Por ti

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Al escuchar esa orden, los militares empezaron a alejarse de Lisboa y Estocolmo. Se empezaron a mover hacia Tokio, Manila, Denver y Roma.

Retroceded. - Ordenó Tokio a los suyos, que quería evitar ser acorralada por los militares.

Denver, Roma y Manila obedecieron. Tuvieron que retroceder para evitar chocar con los militares, que no paraban de dispararles.

Siguieron así hasta que Tokio, Manila, Roma y Denver se dieron cuenta de algo: estaban acorralados.

Su única salvación era entrar a la cocina del Banco, lo cual era muy peligroso ya que les podrían disparar más fácilmente.

Entraron a la cocina y, mientras Tokio y Manila les cubrían, Roma y Denver cogieron un tablón para ponerlo de puerta. El tablón tenía unos agujeros por donde se asomarían para disparar.

Los militares al otro lado de la "puerta" se cubrieron con las paredes del pasillo. Estaban allí todo el grupo de militares.

¿Qué hacemos? - Preguntó Manila mirando a Tokio.

Tokio no sabía qué hacer, y se encogió de hombros preocupada.

Oye Júlia, lo que has dicho en la terraza sobre mí - dijo de repente Denver - ¿es verdad?

Manila miró a Denver, bajando el arma.

Denver también bajó el arma.

Pues claro que es verdad. - Contestó.

Denver se quedó sin palabras, y Tokio y Roma se quedaron calladas para poder escucharles bien.

¿Tú te acuerdas de esas noches, cuando éramos pequeños, que salíamos a discotecas? - Le preguntó Manila a Denver.

Él asintió.

Esas noches eran las mejores. - Siguió la chica. - Nos emborrachábamos hasta que vomitábamos, y casi ni podíamos volver a casa de la borrachera.

Denver se rió.

Sí. - Dijo.

Pues yo, a lo largo de mi vida, he extrañado esas noches. - Dijo Manila. - Cuando estaba con amigos, o estudiando, o en cualquier sitio extrañaba esas noches. Por eso acepté entrar aquí, Dani: por ti.

Eso es muy bonito. - Le susurró Tokio a Roma.

Ella asintió.

Esto... es muy bonito, Júlia. - Dijo emocionado Denver. - ¿Y sabes qué?

Manila lo miró esperanzada.

Que yo, cuando estaba en Indonesia con Mónica también extrañaba esas noches. - Siguió Denver. - Y es confuso, porque yo amo a Estocolmo.

Manila desvió la mirada.

Pero aún así, amando a Mónica y a mi hijo, te seguía echando de menos. - Concluyó Denver.

Manila lo volvió a mirar y le sonrió.

Aún no te puedo decir nada. - Finalizó Denver. - Porque yo estoy con Estocolmo y me tengo que aclarar.

Bueno, - dijo Júlia - cuando lo tengas decidido me dices.

Denver sonrió, y Manila le devolvió la sonrisa.

Denver miró a Tokio y Roma, dándose cuenta que lo habían escuchado todo.

De esto, ni una palabra a Estocolmo. - Les dijo a las chicas.

Vale vale. - Contestó Tokio, sonriendo.

Por favor. - Dijo Denver.

Roma le asintió, tranquilizándolo.

Los militares, afuera, parecía que estaban tramando un plan.

Tenemos que hacer algo. - Dijo Roma.

Tokio tuvo una idea.

¿Gandía? - Preguntó. - ¿Gandía estás ahí?

Sí zorra, he vuelto pa' matarte. - Contestó Gandía.

¿No quieres ir con tu hijo? - Le preguntó Tokio, metiéndose con él. - Es normal, mataste a una mujer que estaba desarmada y herida. Supongo que no le querrás mirar a la cara.

Gandía se molestó.

¡Cállate! - Le gritó.

Tokio no se calló.

El pobre Juanito, - siguió diciendo - que creía que iba a volver a ver a su padre cuando saliste del banco. Y resulta que no. Que prefieres venir a matarnos antes de volver a casa con él.

Gandía, muy molesto, sacó una granada.

Gandía, no. - Le dijo Sagasta.

Supongo que debe sentir asco. - Continuó Tokio. - No se va a sentir orgulloso de ti. Y tu mujer tampoco.

Gandía, ya muy enfadado gritó y encendió la granada.

Todo pasó muy rápido.

Gandía tiró la granada a dentro de la cocina. La granada entró por uno de los agujeros de la puerta. Denver, Manila y Roma vieron como se les acercaba la granada. Pero Tokio la cogió, al aire, y la devolvió a los militares.

Y la granada explotó.

Roma ~ La Casa de Papel [Parte 3]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora