capitulo 15

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Dejó el dibujo que había hecho Valen en la mesa y sus manos se fueron directamente a su pelo, estirando este como si no hubiera un mañana. Sus ojos miraban con furia la madera oscura de la mesa que se encontraba frente a él. Katie estaba en graves problemas, y lo peor es que nadie sabía dónde estaba ni cómo encontrarla. ¿Ashley podría ser capaz de encontrarla antes de que ellos pudieran? Conociendo como es, seguramente tenía que tener millones de “amigos” capaces de hacer lo que sea por ella con tal de después tener una noche junto a la hechicera. 
¿Es que el mundo se ponía en contra de él? ¿No tenía bastante con sus propios problemas? Parecía que no, que cada vez le agregaban un problema más para ver cómo el vampiro se frustraba. 
—Váyanse —musitó en un gruñido al ver que Fionna y Valen aún seguían allí.
Ambos lo miraron con el ceño fruncido. ¿Cómo es que podía cambiar de humor tan rápido? Hace unos segundos estaba de lo más bien
—¿Qué no me escuchan? Dije que se fueran —volvió a musitar, pero esta vez elevando su tono de voz.
—¿Qué te ocurre ahora? —preguntó Fionna tomando a Valen entre sus brazos, el cual estaba asustado.
Marshall se encogió de hombros y luego dio un puñetazo en la mesa, levantándose después de éste.
—¿Quieren irse de una puta vez? Tengo muchas que hacer con Alexander. Cosas que con ustedes por aquí rondando no puedo hacer.
El rostro de Fionna enseguida adaptó una expresión seria y abrazó más a sí a Valen, el cual tenía lágrimas bordeando sus pequeños ojos.
—Eres un tremendo idiota, Abadeer —dijo antes de desaparecer de la cocina.
Se dejó caer en la silla con un gruñido y de nuevo sus manos estiraron su oscuro cabello.
—¿Por qué ese cambio de actitud? —preguntó Alexander.
—Necesito que investigues a otra persona Alexander, por favor. Solamente una persona más y listo.
Él asintió, sacando su notebook del maletín negro que se había quedado debajo de la mesa. 
—¿Nombre? —dijo sin más preguntas. 
—Katie... —miró el dibujo—, Katie Laurent.
Alexander asintió y empezó a teclear cuando la notebook se acabó de encender y todas las actualizaciones acabaron
—¿Cuánto puedes tardar? —preguntó.
—Me llevará unas cuantas horas —dijo—. Mientras, puedes irme explicando sobre tu chica, aunque creo que ahora mismo, ella chica está muy enojada —rió y Marshall lo miró mal—. ¿Por qué ese cambio de humor? 
—Sabes cómo soy  cuando algo me sale mal. No sé lo que hago ni lo que digo.
Alexander asintió dándole la razón pero sin levantar la vista de la computadora.
—¿Sabes? No quiero que nada malo le ocurra, Alexander... Para ser sincero, a ella la tendría que haber matado el primer día que la encontré, pero no pude. El segundo, menos todavía. ¿Cómo podría matarla? Era la única chica que aguanta mi malhumor. Además, intenta negarme que no está buenísima —dijo sonriendo, y vio que a su amigo también se le asomó una sonrisa.
—¿Es buena en la cama?
Marshall rió por lo bajo.
—No lo sé, aún no... 
Su amigo lo interrumpió, esta vez levantando sus ojos de la notebook.
—No me jodas, ¿Abadeer sin tener relaciones? Es muy bueno para ser verdad —Alexander se rió a más no poder. 
—Haz tu trabajo —le indicó Marshall con su dedo señalando la computadora.
Él asintió con una sonrisa de burla.
—Y bueno... a todo esto te preguntarás por qué la tenía que matar —Alexander asintió—. Ella fue la que me llevó a prisión junto a su padre.
Su amigo se puso tenso y su mandíbula se apretó.
—¿¡Estás loco?! —exclamó—. ¿Cómo mierda se te ocurre meter al enemigo en tu casa?
—Ella no es el enemigo —contestó entre dientes apretando sus manos encima de la mesa.
—No, claro que no. Entonces, ¿qué es? —se puso a escribir algo y le dejó tiempo para pensar
¿Ella qué era? Ella era una persona... diferente. Muy diferente. Y muy especial. Nadie nunca lo había soportado después de ver lo que era. O sea, un criminal, un asesino, un delincuente. Siempre se intentaban escapar, pero antes de que pudiese suceder, Marshall las mataba. Ella era una chica fuerte. Una chica que nunca se rendía y luchaba hasta el final. Una chica que tuvo que soportar que casi la violaran. El maricón la ató para que no se pudiese defender. Poco hombre. Y él seguía estando en su lista negra. Antes abajo del todo. Ahora era uno de los primeros, por hijo de puta. Fionna había llegado a su vida, y con ella tres personas nuevas a las cuales matar y hacer sufrir. ¿Quién se iba a librar de pagar por el sufrimiento que le habían causado a su chica? Nadie, y si moría en el intento, la dejaba tranquila en un mundo donde sabía que nadie podría hacerle daño y viviría tranquilamente
—¿Y bien? —preguntó Alexander al ver que su amigo no respondía.
—Simple, ella es mi chica —respondió.
—Estás loco, Abadeer —rió—. ¿Realmente estás Seguro de que no te va a hacer daño? ¿Estás seguro de que cuando tenga la oportunidad se va a escapar y decirles a todos esos mata vampiros en dónde te encuentras?
—Claro que sí. Fionna es como... Es como... —no se le ocurría qué decir—. Es como de la familia.
Alexander sonrió ampliamente.
—Ve y haz las paces con tu familia mientras yo me ocupo de esto. Tranquilo, intentaré darme la máxima prisa posible.
Marshall lo miró con duda. Dudaba que hiciera eso. Alexander siempre se tomaba su trabajo con tranquilidad. A veces, con demasiada tranquilidad.
—No me mires así. ¿Qué crees? Yo también quiero irme a mi casa con mi familia, ¿o qué piensas? ¿Que eres el único que quiere a su familia? —él negó con la cabeza—. No me entretengas más, Abadeer —
Marshall sonrió, se levantó de la silla y se fue, dejándolo tranquilo, tal y como él había pedido.


Llegó al salón un minuto después, y se encontró con Fionna consolando a Valen. ¿Tan duro había sido? Los miré y la humana, a decir verdad, también parecía triste. Se maldijo por dentro. Iba a entrar en la escena pero se quedó parado escuchando la conversación.
—No te preocupes, cielo —dijo Fionna con una voz dulce—. El tito sólo intenta protegernos, ¿sí? —el pequeño asintió y movió sus piernas en el sofá, intentando controlar sus lágrimas.
—¿Nos quiere? —preguntó.
—A ti sí que te quiere pequeño, hazme caso. El tito te adora —sonrió y lo abrazó.
—¿Por qué se comporta así contigo? —frunció el ceño—. Eres su chica —dijo con voz grave, intentando imitar la voz del vampiro y provocando que Fionna riera.
—Tu tito es complicado. Por un momento está gritando y al otro está cariñoso. Nunca lo olvides, pequeño: él puede ser un dolor de cabeza o un amor.
—No sabía que pensabas eso de mí —dijo desde su posición.
Fionna giró su cabeza para verlo y sus mejillas se pusieron rojas. Se levantó -ya que estaba de cuquillas delante de Valen- y le sonrió apenada. 
Marshall se acercó a ambos y los abrazó con fuerza. Lo sentía mucho. En el fondo no quería gritarles, pero simplemente no piensa.
—Lo lamento muchísimo —los tiré al sofá, haciendo una vuelta en el aire para que ellos cayeran encima de él. Valen rió y Fionna también, aunque tuviese que agarrarse a la camisa de Marshall para no caerse al suelo—. Enserio. No quise gritarles —dijo mirando a Fionna a los ojos mientras ella se acomodaba encima suyo.
—¿Ocurrió algo? —preguntó la humana cuando ya había encontrado la postura adecuada.
—Nada importante, enana —besó su frente y la miré, avisándole que más tarde le contaría, cuando no estuviera Valen.


Pasaron las horas viendo la televisión. Ambos seguían encima de él. Valen estaba medio dormido, ya que eran las 12 de la noche.
—Lo iré a dejar en la cama —avisó Fionna, pero Marshall la paró al ver que se dirigía a la habitación de ambos.
—Llévalo a la cama de Kenny, él lo necesita. Tenerlo entre sus brazos por la noche creo que lo hizo despertarse de mejor humor.
—Está bien, ahora regreso -sonrió medio dormida y subió las escaleras, mientras la mirada de Marshall se perdía en el gran trasero que tenía esa muchacha. Un día lo iba a matar.
Escuchó una puerta abrirse y divisó a Alexander con cara de cansado y con su notebook en las manos. Se sentó a mi lado y señaló la pantalla. En esta aparecía la imagen de una chica muy linda: cabello castaño, ojos mieles y piel pálida y muy delicada.
—Ella es Katie —dijo.
—¿Qué pudiste averiguar? 
—No mucho. Paradero desconocido, vivió un tiempo en los bosques y debajo de un puente, pero nada más que eso. Lamento no haber sido de mucha ayuda.
Marshall asintió. Por un lado estaba relajado. Si Alexander no había podido descubrir en dónde se encontraba, entonces Ashley tampoco podría. 
—¿Qué están haciendo? —preguntó Fionna apareciendo repentinamente al lado de ambos y viendo la foto de la chica.
—Le pedí a Alexander que investigara a Katie —respondió Marshall, y vio como las manos de la chica se dirigían a su boca.
—¿Pasó algo malo con ella? 
—No, nena. No ocurrió nada —dijo el vampiro atrayéndola hacia a él y sentándola en su regazo, mientras sus brazos la rodeaban. 
En eso se escucha un portazo, y los tres se dan vuelta para encontrarse a un Kenny cansado y sin nadie a su lado. 
—No la encontré —comentó, mirando a cada uno de ellos y dándose cuenta que Alexander estaba allí—. Hola Alexander —le dijo, y este le sonrió en forma de respuesta. 
Kenny les hizo una señal con la mano a los tres y acto seguido subió escaleras arriba.
—Bueno, creo que es hora de que me vaya yendo —dijo Alexander guardando sus cosas—. Un placer volver a trabajar contigo, Marshall —le tendió la mano a su amigo y este se la estrechó—. Y un placer conocer a la chica de Abadeer —le sonrió a Fionna y esta hizo lo mismo—. Cuídalo. Sé que a veces puede parecer un idiota, pero en el fondo es un chico bueno.
—Ya déjate de discursitos y vete. Te acompañaré hasta la puerta —dijo Marshall parándose y dejando a Fionna sentada en el sofá.

El vampiro acompañó a su amigo hasta la entrada de su casa. Le abrió la puerta y el frío viento de la medianoche les dio la bienvenida.
—Hasta la próxima, Abadeer —le dijo Alexander sonriéndole.
—Adiós, Alexander. Y gracias por la ayuda.
—No es nada. Dile a tu amigo Kenny que le deseo suerte de mi parte —se comenzó a alejar del vampiro, pero recordó algo—. Ah, y una cosa más —se dio vuelta para mirarlo—. Cuida a tu chica. No encontraras a otra humana como ella. Se nota desde lejos que lo que sientes por ella no es una simple atracción, Marshall. Y tu corazón sabe muy bien eso. Lo único que pasa es que tu cerebro no quiere asimilarlo —le sonrió al vampiro que lo miraba atónico y con los ojos muy abiertos desde la puerta y luego se marchó.

entre el cielo y el infierno (fiolee)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora