Capítulo 12

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Al despertar, se encontraba de nuevo en su habitación. Mariángeles le estaba limpiando la cara con un paño que se había vuelto rosa por la sangre.

—¡Gracias a Dios que despiertas! Por un momento, creí que no regresarías.

Karma intentó levantarse, pero su mente seguía embotada. Aun no recuperaba del todo las fuerzas y se volvió a recostar.

—Siento que mi cabeza está por estallar.

—No es de extrañar. Cuando te encontré entre los escombros, estabas sangrando por los ojos y oídos. Creí que el demonio te había matado. Pero no encontramos rastro de ella y luego sentí tu respiración. ¿Cómo lograste salir viva de allí?

—Tampoco lo tengo claro, todo fue muy confuso.

Mariángeles estaba deseando hacerle más preguntas, pero decidió dejarla reposar y salió de la habitación. Mientras Karma recuperaba las energías, procedieron con el entierro de las monjas que habían perdido la vida en el enfrentamiento. Genesys aprovechó el bullicio para meterse al dormitorio de Karma.

—Felicidades por completar con éxito tu primera misión.

En cuestión de segundos, Karma rememoró lo que había preparado para decirle. Todos los días se imaginaba como sería su reencuentro con Genesys, una vez que terminara su tarea en el convento.

—Con respecto a la misión, quería proponerte algo.

—¿Una propuesta? Me parece que aún no te quedó clara tu posición.

—Pero...

—¡Chsss! Solo vine para recordarte que al terminar tu tarea deberías recibir un cristal a cambio. Volveré cuando la hayas obtenido.

Genesys se retiró, cerrando la puerta tras de sí. Karma quedó tan confundida por su respuesta que no sabía si debería sentirse ofendida o reírse. Tras salir de su estupor, se decidió por seguirla, pero no encontró ni rastro de la mujer alienígena. Daba la sensación de que nunca había estado allí, como si se tratara de un producto de su imaginación.

Durante el resto del día, Karma se pasó durmiendo hasta la hora de la cena. La llamaron al comedor y se encontró con todo un banquete montado. A pesar de estar de luto por la pérdida de sus hermanas, lucían contentas de verla. En sus rostros podía percibir gratitud y cierto respeto que antes no había visto.

La noche pasó volando. Sin ninguna amenaza asechando, por fin se relajaron mientras compartían experiencias y relatos de los pasados treinta años. Karma se sentía como en casa y hasta le dio algo de pena tener que marcharse. Pero sabía muy bien que ella no pertenecía a aquel lugar. Era apenas la primera parada del largo trayecto que Genesys había preparado para ella, si no lograba impedirlo.

Cerca de las diez, el cansancio por fin venció y todas se dirigieron a sus dormitorios para descansar. Pero Mariángeles pidió a Karma que la acompañara y juntas subieron hasta el campanario.

—Antes de que te vayas, quería mostrarte la vista de la cuidad desde aquí. Nunca antes había tenido la oportunidad de enseñártela.

Karma divisó su antiguo pueblo, al que ahora le diría adiós y hasta siempre. Las estrellas esa noche parecían haberse escondido y no podía ver el panorama con claridad. Pero sabía que a cierta distancia se encontraba su casa. La contempló por un tiempo, intentando visualizarla y recordando todo lo que había dejado atrás.

—Mañana parto hacia mi nuevo destino, pero antes me gustaría darte algo. Encuéntrame después del desayuno.

Karma bajó y dejó a Mari sola, suprimiendo las ganas de llorar. Se sentía confundida, no estaba lista para abandonar a la amiga que había hecho después de haber estado sola por tanto tiempo. Nunca antes había sentido apego por alguien, de seguro se debía a que había perdido a sus padres y Mari había sido su primer contacto con alguien más fuera de su familia.

No la olvidaría, pero tampoco podía mentirse a sí misma. Anhelaba su libertad ante todo y si permanecía en ese lugar, estaría sometida a ciertas reglas.

Esa noche no pudo dormir. Se pasó dando vueltas por la cama pensando en su madre, por quien no se había permitido llorar. No sabía si era por la culpa o la conmoción del momento; pero en ese instante, la pena la invadió y se dio la oportunidad de desahogarse. Lágrimas silenciosas comenzaron a correr por sus mejillas. Su corazón le dolía por la perdida y la soledad, quien se convertiría en su nueva compañera.

Al día siguiente, se sentía inquieta y ansiosa, pero no tanto como Mariángeles, quien ya le había preguntado mil veces a donde irían. Cuando se armó de valor para decir adiós, salieron juntas del convento. Se dirigieron al pueblo, tomando la ruta que la llevaba hasta su casa. Al llegar, no pudo evitar quedarse inmóvil frente a ella.

—¿Por qué me trajiste a este lugar?

—Esta solía ser mi casa. Después de que no mudáramos, no volvió a ser habitada. Entremos un momento.

Después de un dramático suspiro, abrió los portones para ingresar a la casa. Todo se encontraba igual a como lo había dejado. Karma dio una vuelta completa con Mari, enseñándole cada una de las habitaciones, hasta llegar a la suya. De su alhajero, sacó un collar y se lo extendió a Mariángeles.

—Probablemente no vuelva a esta ciudad en mucho tiempo. Así que me gustaría que te quedes con esto, para que me recuerdes. Es como una reliquia familiar, no tiene mucho valor, pero significaba mucho para mi mamá.

—¿Estás segura? No sé si podría aceptar algo tan importante para tu familia.

—Adelante, pruébatelo. Quiero que lo tengas.

Mariángeles asintió sonriendo mientras lágrimas corrían por sus mejillas. Karma se acercó para abrazarla y le secó las lágrimas, que se cristalizaron en sus manos. Intentó ocultar su sorpresa y guardó los pequeños cristales en un bolsillo. Después de despolvar unos asientos, estuvieron hablando por un tiempo más hasta que el sol se ocultó por completo y tuvieron que salir a la calle para despedirse. Se dieron un último adiós y partieron en direcciones opuestas.

En cualquier momento, Genesys aparecería para reclamar sus cristales. Pero a pesar de los nervios, Karma estaba lista para enfrentarla. Sería una nueva persona y su vida anterior quedaría atrás para siempre. Pero esperaba nunca olvidar su esencia y de donde venía, pues eso la había convertido en quien era. Y de cierta forma, había marcado el rumbo que tomaría su vida a partir de ese momento. 

Lágrimas de CristalDonde viven las historias. Descúbrelo ahora