Capítulo 10

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Karma corría por los pasillos, gritando mientras azotaba las puertas, movida por el pánico. Pero no recibía reacción alguna, tampoco se encontró con nadie en su camino. Parecía que todas las monjas del convento se habían desvanecido. Cuando se reencontró con Mari, recibió la misma respuesta. Todas las habitaciones estaban vacías.

—Algo anda muy mal, no es posible que todas hayan desaparecido al mismo tiempo —dijo Mariángeles, desesperada ante tan desconcertante situación.

Karma la sostuvo de la mano y siguieron buscando hasta llegar a la capilla, en dónde encontraron a las monjas desaparecidas. Estaban de pie y en silencio, inmóviles como estatuas. Todas miraban al techo, con la expresión en blanco y las bocas abiertas. Daban la impresión de estar intentando gritar, presas de la petrificación.

—¿Qué sucede, se quedaron sin palabras? —les dijo Meridiana a sus espaldas.

Por segunda vez, las habían tomado desprevenidas. Y lo que era peor, el demonio parecía estar intacto, como si no hubiese recibido un solo rasguño. Si dependían de Karma para salir de aquella situación, tendrían que prepararse para morir.

Karma pidió ayuda a Genesys, o a cualquiera que pudiera escucharla. Elevó una plegaria silenciosa, pero su esperanza comenzaba a flaquear. Tan solo tenía dieciocho años y sentía que su vida aún no había comenzado. Pero al parecer estaba a punto de perderla. En un principio, le pareció bien reunirse con sus padres. Pero al ver el poder letal del demonio desplegándose, se dio cuenta de que no quería morir. Aún no.

Sentía que el universo estaba siendo injusto con ella. Como si perder a su familia no fuera suficiente, la habían puesto frente a una misión que estaba más allá de sus capacidades. Odió a Genesys en ese instante. De entre todos los criminales que había en la tierra, la había escogido a ella para castigarla por su comportamiento.

La tarea que le había encargado no le parecía proporcional a su error, aunque en ese momento no tenía más opción que enfrentar sus miedos o morir en el intento. Pero si perdía la vida en aquella capilla, maldeciría a Genesys y rogaría por la destrucción de su planeta.

—La forma en que me atacaron fue muy descarada. Estaba dispuesta a fulminarlas con rapidez, ¿saben? Pero como me hicieron enfadar, tendrán que ver cómo acabo con cada una de estas ancianas, mientras ustedes esperan su turno. ¡Estoy segura de que se van divertir con el baño de sangre que les tengo preparado!

Sin perder el tiempo, Meridiana sostuvo a una de las monjas que tenía más cerca y le partió el cuello. Con un alarido desgarrador, Mariángeles cayó al suelo como si hubiera sentido en carne propia el dolor de su hermana. A diferencia de Karma, ella había pasado mucho más tiempo con cada una de estas mujeres, quienes se habían convertido en su nueva familia.

El rencor se acrecentó en el interior de Karma. Era una ola que incrementaba de tamaño a medida que avanzaba, lista para desbordarse. No podía permitir que lastimaran a Mari o a las demás.

Sin una estrategia en mente, se abalanzó hacia su enemiga. Ya no le importaba demasiado lo que sucediera con ella: vengaría a las mujeres que murieron sin motivo alguno y se desharía de ese demonio que tanta angustia les estaba causando.

Meridiana la esquivó con facilidad y Karma cayó al suelo. Antes de que pudiera recuperarse, el demonio la inmovilizó al sostenerla del cabello con fuerza. Mariángeles acudió en su ayuda, pero las monjas a su alrededor la detuvieron. Como sospechaba, Meridiana tenía control total sobre ellas.

—Poner a estas inútiles a dormir fue una pésima decisión. Gracias a eso me resultó más fácil controlarlas —se burló Meridiana.

—No te saldrás con la tuya, vas a pagar muy caro por haber profanado la morada de Dios —le gritó Mari, quién luchaba por liberarse.

—¿En serio?, ¿y qué piensas hacer? Dios no se podría encontrar más lejos de este lugar. Pero ya basta de palabrerías: les prometí diversión y es justo lo que les voy a ofrecer. ¡Desvístanla!

Bajo el control del demonio, las monjas se acercaron a Mariángeles y le arrancaron sus prendas. La humillación que sentía se reflejaba en el rubor de su rostro, mientras arañaba y pataleaba para liberarse de las ancianas que parecían tener un agarre de hierro.

Con cada intentó de Karma por zafarse, las garras del demonio la sostenían con más agresividad. Gritó de frustración, lo que hizo que Meridiana estallara en risas.

—Tranquilas chicas, no se alteren. Ni siquiera hemos empezado... ¡Iniciemos con algunos cortes!

Tras la orden, los nuevos títeres de Meridiana empuñaron sus dagas y procedieron a hacerle cortes a Mari en todo el cuerpo. La chica chillaba de dolor, mientras la sangre que emanaba de los tajos cubría su cuerpo desnudo.

—Ya déjala en paz. Ella no tiene nada que ver con esto, soy yo quien te molestó, ¿recuerdas? —le suplicó Karma.

—Recuerdo muy bien que fue ella quien me apuñaló en el cuello. No te apresures Karma, ya llegará tu tiempo. Hay algo extraño en ti que aún no logro descifrar, pero lo vamos a averiguar en breve.

—¿Por qué estás haciendo esto? Te hubiera bastado con alimentarte como siempre. Este espectáculo en innecesario.

—Esto es lo que sucede cuando me acorralan. Si no fuera por ustedes, todo seguiría igual. Tómalo como una lección para meterte en tus propios asuntos.

—En ese caso, desquítate conmigo. Las demás no tienen nada que ver.

—Me estás aburriendo. No hay nada que puedas hacer o decir para detenerme.

Sabía que estaba siendo provocada, pero aun así Karma no logró contenerse. Intentó soportar el dolor y se asió del brazo de Meridiana para tumbarla al piso. Pero el demonio era mucho más fuerte que ella y solo consiguió enfadarla más.

—Traigan a Mariángeles aquí y déjenla frente a Karma. Que la vea a los ojos mientras revela la verdad.

Las monjas no tuvieron más remedio que obedecer y pusieron a las chicas una frente a la otra. Aunque sus rostros estaban petrificados, sus ojos revelaban su agonía.

—Llegó la hora de confesar Mariángeles. Cuéntale a Karma tu secreto, porque si no lo haces, le cortaré la garganta.  

Lágrimas de CristalDonde viven las historias. Descúbrelo ahora