—No deberían haber bajado hasta aquí. Está tan oscuro que podrían tropezar y romperse el cuello, como le pasó a Regina —dijo la criatura, quien lucía idéntica a la madre superiora.
Si se trataba del fantasma de la monja, Karma no comprendía por qué se refería a ella misma en tercera persona. Nunca había visto a un espíritu, pero la madre superiora que se encontraba en el pasillo se veía llena de vida, a diferencia del cadáver mohoso que tenía a sus pies.
—Tiene que ser una especie de mimetista —Mariángeles pensó en voz alta.
Karma recordó un pasaje del libro de las bestias. Se describía a un demonio que cambiaba de forma por ciertos periodos de tiempo, pero que volvía a su forma original horas después. Ese podría ser el motivo por el cual la madre superiora desparecía todo el tiempo.
—Eres tú quien no debería estar en terreno sagrado, demonio. Debes marcharte —le ordenó Mariángeles, armándose de valor aunque siguiera temblando.
La risa estridente del demonio se extendió por la pequeña habitación, produciéndole a Karma un escalofrío. Maldijo a Genesys por haberla puesto en esa posición y comenzó a buscar vías de escape.
—No estás en condiciones de darme ordenes, novicia. Además, este lugar no tiene nada de sagrado. Sus pensamientos pecaminosos fueron los que me atrajeron. De lo contrario, no estaría aquí.
—Meridiana, amante de sacerdotes. Esa debes ser tú —la interrogó Karma—. Si eres un súcubo, ¿qué haces en un convento de monjas?
Meridiana se sorprendió al ser reconocida por su nombre. Pero al instante recuperó su arrogante sonrisa y avanzó hacia ellas como una serpiente. Sus facciones se desfiguraban, desdibujando el rostro de la monja para revelar su verdadera identidad. Su pelo, al igual que sus ojos, era de un color rubí intenso que resplandecía en las sombras. A diferencia de otros demonios, sus facciones eran bellas e inmaculadas. Pero detrás de su apariencia, yacía una malicia que no podía ocultarse.
—¿Asumes que solo puedo alimentarme de energía masculina? Pues te equivocas. Aunque es cierto que llegué hasta aquí atraída por el padre Marcos, a quien encontré copulando con la monja que dirigía este lugar. Cuando los descubrí, Regina estaba tan apenada que casi rogó por su muerte y así fue como llegué a ocupar su lugar.
—¿Y por qué deberíamos creer las blasfemias de un demonio? —le gritó Mariángeles, indignada por la acusación de la intrusa.
—¿Crees que por dedicarse a Dios todas son perfectas? No seas tan ingenua, niña. Todos los humanos albergan un lado oscuro en su interior, incluso tú misma. Me sorprende tu hipocresía.
Meridiana era una experta engatusando a los humanos con sus palabras y aquellas jóvenes no fueron la excepción. Fue tan sutil, que no se percataron cuando se abalanzó hacia ellas.
Karma fue lo suficientemente rápida como para esquivarla y hacerse a un lado. Pero Mariángeles tropezó con una caja y cayó al suelo. El demonio la tomó del cuello e sostuvo a su presa contra la pared, cortándole la respiración. Mariángeles intentaba zafarse de ella, pero el agarre de Meridiana era demasiado fuerte.
Karma permaneció inmóvil mientras observaba los movimientos letales de su enemiga, pero la calma se apoderó de ella y recuperó el control de su cuerpo. Llegó a la conclusión de que no temía al demonio, sino a lo que podía hacerle a Mari. No podía permitir que muriera por su inoperancia. Tomó una silla y la impactó con todas sus fuerzas contra la espalda del demonio. Meridiana apenas se inmuto, pero se olvidó de su presa más débil y desvió su atención hacia Karma. Soltó a Mariángeles, quien cayó en medio de las cajas.
—De entre todas ellas, parecías la más inteligente Karma. Pero supongo que solo eres una chica más del montón —le dijo mientras la lanzaba contra la pared de un manotazo.
Tras impactar contra la piedra, la cabeza le palpitó con intensidad. Su visión se nubló un instante, el tiempo suficiente para que Meridiana se lanzara sobre ella de nuevo. Clavó sus uñas en los hombros de Karma, atravesando su carne mientras la mantenía anclada contra el suelo.
A pesar de que el dolor amenazaba con doblegarla, Karma no le daría la satisfacción de gritar. Por el contrario, puso todo su esfuerzo en zafarse de su agarre, pero se dio cuenta de que era una pérdida de tiempo.
—Eres más dura de lo que pensaba. Creo que me demoraré más tiempo en acabar contigo. Pero antes, podemos divertirnos un poco, ¿qué tal si empezamos con tu amiguita?
La pata astillada de una silla yacía en el suelo. Mariángeles la tomó e incrustó el trozo de madera en la nuca de Meridiana, perforándole el cuello. Karma la hizo a un lado y con ayuda de Mariángeles se puso de pie, mientras el demonio escupía un fluido negro, debatiéndose entre la vida y la muerte.
El ataque sorpresa pareció surtir efecto, pero no por mucho tiempo. Meridiana parecía estar recomponiéndose de nuevo. Pero Karma no perdió el tiempo y empujó la madera, destrozándole el cuello. Junto con Mariángeles, subió las escaleras y aseguraron la entrada con pestillo. Al menos eso detendría a Meridiana por un tiempo, mientras se encargaban de alertar a las monjas del peligro.
—Dividámonos para despertar a todas —sugirió Mariángeles—. Nos encontraremos de vuelta en la entrada principal.
—Si se presenta cualquier inconveniente, no pierdas el tiempo y huye.
—Sabes que jamás lo haría, no voy a dejar a nadie atrás. Juntas podremos superar esto, confío en ti Karma.
Karma envidiaba la determinación de Mari. La joven novicia le estaba confiando su vida, a pesar de haber sido testigo de lo inútil que fue al enfrentarse a Meridiana. A pesar de que sus instintos le decían que huyera, Karma no podía rendirse sin pelear. Sin importar que arriesgara su vida, se aseguraría de que las demás salgan ilesas. El demonio ya había asesinado a una mujer, no podía permitir que se llevara a nadie más. Aunque no tenía ni idea de cómo detenerla.
No creía ser capaz de escapar con vida, pero ya había perdido su oportunidad de huir. Solo esperaba poder reencontrarse con su familia después de la muerte, si era cierto que su alma iba a parar en algún sitio. Se aferró a la esperanza de reunirse con sus padres y avanzó con decisión, en un intento de hacer algo significativo por primera vez en la vida.
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Lágrimas de Cristal
AventuraDespués de la muerte de sus padres, Karma es reclutada para una misión con el fin de salvar a un planeta agonizante. A la edad de 18 años, es dotada de inmortalidad por parte de un ser desconocido. Tendrá que enfrentarse a diversos enemigos a través...