y no permitió que huyera. Después de un triste intento por liberarse, Azizi le rogó por ayuda y la mirada de terror del chico logró que Adom no pudiera resistirse.

Se escondieron en una habitación abandonada que servía como depósito. El polvo que los rodeaba era buena señal, pues a nadie se le ocurriría inspeccionar esa ala del palacio. Aunque lograran descubrirlos eventualmente, tardarían un buen tiempo en encontrarlos. Cuando sintieron los pasos apresurados de los guardias acercándose en su dirección, se acurrucaron en una esquina de la habitación, conteniendo la respiración. Debido a la cantidad de objetos apilados, no había mucho espacio para ambos chicos. Hombro contra hombro, podían sentir la respiración del otro. Con el pasar del tiempo, Azizi logró calmarse y su cuerpo comenzó a relajarse.

Recostó la cabeza contra el hombro de Adom, quien empezó a sentir como sus latidos aumentaban de velocidad. Debido a la oscuridad, no podían verse el rostro, pero la proximidad de sus cuerpos les daba calor y una sensación de refugio. Debido a la encrucijada en la que se veía envuelto, Azizi decidió tomar una decisión drástica, movido por la desesperación. Apoyó las manos sobre los muslos de Adom y comenzó a acariciarlo.

Su delicado toque tomó a Adom por desprevenido, quien intentó apartarse impulsado por la sorpresa más que por rechazo. Azizi le explicó que aún no había tenido intimidad con nadie y tampoco quería que el sultán fuera su primera experiencia. Casi rogándole que lo ayudara, se tiró a los brazos de Adom, quien se debatía en desobedecer a su amo y sufrir un castigo severo o concederle su petición al frágil chico que se aferraba a su cuello con lágrimas de desesperación. Las caricias de Azizi terminaron derritiéndolo y se fundieron en una maraña de mantas, sudor y besos frenéticos.

Pasaron la noche abrazados, cubiertos con nada más que una manta vieja y el calor de sus cuerpos. A la mañana siguiente, un fuerte golpe sacudió la puerta y un grupo de guardias llegaron para separarlos. Ambos recibieron latigazos en el patio, frente a todos los demás sirvientes. Fue la primera vez que Azizi visitó el calabozo, mientras que Adom fue trasladado a la instalación subterránea para realizar trabajos forzados a kilómetros de distancia. Pero por más que intentaron separarlos, siempre encontraban la manera de reunirse cada vez que Adom traía provisiones al palacio.

Lágrimas de CristalDonde viven las historias. Descúbrelo ahora