capitulo 9

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La hechicera observaba con una sonrisa cínica a los dos vampiros y a la humana, quienes estaban entretenidos con Valen, y no se percataron de su presencia en absoluto, hasta que esta habló. 

—Awwn, hasta parecen una familia feliz y todo —Comentó, provocando que los tres se voltearan.
—¿Qué te pasa, Ashley? —Preguntó Marshall enojado, mientras Fionna se refugiaba detrás de su espalda.
—¿Me tienes miedo, pequeña? —Sonrió diabólica, observando a la chica.
—No te metas con ella, métete como la gente como tú.
—¿Y cómo son las personas como yo? —Preguntó pícaramente.
—¿Quieres saber? —Ella asintió—. Unas perras, eso es lo que son.
Marshall podría jurar que si su boca no estuviera conectada al resto de su cuerpo, le hubiera llegado hasta el suelo.
—Eres un completo imbécil.
—Me lo suelen decir.
—Los dejo, familia —Dijo riendo, haciendo una señal de paz con sus dedos para luego salir por la puerta y dirigirse a su cuarto.

—¿Las personas pueden ser perros? —Preguntó inocentemente Valen, que se encontraba en los brazos del vampiro.
—Solo algunas personas, no todas tienen ese talento —Sonrió, bajó al pequeño y luego observó a Fionna, que se encontraba mirando al suelo—. ¿Te encuentras bien? —Asintió levemente—. Hey, Valen, ¿Por qué no vas un rato con tu papá? Le vendría bien un poco de cariño. Está en la cocina. Ve, corre —Le dio un empujoncito y empezó a correr, con sus converse nuevas—. ¿Qué te pasa? —Le preguntó, cerrando la puerta con llave.
—Nada, Marshall. Ya te lo dije… —Comentó, jugando con un mechón de su pelo.
—Me dijiste que no te pasaba nada, ahora quiero que me digas la verdad —La tomó delicadamente de su mentón y la obligó a mirarlo a los ojos.
—Tengo miedo… Tengo miedo de ella, de cada vez que se me acerca. Parece querer asesinarme siempre que me ve. 
—Es una perra, no le hagas caso —Besó su frente—. Tranquila, estoy aquí para protegerte. Mientras estés a mi lado, nadie te va a hacer daño —La volvió a mirar a los ojos—. ¿Me escuchas? Nadie pequeña, nadie.
—¿Me lo prometes? —Le dijo, envolviendo sus brazos alrededor del cuello del vampiro.
—No te lo prometo —La separó un poco de él para poder mirarla—. Te lo juro.

Después de eso, tomó a la humana delicadamente por la cintura y la besó tiernamente. Fionna se lo devolvió con cariño, agarrándose con más fuerza de su cuello, atrayéndolo más hacia ella, y luego comenzó a entrelazar sus dedos en cabello del vampiro. Marshall levantó un poco la camisa que llevaba puesta y metió su mano debajo de esta, dejándole tocar la fina y suave piel que tenía la humana. Ya era como una necesidad tener que sentir el calor de su cuerpo cerca de él. 

—¿Cómo es que pareces tan delicada y luego eres muy fuerte y valiente? —Le preguntó, separándose un poco de ella.
—Tengo mis tácticas —Dijo, mostrándole al vampiro una preciosa sonrisa.
—¿Sabes que eres hermosa?
—Nunca me lo habían dicho antes —Comentó sonrojada, abrazándolo.
—¿Lo dices en serio? —Le devolvió el abrazo, sosteniéndola con fuerza contra sí.
—Mi papá no suele decir cosas bonitas… No se le hace muy fácil mostrar sus sentimientos, y no salí mucho tiempo con algún chico para que me lo dijeran.
—Al parecer, ese hombre y yo no somos tan diferentes —Fionna se tensó en sus brazos, recordando cuando su padre la maltrataba, y Marshall se dio cuenta de eso—. No te voy a hacer daño, pequeña.
—Marshall… Es que tú… —La calló dándole un beso.
—No digas nada más. No ahora que tengo la oportunidad de tenerte entre mis brazos.
Sintió como se relajaba y le sonreía levemente, sonrojada. La volvió a besar tiernamente, acariciando su espalda con delicadeza, para luego bajar hasta su cuello y comenzar a dejar besos allí. Fionna comenzó a soltar risitas porque Marshall le provocaba cosquillas, y lograba que el vampiro sonriera como un idiota gracias a estas. 
—Me encanta que rías —Le dijo, besando su frente y repartiendo besos por todo su rostro—. Me encanta tu suave y angelical voz.
—Marshall… —Susurró, completamente sonrojada.
—Me encanta como sale mi nombre de tus labios —Le sonrió encima de sus labios y comenzó a besarlos con ternura nuevamente.

Luego de unos segundos, se vieron obligados a separarse por unos golpes en la puerta y la voz de Valen llamándolos a ambos. Enseguida se separaron, y Fionna acomodó un poco su camisa por detrás, ya que Marshall se la había levantado un poco, mientras este -sin importarle su aspecto- abrió la puerta y, al hacerlo, el pequeño se abalanzó sobre sus piernas. Lo miró desde arriba y lo tomó en sus brazos, como lo había hecho ya anteriormente.

—Hey, ¿Qué ocurre, Valen? —Le preguntó. 
—Mi papi… —Dijo entrecortadamente—. Mi papi está tirado en la cocina —Se abrazó al cuello del vampiro, quien tenía los ojos abiertos a más no poder.
—Tranquilo, enano. No estés mal. De seguro no le pasó nada, ¿Sí? —Él asintió, pero aun así no dejó de llorar—. Ahora te vas a quedar con la tita mientras yo voy y ayudo a tu papá, ¿De acuerdo? 
—Sí, tito.

Le pasó al pequeño a Fionna, quien lo tomó en sus brazos cariñosamente y le besó la frente, mientras limpiaba las pequeñas lágrimas que se formaban en sus ojos. Marshall salió rápidamente de allí y se dirigió a la cocina donde, tal y como lo había dicho Valen, estaba Kenny en el suelo, boca abajo. El vampiro se dirigió hacia él y lo volteó. Seguía vivo, obviamente, pero estaba inconsciente. 
—¿Qué mierda te pasó, bro? —Preguntó, sacudiéndolo lentamente, sabiendo que no iba a responderle. 

Luego de unos segundos, se levantó del suelo y miró a su alrededor para ver qué podría haberle sucedido, hasta que su mirada se posó en la mesada, donde había rastro de una raya de cocaína. 
—¡Mierda, mierda y más mierda Kenny! —Gritó aunque no lo pudiera escuchar.
En ese momento, apareció Fionna en la escena, con el pequeño Valen escondido entre su cuello. Marshall flotó rápidamente, pasando por al lado de ambos, casi tirando a la humana, y se dirigió hacia la sala de estar, donde tenían -o solían tener- un botiquín, por si a alguno de ellos le iban muy mal las cosas o se pasaban de la raya con la droga, como en ese momento.

Abriendo y cerrando varios cajones, el rey por fin encontró lo que buscaba. Lo abrió y sacó rápidamente la inyección que haría que se mejorase en, más o menos, una hora y media. Flotó nuevamente hacia la cocina, donde se encontraba Valen sentado en una esquina, con su cabeza escondida entre sus rodillas, y Fionna de cuclillas poniendo a Kenny de costado para que no se ahogara con su propia lengua. La apartó sin medir mucho su fuerza y logró tirarla al suelo. Se volteó y la humana lo estaba fulminando con la mirada. Él solo le sonrió y luego le inyectó el líquido a su amigo. 

Al terminar todo, Marshall tomó a su amigo en brazos y se dirigió nuevamente hacia la sala.
—Mierda, Kenny, te voy a poner a dieta —Comentó.
—¿Para qué? Si lo único que tiene es músculo —Dijo Fionna, algo fría por el incidente de hace algunos minutos.
El vampiro no le contestó para no iniciar una discusión frente a Valen, pero le lanzó la mirada más asesina que pudo hacer. Ella no se acobardó y solo rodó sus ojos. “¿Qué le pasa a esta mujer?” “¿Es bipolar?” “¿Estará loca?” “¿Tendrá algún problema mental?” Pensó, para luego negar con la cabeza. Realmente no entendía, ni tampoco creía que entendiera en un futuro, a las mujeres. 

Dejó a su amigo en el gran sofá que se encontraba en la sala ya que no pensaba subir con él hasta su habitación.
—¿Se pondrá bien? —Preguntó Valen, observándolo.
—Claro que sí, enano. En una hora y media o dos estará en perfecto estado —Le sonrió y se sentó en el otro sofá. El pequeño lo siguió y se sentó en sus piernas, ya le había tomado cariño. 
Fionna los observó sonriendo levemente por unos segundos y luego se fue con sus brazos cruzados, haciendo que el cuerpo del vampiro se tensara al ver sus marcadas y perfectas curvas a través de la fina tela de la camisa. A veces, Marshall pensaba que quería matarlo, y por eso hacía muchas de las cosas que solía hacer. Como esa manía suya de abrazarse a sí misma y hacer que se note su perfecta figura. 

—Valen, ¿Le puedes hacer un favor al tito? —Sonrió inocente. El pequeño vampiro desvió su mirada hacia él y asintió—. Ve a buscar a la tita y dile que me vuelve loco.
—¿Te vas a ir al psiquiátrico tito Marshall? —Preguntó, provocando que el rey riera.
—Si sigo con tu tita, creo que acabaré por ir. Es lo más seguro —Ambos rieron.
—Ahora regreso entonces —Bajó de sus piernas y enseguida el vampiro escuchó sus pasitos rápidos dirigirse a su habitación, donde se encontraba Fionna.

entre el cielo y el infierno (fiolee)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora