Tokio

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Dentro del banco, la tensión en la cocina era muy alta. La bomba tirada por Tokio a los militares había matado a unos cuantos, y Sagasta estaba furioso y dolido.

Palermo consiguió convencerlo para que hablara con él, y empezó la extracción de oro. Bogotá y los demás lo estaban preparando todo para sacar el oro. Benjamín y su grupo, en el Estanque de Tormentas, también habían empezado a preparar todo para la extracción. Palermo y Río habían logrado curar la pierna de Helsinki, y ahora el hombre estaba reposando.

Así que Palermo fue a hablar con el comandante Sagasta.

En la cocina, Tokio y los demás podrían haber salido, pero en la puerta estaban algunos soldados para vigilarlos. Entre esos soldados estaba Gandía. Tokio, Roma, Denver y Manila aprovecharon para buscar un sitio para salir de allí. Estocolmo, desde otra planta, les estaba ayudando.

Después de un rato de buscar una salida, Estocolmo habló por el walkie.

¡Chicos! - Dijo emocionada. - ¡Chicos, he encontrado una salida!

La salida que había encontrado Estocolmo era un conducto vertical que conectaba todas las plantas. Era estrecho, pero podían caber todos.

Vale, vamos a salir por aquí. - Ordenó Tokio. - Gracias Estocolmo.

Inmediatamente después de decir eso, Palermo habló por la radio: estaba preocupado.

¡Tokio, Roma, Denver, Manila salgan ya de la cocina! - Gritó, preocupado. - La charla con Sagasta no ha ido muy bien, y van a por vosotros.

Tokio y los demás se alarmaron. Se tenían que dar prisa para salir los cuatro vivos de allí.

Manila, empieza a bajar tú. - Dijo Tokio. Sacó la radio. - Estocolmo, ayúdanos desde abajo.

Manila asintió y Estocolmo aceptó. La chica se metió en el conducto y empezó a bajar lentamente. Tenía que ir lenta si no quería caerse.

Mientras Manila llegaba a donde estaba Estocolmo, se escucharon unos golpes en la puerta. Eran de Sagasta, que estaba cabreado.

Os vamos a matar a todos, cerdos. - Les dijo enfadados.

Uno de los militares se rió con voz de loco.

Roma ahora baja tú, rápido. - Ordenó Tokio.

¿Y tú cuándo bajarás? - Le preguntó Roma, que ya sabía como acababa eso.

Bajaré cuando estéis todos abajo. - Contestó Tokio, asintiendo.

Se dieron un corto abrazo y Roma se metió en el conducto para bajar.

Tokio y Denver se quedaron en la puerta, y Sagasta dió una orden por su radio que les dejó a todos paralizados: "Ahora es el momento".

Se empezaron a escuchar disparos. Todos esos disparos intentaban perforar las ventanas de la cocina. Palermo, Río y Bogotá los habían escuchado desde la sala de máquinas. Manila y Estocolmo los habían escuchado desde la planta de abajo. Helsinki los había escuchado estando en su camilla. Roma los había escuchado desde el conducto. Todos los habían escuchado, y todos se habían aterrorizado.

¿Qué ha sido eso? - Preguntó Raquel, que se estaba dirigiendo a la fundición.

¡Nos están disparando! - Gritó aterrorizada Tokio. - ¡Las ventanas no aguantarán mucho más!

Roma se dió prisa para bajar por el conducto, ya que solo podía bajar una persona cada vez. Cuando estaba a punto de llegar, en la cocina las ventanas estallaron.

¡Los disparos han perforado las ventanas, no aguantaremos mucho más! - Dijo Tokio por la radio.

Al escuchar eso, Río salió de la fundición y se dirigió a la planta de abajo de la cocina.

Allí, Tokio y Denver intentaron cubrirse de los disparos, hasta que Roma llegó abajo y Denver se metió en el conducto.

¡Tokio, ven conmigo! - Le pidió Denver.

¡No cabemos los dos, baja tú! - Gritó Tokio, que se lograba cubrir de los disparos con una encimera.

Los militares consiguieron entrar en la cocina, y empezaron a disparar.

Tokio se acercó a Denver y le hizo de escudo.

Baja tú, yo te cubro. - Le dijo Tokio.

Denver empezó a bajar contradecido y le sonrió a Tokio.

Gracias. - Dijo.

Denver se sintió mal por haber dejado a Tokio sola delante de los militares, pero sabía que tenía que ser así. Bajó hasta que llegó con Estocolmo, Manila y Roma.

Arriba, en la cocina, Tokio había iniciado un tiroteo que la había dejado en el suelo. Tokio estaba tumbada en el suelo con cinco disparos. Tenía hemorragias internas y le quedaba poco tiempo para morir. Los militares estaban allí, cerca suyo.

Te he acabado matando, zorra. - Le dijo Gandía. - Ahora te vas a ir muerta como tu amiga la gitana.

Gandía sonrió porque había matado a Tokio y a Nairobi.

Gandía, déjelo ya. - Le ordenó Sagasta al ver como Tokio moría.

Gandía. - Dijo Tokio, con una sonrisa.

¿Por qué sonríes? - Le preguntó Gandía a Tokio. - He ganado.

Un militar empezó a sospechar por la sonrisa de Tokio.

Gandía... - Repitió Tokio. - Te dije que si yo moría, tú venías conmigo.

¿Cómo? - Preguntó Gandía, asustándose.

Tokio se levantó el chaleco y los militares pudieron ver que llevaba un cinturón con bombas. Tokio activó las bombas y miró a Gandía.

Le guiñó un ojo, aún sonriendo, y Gandía intentó escapar.

Las bombas explotaron antes que ningún militar saliera de la cocina. Esa explosión había matado a casi todos los militares. Pero también había matado a Tokio.

Roma ~ La Casa de Papel [Parte 3]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora