Talk 10

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—Jennie unnie, tienes una visita —murmuró—. Rosie vino a verte.

La tailandesa le hizo una seña a la más alta para que se acercara, esta mordía su labio con fuerza, jugó con sus dedos por los nervios.

Lisa tomó su mano y la acomodó sobre la de la mayor, haciendo que diera un respingo cuando sintió lo fría que estaba, aunque la otra no dejó que apartara su tacto.

—Ella sabe que estás aquí, sabes que le gusta tomar las manos de alguien —acomodó las manos de ambas para que sus dedos quedarán entrelazados—. Por favor, no le tengas miedo, sólo está durmiendo.

Rosé sorbió su nariz, un pequeño sollozo escapó de sus labios.

—Oh, Rosie, no llores —la menor la abrazó—. Si lloras, Jen se va a dar cuenta y va a llorar también.

La neozelandesa tenía una bruma en el pecho que le decía miles de cosas para hacer, entre las que estaban huir, llorar y gritar, o quedarse allí al menos un rato, como respeto, como consuelo.

No sabía qué hacer de todo aquello.

—Lisa... No me gusta estar aquí —retiró la mano de la de la menor, la llevó a su rostro, cubriendo sus ojos para no ver.

—Pero te gusta estar con tu unnie, ¿no, Rosie? La quieres, dilo —habló, bastante alto para estar tan cerca de ella—. Rosé, Jennie está triste porque nadie viene a visitarla... Piensa que nadie la
quiere, demuéstrale que está mal. ¿Puedes quedarte un rato?

Rosé la miró con tanta tristeza, tardó unos segundos en asentir.

—Háblale, Rosie, ella te escucha —dijo—. Ya sé, iré a comprar unos buenos cafés, a ti y a Jennie le encantan, claro que estando dormida no puede beber café... Pero con unos cómodos cafés podemos hablar mejor, como antes.

Park hizo silencio unos segundos.

—Quizás cuando despierte... —murmuró, con una pequeña sonrisa—. Cuando despierte beberemos café las tres. Pero quizás este frío para entonces... Cuando despierte yo compraré los cafés.

La rubia sonrió ampliamente, cálida por la actitud de la mayor, la movió un poco entre sus brazos con emoción.

—Ya regreso, háblale hasta entonces —habló, liberando el abrazo—. Si la halagas un rato sonríe, inténtalo. O cantale algo, le gusta, y si le gusta lo suficiente también va a sonreír.

Antes de salir de la habitación, se volvió hacia la castaña, dando un apretón en su mano mientras dejaba un beso en su frente.

—Ya regreso, amor.

sleeptalk; jenlisaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora