capitulo 17

365 14 0
                                    

El auto iba a toda velocidad por la carretera. El paisaje a su alrededor se veía borroso gracias a la rapidez del vehículo. Marshall simplemente deseaba que hubiera sido una confusión, que la alarma se había activado sola. Sabía que no era así, pero no quería creer que Ashley les había hecho daño. 
“¿Y si están muertos?” 
No, no podían estarlo. 
“Pero, ¿y si lo están?”
Entonces nunca se lo perdonaría.
Los minutos pasaban. Minutos que parecían eternidades. Unas cuantas veces los autos alrededor de él le habían tocado bocina por pasarlos de golpe, pero a él no le importaba. ¿Qué es lo peor que podrían hacerle? ¿Ponerle una multa? No le importaba en absoluto. No ahora que no sabía si alguna vez volvería a poder escuchar la voz de su “sobrino” y de su chica. Y sí, se preocupaba. Se preocupaba mucho por ambos. No podía negarlo en un momento como ese. 
Se vio alejado de sus pensamientos al notar que a pocos metros estaba su casa. Estacionó el auto de cualquier manera -no es que eso le importase ahora- y tomó la pistola entre sus manos, apuntándola hacia abajo. Gritó unas cinco veces el nombre de Valen y Fionna mientras se acercaba a la casa, pero lo único que obtuvo como respuesta fueron a unos cuantos pájaros chillando. Pensó que si Ashley seguía allí dentro lo mejor sería entrar por la puerta trasera, así que se dirigió hacia allí.
Al entrar, el cuarto que estaba más cerca era la cocina, así que se dirigió allí. No vio nada extraño. Todo se encontraba en orden. No había señales de utensilios rotos y tampoco había gotas de sangre. Quizás, después de todo, solo hubiese sido un error. Salió del cuarto algo esperanzado, pero ese sentimiento se esfumó al ver la escena frente a sus ojos: Valen estaba atado a una silla del salón. Sus piernas y manos estaban atadas con un par de sogas que, si bien no eran resistentes, eran lo suficiente para mantenerlo quieto. Tenía su cabeza gacha, su boca tapada con cinta y algunas gotas de sangre rodeaban su alrededor. Con cuidado el vampiro se acercó y se arrodilló de cuclillas delante de él. Lo movió un poco por los hombros y enseguida levantó su mirada. Sus ojos, rojos por tanto llorar, obtuvieron un brillo al ver que era Marshall. Luego, pareció recordar algo. Comenzó a moverse inquieto y a murmurar cosas incomprensibles a través de la cinta. El vampiro, al no entender, rompió las sogas con sus manos y le quitó la cinta de la boca. Sus manos señalaron un espacio detrás de él. Marshall se paró para ver de qué se trataba, y sintió que su alma -si seguía teniendo- caía a sus pies. 
Fionna estaba tirada en el piso hecha una bola. Su remera color blanca tenía una gran mancha de rojo. Estaba muy pálida y parecía respirar con dificultades. El cuerpo del vampiro fue incapaz de reaccionar. Se quedó inmóvil, esperando que todo eso fuese solo una pesadilla y que en cualquier momento despertaría.
—Ayuda a la tita, por favor —suplicó una voz entrecortada detrás de él. 
El cuerpo de Marshall pareció reaccionar al escuchar las palabras de Valen. Se acercó corriendo hacia la humana. Tomó su cabeza entre las dos manos y vio que en su cara tenía algunos rasguños, hechos por lo que parecían uñas. Tomó su pulso y, para su suerte, aún seguía viva. Sin embargo, los latidos de su corazón eran muy lentos, lo cual logró ponerlo más nervioso de lo que ya estaba.
—¿Qué ocurrió? —preguntó sin apartar la vista del cuerpo de Fionna. 
—Vino una señora… Una chica que se me hacía conocida. ¿Cabello blanco? Sí, creo que era así —respondió entre sollozos.
—¿Dónde mierda está Elliot? —preguntó mientras buscaba su peluca, sus lentes de contacto y el maquillaje color piel para cubrirse las manos y su rostro. Tenía que llevar a la humana a un hospital pero no podía aparecerse como vampiro.
—Él se fue a comprar… Pasó una media hora o un poco más y llegó ella —explicó mientras se sentaba al lado de Fionna y le acariciaba su pelo rubio—.Yo estaba pintando en el salón cuando ella llegó y la tita estaba buscando algo de comida para mí. La muchacha me tapó primero con cinta la boca para que no gritara y después me ató a la silla. Entonces se dirigió hasta la cocina y la trajo arrastrándola de los pelos. Me Dijo que quería verla morir. Tito, pensé que iba a matarla —dijo entre lágrimas mientras acariciaba el rostro de la humana con cariño—. Ella no se rendía. Mientras estaba tumbada en el suelo y la chica le pateaba las costillas con fuerza, la tita solo me miraba y me susurraba que todo iba a estar bien. Sonreía para tranquilizarme, pero la chica le borraba la sonrisa con una nueva patada —comenzó a llorar mientras escondía la cabeza en el cabello de la humana, al tiempo en el que Marshall terminó de pasarse el tono piel por su rostro. 
—Tranquilo, enano —lo consoló mientras se acercaba a ellos—. Tu tita es fuerte, yo sé que se pondrá bien —le aplicó un poco de tono piel a la cara de Valen también, para que pareciera humano, y luego tomó a Fionna en brazos—. ¿Dónde fue la chica? —le preguntó mientras se dirigía hacia la puerta.  
—Se fue —respondió mientras seguía a Marshall—. Dijo que volvería para acabar el trabajo. 
En ese momento, antes de que pudiese contestarle a Valen, vieron como el coche de Elliot llegaba. Éste se veía tranquilo, pero, al ver a Fionna brazos, sus ojos se abrieron a más no poderse. Apagó el coche con un movimiento rápido y bajó de este aún con más velocidad. Corrió hacia ellos mientras el vampiro metía en la parte trasera de su coche a la humana, y Valen subía allí también.
—¡¿Qué mierda ocurrió?! —preguntó totalmente sorprendido. 
—Lo que no tendría que haber pasado —contestó entre dientes—. Mejor dicho, ¡lo que no tendría que haber pasado si hubieras cumplido con tu trabajo! —gritéó mientras  estampaba contra el suelo a Elliot—. ¿Sabes el miedo que ha pasado Valen? ¿Sabes lo que es llegar y ver a tu chica llena de sangre, en el suelo? ¡¿Lo sabes?! Todo por un imbécil que no sabe hacer su trabajo —lo miró con ganas de matarlo—. ¿Se puede saber dónde estabas? 
—Estaba comprando una nueva alarma… Mencionaste que no había sonado y entonces fui a buscar una nueva.
—Nunca tuviste que haberte ido. Te dije que te dejaba mi mundo en tus manos y no supiste protegerlo. No me vuelvas a buscar, nuestra amistad se fue a la mierda —y dejándolo allí tirado se subió a su auto. 
—Necesitarás a alguien para meter a Fionna en el hospital. No creo que quieras decir “Marshall Lee Abadeer” —gritó para que lo pudiese escuchar, y lo logró. Bajó la ventanilla, encendiendo el motor del coche, haciéndolo rugir de nuevo. 
—Tengo carné falso, imbécil —el coche desapareció de la vista de Elliot en un minuto—. ¿Despertó tu tita? —le preguntó a Valen. 
—No, ni siquiera se movió. La estoy acomodando, no me gusta que esté en una mala posición. Según dice mi mami, si duermes en una mala postura, al día siguiente te dolerá todo.
Marshall lo miró a través del espejo del coche y el pequeño miraba a Fionna con ojos vidriosos, y, por sobretodo, con mucho amor. 
—Si se despierta, sólo avísame, ¿sí? —dijo un poco más calmado, ya que la clínica no se encontraba muy lejos y en unos minutos más llegarían.  
—Está bien tito —contestó mientras acariciaba el brazo de la humana. 
—¿Tú estás bien, pequeño? —le preguntó. 
—Yo sí. Solamente me duele la mandíbula de intentar gritar y no poder por la cinta que cubría mi boca —sonrió con una mueca, y, después de recordar, los sollozos vinieron a su garganta nuevamente. 
—Ese ya no es un lugar seguro —dijo, más para sí mismo que para Valen—. En cuanto Fionna se mejore, nos vamos. 
—¿Dónde iremos?
—No lo sé. Tengo que buscar algún lugar seguro —cambió las marchas para entrar al estacionamiento de la clínica privada—. Pero no voy a dejar que vuelva a suceder lo que sucedió. Nadie volverá a hacerles daño, ¿me escuchas enano? Por encima de mi cadáver.
No tuvieron tiempo para seguir hablando ya que Marshall había aparcado -mal- y había bajado del coche.
—Sígueme Valen —dijo mientras tomaba en brazos a Fionna y la metía hacia dentro mientras gritaba para que viniera algún médico. Varios de ellos se acercaron.
—¿Qué le pasó? —dijo una mujer rubia con una bata blanca mientras ponían a Fionna en una camilla para llevarla a observación.
—Se cayó por las escaleras. Mientras bajaba se tropezó y rodó hasta el final —mintió.
—¿Nombre? —preguntó mientras rellenaba una ficha. 
—Fionna.
—¿Y usted es…? 
—Stefan. Stefan Clairy. 
—¿Me puede mostrar su identificación? —preguntó, y el vampiro le extendió su falsa identificación—. Bien, la señorita será vigilada durante un par de horas —le comunicó con una sonrisa materna devolviéndole lo que le había dado—. Espero que sepa esperar —dicho esto, se retiró de la sala.
—¿Se va a poner bien, tito? —preguntó Valen mientras estiraba sus brazos para que Marshall lo tomara en brazos. 
—Claro que sí, enano —respondió mientras sentaba al pequeño en su regazo—. Tu tita es una mujer fuerte, va a salir de esta.
No sabía si se intentaba asegurar él mismo de que estaría bien o era de verdad lo que decía. 

~


—¿Qué te trae por aquí, Abadeer? —dijo una voz detrás de él.
Marshall se volteó y vio a su antiguo amigo, Tim. Estaba disfrazado, pero reconocería su voz en cualquier lado. 
—Adivino, viniste a buscar sangre —comentó, sonriéndole—. Vine porque tenía que traer a mi chica.
—Espera, espera. ¿Tienes chica? ¿Qué le ocurrió? —preguntó, totalmente confundido.
—Sí, tengo. Larga historia. ¿Recuerdas a Ashley? Bueno, entró a mi casa mientras yo no estaba y los atacó —gruñó, apretando sus puños—. Dejé a Elliot al cargo y el maldito los dejó solos, momento que aprovechó Ashley para entrar y darle una paliza a Fionna mientras hacía que Valen las mirara. Ella está muy lastimada, y, por una vez en mi vida… Tengo miedo. 
—Todo va a estar bien, Marshall —lo consoló, sonriéndole—. Es una chica muy fuerte si pudo resistir eso. 
—Sé que es fuerte pero… Ella es mi chica, Tim. ¿Entiendes el temor que tengo en este momento? ¿La impotencia de no poder hacer nada? ¿Las ganas de matar sin piedad a Ashley? ¿Entiendes todo eso?
—Atrápala cuanto antes y mátala. Esa chica nunca me había caído bien. 
—Lo haré, pero antes tengo que poner a salvo Fionna y a Valen, me da igual lo demás.
—¿Dónde piensas ir? —preguntó.
—No lo sé. Tengo que irme lejos, a un lugar que ella no conozca. La cosa es, ¿cómo los mantengo a salvo? 
—Creo que contigo ya tienes bastante, pero, sino, puedes llamar a alguno de los amigos de Alexander. Recuerdo que trabajé con ellos una vez. Eran muy fuertes. Pueden ayudarte —sonrió—. Son de confianza.
—Creo que seré yo el único, pero si necesito ayuda llamaré a sus amigos. 
—Ella va a estar bien, Marshall. Además, tú no crees en la mala suerte. 
—¿A qué viene eso? —preguntó, confundido.
—Si mal no lo recuerdo, tenías un tatuaje del número trece en tu brazo —explicó—. No creías que ese número daba mala suerte, como el resto del mundo pensaba. No creías en la mala suerte. 
—Sí, lo sé. Pero eso fue hace mucho tiempo…
—Deja de pensar idioteces. Tu chica va a estar bien.
—Hablando de ella, iré a ver si me dan noticias —dijo, levantándose con un dormido Valen en brazos—. Cuídate, Tim. 
—Lo mismo digo, Marshall —le sonrió.

Se dirigió hacia la sala de espera, deseando que apareciera alguna doctora que le diera noticias, pero nada. Todo estaba vacío. El único sonido que se escuchaba era el de una televisión que estaba allí. Comenzaba a impacientarse. ¿Estaría bien? ¿Estaría grave? ¿Y si no salía de esta?
“Deja de pensar así, idiota” le reprochó su conciencia. 
Al poco tiempo, salió la misma mujer que los había atendido hace un rato con una sonrisa en el rostro. ¿Buenas noticias? Se levantó enseguida, llevando conmigo a Valen aún dormido.
—Está bien —informó la enfermera, y un suspiro de alivio salió de la boca del vampiro—. Eso no significa que no necesite estar en reposo durante unos días. Se dio varios fuertes golpes, pero está consciente.
—¿Puedo pasar a verla? —preguntó, con una sonrisa de ángel, la cual pareció funcionar.
—Sí, pero nada de ponerla nerviosa —advirtió—. Le daré quince minutos, ni uno más ni uno menos. Es la habitación 103. 
—Gracias, doctora.
Sin esperar a que se pudiese arrepentir, desapareció por el pasillo del que ella había salido unos minutos antes. Pasó por varios corredores con Valen en sus brazos hasta acertar con la puerta indicada. Entró y se encontró con Fionna tumbada en la cama. Se veía cansada, y las rasguñaduras de su cara se habían puesto más rojas. Sus puños se apretaron al verla así y cerró de un portazo, llamando su atención. Dejó a Valen en una silla que se encontraba allí y la miré. Enseguida sus ojos se aguaron con miles de lágrimas. No lo dudó y la fue a abrazar. Pasó sus brazos alrededor de ella con cuidado, ya que sus costillas estaban lastimadas y no quería hacerle más daño.
—Pensé que no te volvería a ver —comentó entre sollozos.
—Estoy aquí, Fi. Nada va a ocurrirte —murmuró. Su palma acarició con cuidado su rostro, pero ella hizo una mueca de dolor cuando la pasó por encima de uno de los rasguños profundos—. La voy a matar —susurró entre dientes mientras la ponía encima de él, refugiándola entre sus brazos—. Ya está, pequeña. Ya pasó. Todo está bien. Nada parecido a esto volverá a ocurrir. No voy a volver a dejarte sola. Ni a ti, ni a Valen.
—Tengo miedo, Marshall —dijo, con una voz apenas audible. 
—Estaba muy preocupado —murmuró en su oído—. No me des estos sustos, porque el miedo que no logró causarme tu padre cuando intentó matarme lo lograrás causar tú en cinco minutos, ángel.

entre el cielo y el infierno (fiolee)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora