Al no encontrarse más a merced de Genesys, Karma decidió retornar a su antigua casa y evitó a toda costa dirigirse hacia la iglesia. Su corazón palpitaba con fuerza mientras recorría la ciudad.
Cada paso que daba la acercaba de vuelta a su hogar, en donde experimentó los mejores momentos de su vida. Aunque aquel lugar fue testigo de historias tristes, los recuerdos de pura alegría y amor que compartió con sus padres eclipsaban todo lo negativo.
Ya podía divisar su casa calle abajo, a tan solo unos metros de donde se encontraba. Pero a medida que avanzaba, parecía alejarse más de aquel lugar. Movida por la desesperación, empezó a correr, pero eso solo empeoro todo. A pesar de sentir su cuerpo en movimiento, no lograba avanzar en lo más mínimo. Se sentía como en aquellos sueños dónde corres pero no eres capaz de moverte y la desesperación se empieza a apoderar de ti.
Tropezó y se dio un duro golpe en las rodillas, luego de aterrizar sobre el pavimento. Al levantarse, se encontró frente a la iglesia que Genesys le había señalado.
Consideró la idea de dar un paso atrás, pero en el fondo sabía que no serviría de nada, así que se resignó y con un profundo suspiro, se armó de valor antes de avanzar hacia la puerta principal. En ese instante, las puertas se abrieron y una monja apareció haciéndole gestos para que se acercara.
—Hola, tú debes ser Karma —le dijo la monja que lucía apenas unos años mayor a ella—. Soy Mariángeles, pasa... te estábamos esperando.
Karma lucía un poco confundida, pero no perdió el tiempo y entró de prisa. La escasa luz del amanecer se esfumó y el interior se iluminó gracias a las tenues velas que adornaban el templo.
—Deberás estar cansada, te acomodaré en una habitación que tenemos disponible y más tarde te enseño el lugar.
Cuando estaba por entrar al dormitorio que le habían indicado, una mano se posó en su hombro y la hizo girar. Del susto, retrocedió y se golpeó la cabeza contra la pared.
Una monja de hábito negro se encontraba frente a ella. Le dio una mirada de pies a cabeza, reprobando abiertamente su vestido que se había ensuciado y rasgado después de la caída.
—Mariángeles, ¿esta es la invitada que mencionaste ayer?
—Así es, hermana Regina. Le estaba mostrando su dormitorio.
—La misa matutina comienza a las 7:00 horas. Contamos con su puntualidad, señorita.
La mujer de mediana edad dio media vuelta y se retiró. Aquella monja contaba con una presencia imponente, que pondría nerviosa a cualquiera. Con alguien así dentro de la iglesia, Karma no creía que nadie se atrevería a molestarlas. Pero sabía que la habían enviado allí por una razón y se suponía que tendría que averiguarlo por su cuenta.
—No te preocupes, la hermana Regina siempre es así de estricta. Es una mujer muy devota. De todos modos, te dejo para que te acomodes.
Mariángeles se despidió y Karma cerró la puerta tras de sí. En el interior, se encontró con un pequeño aparador y una cama, en dónde se tumbó al instante. No podía creer que se encontraba de vuelta en su ciudad; tan cerca de casa, pero a la vez sin poder llegar a ella.
Habían ocurrido demasiadas cosas en un solo día y su mente parecía estar al borde del colapso. Cerró los ojos y deseó con todas sus fuerzas que al despertar, todo volviera a la normalidad.
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Lágrimas de Cristal
AventuraDespués de la muerte de sus padres, Karma es reclutada para una misión con el fin de salvar a un planeta agonizante. A la edad de 18 años, es dotada de inmortalidad por parte de un ser desconocido. Tendrá que enfrentarse a diversos enemigos a través...