Un sueño

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Los aurores la sostenían ejerciendo presión mientras se retorcía imponiendo resistencia.

—De nada servirá que te resistas, desde este momento estás bajo el criterio del departamento de seguridad mágica —impone Harry—. Clara McDonnell, estas bajo sospecha por el atentado contra un miembro político y por usurpación de identidad. Tus derechos serán denegados debido a la gravedad de las sospechas, y el caso en cuestión. Serás interrogada y posteriormente se decidirá tu posición en el siniestro, no está demás mencionar que tu sinceridad podría abrir puertas —se acerca lo suficiente para susurrarle—, pero si decides encubrir e intentas engañarme, te daré la celda más oscura y olvidarás que alguna vez presenciaste luz de día.

Mentiría si negaba que le gustaba aplicar la psicología del terror, pero sabía que era una de las más eficaces en ese tipo de casos.

Con cuidado y rapidez pudieron trasladar a la mujer quien horas antes intentaba huir, pero gracias a la velocidad con la que se tomaron las cosas pudieron evitarlo al cerrar las salidas mágicas por unas horas. Hubiese sido terrible si ella consiguiese escapar, porque Harry presentía que tenía más respuestas de las que imaginaba.

—No tengo nada que decir, soy inocente —alega sentada en la sala de interrogación.

—Ojalá me pagaran por cada vez que oigo a un sospechoso decir eso —se burla Ron.

—Pero es la verdad, yo no hice nada de lo que me acusan. Yo no planee el ataque —se defiende.

—No te creo nada, estuviste husmeando en la oficina de Hermione durante todas estas semanas. ¿Cuál es la razón? —insiste Ron.

—Como su secretaria estuve recibiendo su correo, solo fui a dejarlo todo.

Harry golpea la mesa sobresaltando a los presentes y a los observadores al otro lado del cristal.

—¡No mientas!, subiste a la otra carroza porque tú sabías, sino fue así. ¿Por qué no subiste a la misma que ella?

La mujer titubea un poco antes de hablar.

—Yo no fui, yo no fui, lo juro... Yo no fui, yo no fui.

Ron intenta calmar a un Harry totalmente exasperado hasta que ambos terminan saliendo de la sala.

—Bueno, eso no fue nada contundente —se queja el jefe supremo—. Sin pruebas no podemos retenerla en este lugar.

—¡Ella oculta algo! —exclama Harry—, déjeme usar Veritaserum y verá que no miento.

—Señor Potter, usted sabe que no podemos someter a alguien a esa poción sin antes hacer pruebas físicas que aseguren que está apta para recibirla.

Harry se pasa una mano por el cabello con estrés.

—Pues de la orden para que se hagan los exámenes, a estas alturas del caso no podemos darnos el lujo de descartar a nadie...

—Señor —le interrumpe uno de los aurores recién llegados—, Leatherwood envió una nota que recibió la jefa y por lo analizado ha sido una posible amenaza.

Le entrega el papel a Harry quien lo recibe con cuidado.

—No tiene huellas ni nada, está limpio.

Leer aquello solo hacer que su genio empeore aún más.

—¿Lo ve? —se lo muestra al jefe supremo—, deme la autorización total para hacer las investigaciones pertinentes, de otra manera no tendremos una ministra para suceder.

El hombre respira hondo y finalmente accede.

—Muy bien, señor Potter, haga lo que considere correcto para resolver este caso.

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