Capítulo 14

9 2 0
                                    

En lo que toma un parpadeo, fue transportada a su nueva misión. A pesar de las incontables veces que había experimentado ese viaje, parecía que nunca se acostumbraría. Sentía que su cuerpo era succionado y arrojado al otro lado del mundo como un trapo viejo. El sol abrazador se alzaba mientras el viento arrojaba polvo del desierto contra su rostro. A unos kilómetros de distancia se podía divisar la ciudad de Dahshur, en Egipto.

Genesys, quien últimamente se comunicaba de forma regular con Karma, le dio detalles sobre la tarea que le esperaba. Su objetivo era una antigua mezquita que actualmente servía como palacio del sultán Hassan. Se trataba de un hombre muy respetado con bastante influencia en la zona. En los últimos dos años, se habían reportado desapariciones de los sirvientes del palacio, quienes nunca volvían a salir una vez que comenzaban a trabajar allí. Karma debía infiltrarse entre los nuevos aspirantes a las vacantes disponibles, quienes harían su aparición en las puertas del palacio esa misma mañana.

Apresuró el paso para llegar temprano y encontrarse con algunas de las aspirantes. La parte difícil sería convencer a los guardias de que ella pertenecía a la lista de admitidos. Pero ya se le ocurriría algo en el camino. Con el paso del tiempo, infiltrarse en lugares desconocidos se había vuelto parte de su trabajo. Cuanto más atravesaba obstáculos similares, su capacidad para manipular la situación a su favor se iba puliendo, y esa mañana no sería la excepción.

Karma llevaba puesto un vestido rosa y una pashmina para cubrirse los hombros. No necesitaba llamar la atención innecesariamente antes del tiempo previsto. Aun así, le costaba estar cómoda con tanta ropa puesta, ya que su cuerpo aún se estaba adaptando al caluroso clima. Si estuviera en sus manos, optaría por visitar un país que no fuera tan estricto y despiadado con las mujeres. Estaba segura que le esperaban más disgustos de los que acostumbraba a tolerar, pero no había de otra.

Mientras se dirigía hacia la mezquita, tres mujeres con vestiduras idénticas llamaron su atención. Parecían ir en la misma dirección hasta que se detuvieron en un restaurante.

Las siguió y tomó un café mientras las mujeres pedían su orden. Todas vestían túnicas blancas y tenían la cabeza cubierta con un hiyab. Para añadir peculiaridad a su aspecto, llevaban las cejas afeitadas y una cuerda de hilo blanco rodeaba sus frentes.

Una de ellas fue al baño y Karma no tardó en seguirla. Se paró frente al lavabo, junto a la mujer y empezó una charla casual. En menos de un minuto, ya había obtenido su nombre y confirmó que se dirigían al palacio. A pesar de su aspecto intimidante, la chica era muy amable. A Karma casi le dio pena cuando tuvo que arrojarle un polvo de sueño para despojarla de sus vestiduras.

Después de cambiarse, solo le faltaba un último toque para verse idéntica, las cejas afeitadas. Años atrás, tal vez le hubiera costado modificar su aspecto de manera tan radical. Pero en la actualidad no le daba demasiadas vueltas al asunto para actuar. Con una navaja que siempre llevaba consigo, hizo el trabajo con rapidez y precisión. Tal vez había hecho demasiado bien su trabajo, pues las otras chicas la llamaron a su mesa. Pero al verle de cerca el rostro, quedaron desconcertadas. Karma no perdió el tiempo y se apresuró a huir, mientras las mujeres iban corriendo al baño en busca de su amiga.

El resto del camino se pasó corriendo y ocultándose por temor a ser atrapada. Al cabo de unos minutos se encontró frente al palacio, con la esperanza de haber llegado antes que las mujeres a quienes había engañado.

Antes de acercarse a la entrada, se detuvo para echarle un buen vistazo al edificio que se alzaba frente a ella. Era una de las pocas construcciones de la ciudad que contaba con un trabajo arquitectónico tan elaborado. La imponente opulencia de la edificación le ayudaba a hacerse una vaga idea de quien residía detrás de aquellos impenetrables muros.

Se presentó con el nombre de la chica que había conocido en el baño, Chione. Como tenía previsto, le concedieron el paso sin mayores inconvenientes. En la entrada, ya se encontraban varias personas esperando. Todos iban vestidos con prendas similares, pero se agrupaban por colores. Karma se preguntaba que significaba el blanco que llevaba puesto.

Vio a un grupo de mujeres con la cuerda blanca ingresar al patio y se ocultó entre la multitud. Al principio pensó que las chicas del restaurante no se presentarían tan rápido, pero tal vez se había equivocado.

Para fortuna de Karma, no se trataba de ellas. Cuando todos empezaron a acomodarse, tomó asiento con aquellas mujeres, quienes la saludaron con una reverencia. Pensó en abordarlas con el fin de sacar algo de información, pero no parecían muy dispuestas a charlar. No tuvo más opción que permanecer callada y captar todo lo que podía de su alrededor, antes de que su futuro jefe se presentara.

Al parecer llegó con bastante tiempo de ventaja, pues estuvieron esperando alrededor de treinta minutos hasta que el sultán hizo presencia para darles la bienvenida, acompañado de una mujer. Ambos aparentaban estar en sus cuarentas y vestían prendas doradas, adornadas con gemas. Todos los aspirantes agacharon la cabeza, presentando sus respetos. A Karma le pareció un poco excesivo, pero imitó a los demás e inclinó la cabeza.

—Les doy una cálida bienvenida a mi humilde hogar —se presentó el sultán—. Ustedes han sido recomendados por sus antiguos empleadores para trabajar aquí, por lo que espero que puedan cumplir con las expectativas y así logremos construir algo magnifico. En cuanto a los rumores sobre las recompensas que reciben mis sirvientes, les aseguró que son todos ciertos. Si realizan un buen servicio, tienen asegurado un futuro prometedor.

A simple vista, Karma no fue capaz de percibir malicia alguna en el sultán. Pero mientras él era todo encanto y sonrisas, la mujer a su lado tenía un aspecto frío y sereno. Fue presentada como su esposa, quien llevaba el pelo y las cejas afeitadas. En vez de darle un mal aspecto, la carencia de pelo resaltaba sus facciones. Era dueña de una belleza perversa y se movía como si fuera consciente de ello.

Karma decidió tenerla entre cejas, pues en el breve tiempo que llevaba allí, era la única persona que había llamado su atención. Eran ese tipo de mujeres quienes llegaban a ser de gran ayuda en sus misiones, en caso de que no resultara siendo el enemigo.

El sultán comenzó a describir los trabajos que recibirían cada uno de los nuevos miembros. Los que tenían la cuerda amarilla tendrían a su cargo la cocina. Los de cuerda marrón, que eran tan solo dos hombres, serían quienes transportarían las mercaderías dentro y fuera del palacio. Por último quedaban un grupo de mujeres con cuerda roja, quienes estarían a cargo de las ceremonias religiosas y las de cuerda blanca, quienes realizarían las tareas domésticas.

En el pasado, le había tocado trabajar de sirviente en múltiples ocasiones. Estaba acostumbrada a ese tipo de rutina, aunque no resultara muy práctica para sus misiones. Si tenía suerte, podrían asignarle cubrir las necesidades del sultán, lo que le daría acceso a mucha información.

Mientras se daban las últimas instrucciones, se produjo un alboroto en la entrada principal. Después de una acalorada discusión con los guardias, tres mujeres de blanco irrumpieron en el recinto. Buscaban con la mirada a alguien, hasta que la identificaron y avanzaron hacia ella. Karma se quedó congelada en su asiento, mientras veía como su plan empezaba a desmoronarse.

 Karma se quedó congelada en su asiento, mientras veía como su plan empezaba a desmoronarse

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
Lágrimas de CristalDonde viven las historias. Descúbrelo ahora