Abril

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Miércoles. Casi al anochecer.



De algún modo, habían llegado a un acuerdo tácito; mayormente con el alfa explicando todas la razones del por qué el omega debía aceptar. Mo Ran iría al departamento de Chu Wanning una vez por semana para limpiar a fondo, e iría a visitarlo cada día por medio. Los días que no iba, dejaba viandas, sabiendo que si no lo hacía, el omega caería en comida chatarra y nada saludable para él y el bebé.

La primavera había llegado hace un tiempo, decorando las calles con sus árboles florecientes de pétalos de todos los colores.

Mo Ran había salido temprano del trabajo, y decidió parar en uno de los supermercados cerca de casa para comprar provisiones, tanto para él como para Chu Wanning.

Hace un par de meses atrás, Chu Wanning se había hartado de escuchar los golpes a su puerta provenientes de Mo Ran, que lo hacían pararse y, a veces, abandonar su escritura. No es que realmente le molestara recibirlo, pero solía llegar en momentos poco oportunos, en donde acababa de acostarse en el sofá o estaba por alcanzar el epítome de palabras exactas en algún párrafo, que al final se desvanecían en la nada. Por ello, terminó dándole una copia de sus llaves, para que pudiera entrar y salir cuando quisiera.

Mo Ran tuvo que hacer un poco de malabares para abrir la puerta por lo cargado que estaba, además de la compañía extra. Su gatita se había apegado bastante a Chu Wanning. 

"¡Wanning! ¡Ya llegué!" Gritó alegremente Mo Ran mientras se encorvaba para quitarse los zapatos.

Al llegar a la sala de estar, vio a Chu Wanning con los brazos cruzados y una mirada helada. Eso asustó de sobremanera a Mo Ran.

Chu Wanning dijo cortante y sin una pizca de emoción: "Quiero que te vayas".

Mo Ran se quedó donde estaba, boquiabierto y tratando de procesar aquella frase. Luego de un momento, sacudió la cabeza y sonrió. 

"Wanning, ¿Qué pasa? ¿Volví a interrumpir tu trabajo? Lo siento, me quedaré callado e iré a preparar la cena, ¿si?"

Mo Ran estaba a punto de darse la vuelta, pero Chu Wanning lo detuvo otra vez.

"Mo Ran, quiero que te vayas y no vuelvas. No quiero seguir con esto. Lárgate".

Cada palabra fue como un puñal sobre la espalda de Mo Ran, ensangrentando cicatrices antiguas y dejadas atrás hacía mucho tiempo. No había forma de parar la sangre espesa y caliente que se derramaba a raudales, manchando el suelo de un rojo oscuro, casi negro. Pero nadie más que él podía verlo.

Había algo rondando en la cabeza de Chu Wanning desde hacía mucho, y no podía mantenerlo en la oscuridad por más tiempo. Aunque doliera, aunque su alma se desgarrara en mil pedazos y no hubiera forma de recuperar los trozos rotos para volver a unirlos, tenía que detenerse. Este juego extraño había avanzado a un nivel demasiado difícil, uno que en el que ya no podía perder más vidas. Una más y lo perdería todo.

Cuando Mo Ran colocó sus manos sobre las rodillas de Chu Wanning, éste ya había apartado la cara, no dispuesto a verlo directamente a los ojos en lo más mínimo.

"Wanning, Wanning, por favor. ¿Hice algo mal? ¿Tuviste un mal día? ¿Qué ocurre?" Mo Ran empezó a despotricar, totalmente aterrorizado y sin entender nada.

"Wanning, si hice algo mal solo dímelo. Prometo arreglarlo, ¿si? Solo… solo mírame".

Las manos de Mo Ran estaban temblando, llevando esas sacudidas como espinas al corazón de Chu Wanning, hiriendo sus propias cicatrices. Pero aún así, no lo miró. 

Mo Ran sentía que sus ojos ya picaban con lágrimas amargas sin derramar.

Chu Wanning suspiró y sus hombros cayeron. Dijo con un hilo de voz: "Solo vete".

La Brisa del Haitang me Trajo un Cálido Hogar Donde viven las historias. Descúbrelo ahora