CAPÍTULO 13

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Mientras vagaba por las calles de Logroño como una niña perdida, Genesys se apareció a su lado. Esta vez, Karma ya no se mostró tan sorprendida. A pesar de que solo tuvieron dos interacciones, se había acostumbrado a su presencia y lo procesó como algo natural. Aunque en el fondo sabía que nada de su situación era normal.

Le entregó los cristales sin dirigirle la palabra y continuaron caminando en silencio por un largo trecho.

—¿Así que ahora me enviarás a un lugar diferente? ¿O cuál es tu plan? —escupió con rabia contenida.

—Tu próximo destino es Kaifeng, una prospera ciudad ubicada en China. Pero no hay de qué preocuparse, esta vez no se trata de nada paranormal.

—Pero eso no significa que la tarea será fácil. ¿Qué no me preocupe? No hablo mandarín, ni siquiera sé un poco de inglés. ¿Cómo se supone que me comunique si no conozco el idioma?

Genesys la contempló con una expresión divertida, como si ya hubiera respondido a esa pregunta mil veces. La trataba como a una niña pequeña, lo que empeoró el mal humor de Karma. Pensó en exigirle que la libere en ese momento, pero se detuvo a sí misma para no arruinar su oportunidad de librarse al fin de la alienígena.

—Como ya has podido notar, tu cuerpo ha sido dotado de varias herramientas que te serán de utilidad en distintas situaciones. Tu cerebro no es una excepción. Al llegar a tu destino, te adaptarás en ese instante al idioma o a cualquier otro factor que pueda suponer un obstáculo para tu misión.

—Con herramientas... ¿te refieres a esa explosión de luz que desaté frente al demonio?

—Esa fue una excepción. El tipo de energía que corrió por tu cuerpo en la capilla no vendrá a ti en cualquier momento. Te di una mano porque la situación se salió de control. Recuerda que tu objetivo es ayudar al indefenso. El método que elijas para hacerlo depende de ti, pero te sugiero que limites el uso de la violencia. No queremos llamar demasiado la atención.

Genesys observaba como Karma se confundía más con cada aclaración que le hacía. La chica se desbordaba de preguntas y su turbación incrementó hasta llevarla al borde de los nervios.

—No te agobies demasiado. Con el pasar del tiempo irás aprendiendo todo lo que necesitas saber. Después de todo, tienes toda la eternidad para aprender.

Esa palabra fue el detonante que desató todas sus emociones. Aunque en realidad no podía asimilar el concepto de la eternidad, se imaginó siendo esclava por toda su vida y el hecho de no tener el control la agobió.

Sin poder contenerse por más tiempo, Karma expresó su deseo de librarse de la misión. Pero la respuesta de Genesys fue un rotundo no. Sin embargo, le prometió que consideraría su solicitud una vez que acabara con su segunda misión. Aunque ya anticipaba tal desenlace, se sintió decepcionada.

—Tienes el semblante turbado. ¿Cuál es el problema?

—Todo. ¿Acaso tiene algún sentido? No lo comprendo. ¿Se supone que estos cristales salvarán a tu mundo?

—Si lo simplificas puede sonar absurdo. En realidad, hemos desarrollado una técnica que permite almacenar la energía dentro de estas pequeñas capsulas. Gracias a nuestros métodos, podemos usarlos para regenerar el suelo.

—Pues aun suena absurdo. El solo hecho de que estés frente a mí ha derrumbado todo lo que creía sobre el mundo.

—No te ofendas cariño, pero aun no has visto ni la mitad de tu propio mundo. Es normal que todo te resulte extraño. Pero si te tranquiliza, intentaré explicarte mejor en qué consiste nuestra misión.

Genesys y parte de su pueblo habían llegado a la tierra doscientos años atrás. Como encontraron patrones de conducta similares a los de su gente en los humanos, decidieron comenzar a trabajar con aquellos que más hacían daño a la tierra.

Decidieron que no les correspondía erradicar el problema de los humanos perjudiciales. Pero podían manipularlos para revertir sus errores y contribuir al mantenimiento del planeta. Pronto se dieron cuenta de que era un trabajo casi imposible, por lo que se limitaron a recoger la energía necesaria para su planeta a medida que nos ayudaban en lo que podían.

Por cada persona que reclutaban para cumplir con las misiones, aparecían cinco que contribuían a destruir la tierra. Pero aun albergaban un poco de esperanza. Si con su labor lograban que una sola persona cambiara su forma de ver el mundo, lo consideraban como una victoria.

Karma no pensaba cambiar por nada, no por nadie. Seguía creyendo que la decisión de reclutarla había sido arbitraría y la consideraba una forma de esclavitud. El propósito de Genesys sonaba muy noble, pero no lograba confiar en ella. Sin embargo, aceptó que no estaba en control y se resignó a obedecerla hasta que se le ocurriera una forma de escapar.

Cuando llegó a China, hizo su mejor esfuerzo y se aseguró de no cometer ningún error. Pero al final de su tarea, la respuesta que recibió siguió siendo negativa.

Continuaron con la misma discusión por años. Karma fue recorriendo cada rincón del mundo para cumplir todo tipo de misiones, pero su labor nunca era suficiente a los ojos de Genesys.

El tiempo comenzó a avanzar de manera distinta para ella. Las arrugas y los problemas de la vejez nunca llegaron. Por fin empezó a entender lo que implicaba su inmortalidad cuando vio como todo a su alrededor seguía su curso mientras que ella permanecía en el mismo estado inalterado. Fue testigo de la evolución y la decadencia de la humanidad, siendo espectadora de un proceso que nadie debería ser capaz de experimentar.

Tal vez el peso del tiempo no la hubiera afectado tanto de haber podido tomar sus propias decisiones. Pero en su situación actual, se sentía prisionera dentro de su propia piel. A pesar de que pasaron solo doscientos años desde que le habían prohibido morir, sentía que ya había experimentado demasiado de la vida.

Aquella sensación se debía a que su presencia era requerida en lugares donde la gente sufría. En donde la felicidad y la bondad eran solo una sombra desvaneciéndose. Pertenecían únicamente al pasado y la memoria de aquellas personas.

Muchas circunstancias la llevaron al borde de la cordura. Cuando perecía que ya no resistiría un día más, la mudaban a otra cuidad, otra familia, y el ciclo continuaba. En más de una ocasión intentó quitarse la vida. Pero después del primer intento, le quedó claro que no abandonaría la tierra tan fácilmente.

Miraba las estrellas y se imaginaba viajando a un lugar muy lejano. Dormía bajo el cielo nocturno, soñando con una tierra llena de color y paz. Cuando no estaba concentrándose en su misión actual, le gustaba observar a la gente que pasaba frente a ella e imaginaba cómo sería su vida cuando fuera libre. Le gustaba la idea de estar en control de la historia y no al revés.

Se había acostumbrado a la soledad, pues a pesar de estar todo el tiempo rodeada de gente, nunca era capaz de crear lazos fuertes con los demás. Cuando empezaba a acostumbrarse a la vida con aquellos a quienes ayudaba, le tocaba decir adiós y marcharse para siempre.

Miles de rostros pasaron frente a sus ojos. Entrando en su vida por cortos espacios de tiempo para luego marcharse. Pero nunca los olvidaba, no por completo. Hubo personas que fueron más memorables que otras. Aquellas que le rompían el corazón al alejarse de su lado. Se esforzaba por cerrar su corazón, para que cada vez doliera menos. Pero no era sencillo permanecer aislada por tanto tiempo.

Con el paso de los años, ese sentimiento se hacía menos desgarrador, pero a la vez sentía que estaba perdiendo su humanidad. Si ya no era capaz de sentir nada, ¿qué era entonces?

Lágrimas de CristalDonde viven las historias. Descúbrelo ahora