capitulo 18

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El tiempo fue pasando con lentitud. Dos semanas fueron suficientes para que Fionna se recuperase del incidente. Sonreía y cuando le preguntaban cómo se encontraba siempre respondía que estaba perfectamente, aunque en el fondo sabía que no era cierto. Sabía que ese sentimiento de inseguridad aún seguía allí, acumulado en alguna parte en su interior. La primera vez que puso pie en la casa nuevamente, un escalofrío la recorrió por completo, y la angustia y temor de ese día volvieron a su cabeza como ráfagas de viento. Marshall tuvo que consolarla entre sus brazos, y por más que le hubiese repetido millones de veces que todo iba a estar bien, lo único que obtenía como respuesta era “sé que solo lo dices para consolarme. Ni siquiera tú te crees eso.” 
Por otro lado, Alexander ya se encontraba mucho mejor. Pudo volver a su casa en una semana ya que era un vampiro demasiado fuerte – hacía falta demasiada fuerza para derrotarlo. Aunque, eso no cambió el hecho de que se haya puesto mucho más alerta, andando con sigilo cada vez que salía, y sobre todo cuidando el doble a su familia.
Sobre el tema de Kenny no hubo ni un solo cambio. Seguía yendo cada día en busca de Katie, y si antes regresaba tarde, después de enterarse lo que le pasó a Valen y Fionna había veces en las que ni siquiera regresaba. Sus ojos se la pasan rodeados de círculos negros, demostrando lo poco que descansaba. Tenía un aspecto mucho más cansado del usual, pero a pesar de todo no se da por vencido. 
Sobre Valen… Bueno, básicamente desde el ataque él y la humana se la pasan juntos. No se separan nunca. Son como lápidas: imposibles de arrancar de un solo tirón. Hay veces en las que duermen abrazados, o el pequeño y ella se metían a bañar juntos. Marshall hasta lograba sentirse celoso por momentos. Sí, sabía que era solo un niño pero, ¡se duchaba con ella! No había duda en que se sentía mejor, sin embargo, el miedo permanecía allí. Enterrado bajo otras emociones, pero allí de todas formas. No dejaba que se notase, pero cualquiera que lo mirase a los ojos se daría cuenta de que está asustado. No solo eso, sino también preocupado por su padre. Cuando lo ve llegar cansado siempre pregunta qué es lo que le ocurre, pero Marshall ignora el tema y trata de entretenerlo con algún juego.
Y, por último, estaba el tema de Stuart. En esas semanas el vampiro había estado investigando y ahora sabía por dónde se movía. Había encontrado millones de artículos sobre él siendo un narcotraficante, y hasta habían encontrado droga en su casa, pero por lo único que había sido arrestado fue por la casi violación de Fionna. En esos momentos, Marshall se cuestionaba la inteligencia de la raza humana. ¿Cómo podían ser tan imbéciles para dejarlo vagar libremente por ahí? Deberían al menos haber puesto a algún policía para vigilarlo, o un arresto domiciliario, pero nada. Aunque ya no iban a tener que preocuparse por él, ya que tenía todo planeado para involucrarse con el tipo…

~

Se levantó de la cama con tranquilidad, dejando a una Fionna cansada y enredada entre sus sábanas tras de él. Sonrió al verla. Su pelo estaba esparcido por todo el colchón, y su respiración era pausada y pacífica. Le dio un suave beso en la frente y se fue directamente al baño para darse una corta ducha, la cual le servía para emparejar sus pensamientos y despertarlo un poco más. Al salir, se cambió con una ropa que casi nunca usaba: una remera roja con frases en ella, jeans oscuros y rotos, una chaqueta de cuero y una cadena en su cuello. Por suerte, había encontrado escondidos los anillos mágicos que Ashley les había hecho una vez a él y a Kenny para no quemarse en el sol, y se lo puso en su mano derecha, despeinándose el pelo un poco con esa misma. Lo único que dejó igual fueron sus converse. 
Salió del cuarto de baño, cerrando la puerta tras de sí para que el vapor acumulado allí no se esparciese por la habitación y saliese por la pequeña ventana que había dentro. Al mirar en dirección a su cama, se encontró a Fionna despierta, sentada en la cama como indio mientras frotaba uno de sus ojos y bostezaba somnolienta. Sonrió al verla. Se le acercó y se acurrucó encima de ella, haciendo que se tumbara nuevamente en la cama con él encima. 
—¿Cómo dormiste? —le preguntó en un susurro.
Bajó su cabeza hacia su cuello y comenzó a dejar delicados besos allí, provocando que la humana soltase una risita porque le proporcionaba cosquillas.
—Bien —respondió, abrazándolo de vuelta; sus manos metiéndose por debajo de su campera y acariciándole la espalda—. ¿Y tú? 
—Genial —dijo, subiendo sus besos y repartiéndolos por toda su cara—. ¿Parezco ahora un chico malo? —se separó un poco de ella e hizo una expresión graciosa, haciendo que Fionna se riera a carcajadas.
—Siempre pareces un chico malo, sabes —admitió.
—¿Tú crees? 
Asintió, sonriéndole.
—Un chico bueno no me hubiese secuestrado, ni tampoco tendría un pasado como el tuyo —dijo, dándole un beso en la comisura de sus labios.
—En ese caso, me gusta ser un chico malo.
Fionna volvió a sonreírle, pero esa sonrisa se tornó rápidamente en una mueca de confusión y preocupación al darse cuenta de que no estaba vestido como usualmente lo estaba, y que había algo en sus ojos -como una sensación de riesgo- que no era muy característico en él a no ser que estuviese por ir a hacer algo peligroso.
—¿Adónde vas? —le preguntó en un murmuro, temiendo la respuesta.
—Es un secreto, ángel. No quiero meterte en mis asuntos, tampoco en mi vida —contestó, acariciándole suavemente la mejilla con una de sus manos. 
—Ya me metiste en tu vida al traerme aquí.
Marshall le sonrió.
—No en esa clase de vida, pequeña. No quiero meterte en mi vida de asesino, quiero meterte en esta vida en la que nos encontramos tú y yo.
A la humana se le iluminaron los ojos al escuchar esas palabras. Nunca se habría imaginado algo así viniendo de él. 
—¿Por qué aparentas ser tan malo? —preguntó.
—He tenido que soportar demasiado en mi vida, Fionna. Cosas que tú no te imaginas.
—Yo también he pasado por muchas cosas, Marshall… Puedo hacerme una idea.
—Lo sé, y por eso tú me entiendes y yo te entiendo. Sabemos por todo lo que podemos haber pasado y no nos importa, estamos el uno para el otro cuando lo necesitamos.
—Me gusta tu cambio —sonrió como un gatito y besó sus labios con una dulzura indescriptible.
—A mí también —le sonrió—. Pero eso no quita que deje mi trabajo, Fionna. Eso lo tienes que entender… Tengo personas con las que tratar y gente de las cuales vengarme, no lo puedo dejar así.
—¿Matas simplemente porque te apetece o por venganza?
—A veces, he matado simplemente porque me apetecía —dijo—. Pero de esas fueron pocas. También para alimentarme, aunque suelo matar por venganza, para hacerles pagar.
—¿Pagar por qué? 
Fueron interrumpidos por el sonido del timbre. Marshall suspiró, aliviado de no tener que seguir con esa conversación por hoy.
—Creo que es suficiente para un solo día, pequeña —le dio un corto beso en la frente y se fue levantando de su cuerpo hasta quedar de pie al lado de la cama—. Yo me tengo que ir, pero estará Alexander aquí —informó—. No te preocupes cielo, él no va a dejar que nada les pase, confío en él. Va a dejar que te toquen un pelo cuando esté muerto, mientras tanto no —le sonrió para tranquilizarla—. ¿Vienes a despedirte a la puerta, como una esposa que se despide de su hombre cuando se va al trabajo? 
Riendo, se levantó de la cama. Traía puestos pequeños pantalones cortos y una camiseta un poco ajustada de tirantes que remarcaba su definida figura.
—Menos mal que Alexander tiene mujer e hijas, si no, no quiero saber lo que podría hacerte —comentó mirando su cuerpo mientras la atraía hacia él para salir de la habitación e irle a abrir a su amigo desesperado que no paraba de tocar el timbre.
—¡Abadeer! —se escuchó a través de la puerta—. ¿Estás bien? —le preguntó una vez que el vampiro abrió.
—Sí, estamos bien, sólo que no queríamos levantarnos —rió, y su amigo solamente negó con la cabeza con una sonrisa en su rostro.
—¿Cómo estás, cariño? —esta vez se dirigió a la humana.
—Bien, ¿y tú Alexander? 
Se limitó a encogerse de hombros y entrar a la casa.
—Fuerte como un roble y listo para patear culos si alguien intenta entrar en esta casa —sonrió mientras se sentaba en las escaleras que conducían a la segunda planta, las cuales estaban enfrente de la puerta de entrada—. Mis hombres te están esperando fuera, Abadeer. Ten una buena visita.
En seguida la expresión de la humana pasó de una neutral a una preocupada. No quería imaginarse a dónde iría, pero las ideas que pasaban por su mente no eran nada agradables.
—¿A quién vas a ir a visitar? —le preguntó, al tiempo en el que el vampiro la tomaba por su cintura y la apegaba a él.
—A nadie importante —dijo—. Nada de mujeres, lo prometo —le sonrió y besó sus labios, esperando una respuesta por su parte, pero Fionna se quedó completamente inmóvil—. Te digo la verdad, no voy a ver a ninguna mujer —acarició su pelo—. ¿Verdad, Alexander? 
—Va a ayudar a una chica —dijo con una gran sonrisa. 
En seguida la joven se apartó del vampiro, cruzándose de brazos.
—¡Eso no es verdad! —intentó acercarse nuevamente a ella, pero retrocedió—. Alexander —dijo con una voz cansada—, dile la verdad si no quieres que te reviente en este mismo momento.
Alexander levantó ambas manos, en una señal de paz, pero todavía con esa sonrisa en su rostro.
—No es verdad —admitió—. Ahora, se pueden dar el beso de despedida y tú al fin puedes irte, Marshall. A mis hombres no les gusta esperar.
—¿Me crees ahora? —preguntó, acercándosela otra vez con sus manos en su cintura, pero esta vez la humana no se apartó. Se dejó abrazar y después lo abrazó con fuerza. 
—Sea lo que sea que vayas a hacer, ten cuidado —pidió, mirándolo directamente a los ojos.
Marshall sonrió y besó su frente.
—Llevo una manada de vampiros a mis espaldas, ángel, nada malo me pasará —besó sus labios—. Te prometo que volveré sano y salvo.
Fionna sonrió y lo besó una vez más, aun después de escuchar sus palabras con miedo.
—Bueno, chicos, esa fue demasiada despedida —interrumpió Alexander.
—Es hora de que me vaya —la soltó lentamente, no queriendo dejarla ir—. Cuídalos, Alexander. No hagas mucho ruido, Kenny está durmiendo —miró su reloj—. Aunque no creo que tarde mucho en despertarse.
—¿Hoy también irá a buscar a Katie? 
—Ni idea, pero intenta convencerlo de que se tome este día para descansar —le comentó, golpeando suavemente su hombro—. Nos vemos unas horas más tarde hombre.
—Buena suerte, Marshall. 
Asintió en agradecimiento, y, mirando por última vez a Fionna, salió de allí. Sabía que si volteaba no iba a ser capaz de irse sin ella. Y no, no podía llevarla. Ella tenía que estar en la casa, tranquila y a salvo del mierda de Stuar. 
Conforme llegó a su coche, allí habían varios autos negros aparcados, la mayoría de ellos Jeeps. Saludó a los otros vampiros con la cabeza, y ellos correspondieron igualmente, algunos sonriendo y otros serios.
—Si alguien quiere venir conmigo porque van muy juntos, no lo duden —dijo, y al segundo vio cómo uno de ellos venía hasta él.
—Soy Valentine —le dio un apretón de manos. 
Ambos se metieron en el coche, y Marshall arrancó antes de arrepentirse de lo que estaba a punto de hacer. Hoy no pensaba matar a nadie, pero si se le daba la oportunidad, no iba a dudar en hacerlo.
—No aguantaba a esos con los que me tocó compartir coche —bufó, sacando al vampiro de sus pensamientos y haciéndolo reír—. Alexander nos explicó por encima lo que tenemos que hacer, pero dime, ¿es un trabajo tan fácil como quedarnos detrás tuyo y si empiezan ellos una lucha, empezar a matar? 
Marshall rió nuevamente ante lo simple que era aquel muchacho.
—Sí, así es. Es un trabajo bastante fácil, ¿verdad? 
Él asintió y apoyó su cabeza en el cabezal del coche
—¿Y… qué tienes en contra de Stuar? Me refiero a, ¿traficas? 
El vampiro negó.
—Casi violó a mi chica, pero fue lo suficiente como para dejarla con un trauma por un tiempo —dijo, apretando sus dedos en el volante y viendo de reojo como los ojos de su acompañante formaban grandes 'O' de incredibilidad—. Por eso me pienso hacer pasar por un vampiro normal que trafica droga, y, cuando menos se lo espere, ¡boom! Adiós Stuar. 
—Wow —logró decir, asombrado—. ¡Me gusta tu forma de pensar, hermano! —exclamó, aplaudiendo—. Vamos a reventar culos cuando tú me digas.
Marshall rió nuevamente ante uno de sus comentarios.
—Eres un buen chico, ¿qué haces en este mundo? 
Él se encogió de hombros.
—Lo normal. Una noche un vampiro me mordió y no pude seguir en la sociedad humana. Me cambié de país y aquí me tienes. Tenía que ganarme el dinero de algún modo ¿no? —explicó—. Podría tener una “vida normal” como vampiro, pero preferí algo más de locura —sonrió—. ¿Y qué es de ti? Pensé que te habías echo cenizas al sol.
—Mal bicho nunca muere, o eso dicen.
—Tú también eres un buen muchacho, pero creo que no me querrás contar la leyenda de “Abadeer”.
—A nadie se la cuento… Son muchos recuerdos y no me gusta pensar en ello. Mi pasado es eso, pasado —sonrió con melancolía, y Valentine asintió conforme.
-Todos tenemos secretos. Y más personas como nosotros que estamos en este mundo —dijo. 
Y no volvieron a hablar hasta que llegaron y todos los coches se pararon lentamente por detrás del rey. Puertas empezaron a escucharse abrirse y cerrarse. Marshall miró detrás suyo y una manada de vampiros fuertes se acercaban a él. Sabía que llevaban miles de armas escondidas por sus fuertes cuerpos, las cuales, en realidad, no necesitaban. Tocó su espalda y allí estaba la suya. Se acomodó bien su chaqueta para que no se notara y asintió con la cabeza, diciéndoles que se poníamos en marcha.
Cuando estuvo enfrente de la puerta, esperó a que los demás revisaran que llevaban todo lo que les hacía falta. Abrió con un movimiento rápido, encontrándome con un tío delgado detrás de la mesa. Stuar. Detrás de él, se encontraban lo que eran un intento de “guardias”, que parecían más los hombres que cuidaban las discotecas.
—Buenos días —dijo.
Troy Stuar sacó el humo de su cigarro y sonrió, dejando ver unos dientes amarillos gracias a tanto fumar.
—Buenos días…  —dijo, sin saber con qué nombre continuar.
—Jonathan Gray —le sonrió, queriendo llevar la situación al límite.
—¿Y bien? ¿Qué se te ofrece Jonathan?
—Quisiera cinco kilos de cocaína.
—Wow, ¿cinco? —rió—. ¿Qué quieres, matarte? 
“No, quisiera matarte a ti, hijo de puta” pensó.
—No, no me quiero matar, sólo que éstos —dijo, señalando hacia atrás a todos los hombres que se encontraban allí—, se han enganchado.
Troy rio y asintió con la cabeza, examinando detenidamente a cada uno.
—Bien, acompáñame —se levantó, dejando ver una figura muy desgastada y delgada.
“¿Tendría algún problema?” pensó. Si lo tenía, ya mismo se lo quitaría él, de un balazo entre ceja y ceja. ¿Y qué mejor oportunidad que ésta? 
Les hizo una seña a sus chicos que iban a haber disparos. Ninguno se movió un centímetro pero entendieron.
Siguió a Stuar a otra sala, al lado de la principal donde se veían sacos y más sacos de cocaína. Se dirigió directamente a los sacos de tres kilos y a los de dos. Marshall aprovechó para sacar sin hacer mucho ruido la pistola de su cintura, y lo miró mientras él, arrodillado, buscaba la droga.
Con pasos rápidos se aproximó a él y le clavó el cañón de su pistola en su cabeza, donde una mata negra de pelo se encontraba. Troy, al sentir el tacto de una pistola, se quedó inmóvil, y rápidamente su cuerpo se tensó.
—¿Ahora no eres tan valiente, hijo de puta? —le susurró. Su voz era baja y amenazadora.
—¿De qué hablas? —preguntó con un hilo de voz.
—Rubia, ojos azules. Su nombre es Fionna. La hija de tu ex amigo Jackson. ¿Te suena? 
El hombre se rió. Era una risa nerviosa, pero al mismo tiempo había algo de maldad en ella.
—Claro que me acuerdo. Maldita perra… Tenía un cuerpo de la puta madre. Estaba tan apretada… Si me hubiesen dejado cinco minutos más le podría haber quitado su virginidad —dijo, provocando que su comentario hiciera que Marshall acerque más su pistola—. ¿Por qué preguntas por esa maldita? 
El vampiro le dio una patada en su espalda, haciendo que Troy caiga al suelo, golpeando su cabeza contra éste.
—¿Sabes quién soy, enfermo? —preguntó, y el hombre negó con su cabeza—. Soy Marshall Lee Abadeer —dijo sonriendo. 
Esta vez, Troy volteó su cabeza como pudo para mirarlo.
—Pero… mierda, tú estabas muerto.
El rey se encogió de hombros.
—¿Por qué pregunto por Fionna? —continuó—. Ella es mi chica —dijo entre dientes—. Sabes lo que viene ahora, ¿verdad? —el hombre se limitó a asentir—. Pero antes, me voy a divertir dejándote la cara que no te reconocerá nadie —se agachó a su altura—. Gírate ahora, Stuar.
Troy obedeció y se volteó. Marshall lo miró a los ojos. Esos ojos que tenían rencor y odio dentro de ellos. Esos ojos que habían visto a su chica desnuda y la habían visto sufrir.
Sin pensarlo dos veces, su puño fue a parar a su mejilla derecha, estrellándolo con fuerza. Soltó un gruñido y ya no había quien lo parara. Era algo personal. Lo tenía que hacer sufrir hasta matarlo. Sus puños casi no se veían de lo deprisa que iban. De fondo, se empezaron a escuchar disparos, y supo que allí también se había desatado la guerra. Pero lo que menos le importaba en el momento, era eso.
La cara de Stuar, después de millones de puñetazos, quedó, tal y como lo había dicho él, irreconocible.
—Tendría que traer a alguien que te follara por el culo, así sabrías lo que se siente, hijo de puta. 
Troy se retorcía por el suelo, gimiendo de dolor. Cuando la rabia volvió al cuerpo del vampiro, empezó a darle patadas en sus piernas y estómago.
—¡Sufre maricón! ¡Siente lo que un día sintió mi chica! ¡Vete al infierno mierda!
En ese instante, la puerta se abrió, dejando paso a un Valentine sonriente.
—Fuera está todo arreglado —miró al muchacho en el piso y rió—. ¿Te ayudo con éste? 
—Gracias, Valentine, pero quiero encargarme solo de esto. Es algo personal. Nadie se mete con mi chica —apuntó al hombre con su pistola—. Si no tuviese prisa por volver con ella, te juro que te haría sufrir como nadie, imbécil —gruñó—. Adiós, Stuar. Espero que te gustara conocerme.
Sin tiempo para que pudiese hacer nada más o responder, le metió un tiro entre sus cejas, haciendo que la sangre chorreara por su nariz y sus ojos se volviesen blancos.
—Bien hecho, hermano —palmeó la espalda de Marshall—. Es hora de volver a casa con tu chica.
Tomándolo por el hombro, los dirigió fuera de esa sala y hacia la principal, la cual se encontraba llena de cuerpos inertes y sangrados.
—Buen trabajo, muchachos —sonrió.
—Marshall —habló uno de ellos, mientras todos se dirigían hacia los coches—, nosotros iremos hacia nuestro escondite, ¿sí? —el vampiro asintió—. Vamos, Valentine —dijo con voz dura. 
Valentine se puso nervioso, y como a Marshall le había caído bien, decidió ayudarlo.
—No importa, chicos, lo llevaré a mi casa —les sonreía mientras desaparecía por la puerta de su coche. Enseguida sintió como alguien se sentaba en el asiento del copiloto.
—Muchas gracias, hermano, no sé cómo he podido aguantar a estos hombres todos estos años.
Ambos rieron y arrancó rápidamente el coche, desapareciendo de la escena letal que habían creado en un par de minutos. 

Entre conversaciones, llegaron a la casa. Salieron del coche entre risas, y, al abrir la puerta, enseguida tuvo a un “mono” colgado de su cuello y sus piernas rodeando su cintura.
—Has vuelto —susurró Fionna besando todo su rostro mientras él la tomaba de sus muslos para que ninguno callera al suelo.
—Te lo prometí, cielo, y aquí estoy —murmuró, y acto seguido le besó el pelo.
—¿Y ahora me puedes decir lo que estabas haciendo? —preguntó con cara de ángel, y rápidamente se dio cuenta de que venía acompañado—. Perdón, yo soy Fionna —le sonrió.
—Yo soy Valentine —le comentó sonriendo y adentrándose en la casa, cerrando la puerta tras de sí. 
Todos fueron a sentarse a la sala de estar, donde se encontraban también Alexander y Valen.
—¿Y bien? —se sentó sobre las piernas del vampiro—. ¿Me vas a decir? —besó su frente delicadamente.
—Te puedo decir que tenemos un problema menos —dijo, y ella frunció el ceño—. Digamos que ya no vas a tener que preocuparte nunca más por Stuar, excepto que te vayas al infierno, cosa que dudo mucho.
—¿Estás hablándome en serio? 
Marshall asintió, y vio como las lágrimas caían por las mejillas de la humana
—Gracias —le susurró, abrazándose a su cuello, mientras él le acariciaba de forma cariñosa su cabello rubio y largo.
—Ese hijo de puta no volverá a tocarte nunca más, ángel —sonrió.
—Gracias, Marshall —se alejó del cuello del vampiro y le plantó un delicado beso en sus labios.
—De nada, pequeña —besó su frente y sus mejillas, las cuales estaban húmedas por las lágrimas que habían caído unos minutos antes.
Pero, todos los buenos momentos no duran eternamente.
El celular de Marshall hizo un sonido, sacándolos de su mundo feliz. Tenía un mensaje nuevo, y, al mirar quién se lo enviaba, su cuerpo se tensó entero.
—¿Qué ocurre?
La mandíbula de éste se tensó al ver el contenido.  
De: Ashley
Asunto: Urgente.
Calle New Seattle, 1933.

entre el cielo y el infierno (fiolee)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora