Ryujin entró por primera vez a aquella sala, donde varios sillones blancos, igual que el suelo, igual que la pared, igual que todo en aquel lugar la recibieron, había un total de cinco personas en esa sala, cuatro con suero y sus medicinas, y una enfermera que revisaba el gotero y hablaba con una sonrisa a las dos mujeres y el hombre mayor que estaban junto a ella.
Fue a la parte más apartada de la sala, en un rincón, donde la única que tenía cerca era una muchacha joven, con un gorro de lana colorido que llamó su atención inmediatamente.
La chica del gorro estaba concentrada escribiendo en un cuaderno, jugaba con sus finos labios mientras pensaba, su mano, inquieta a veces iba a su mentón y otras tiraba de su labio, su ceño se fruncía porque no le gustaba cómo iba quedando su trabajo.
Se sentó junto a ella, no porque fuera el único lugar libre, sino porque era el único lugar que estaba más lejos de los demás, pero más cerca de ella a la vez.
—¿Primera vez? —preguntó aquella desconocida con gorro de colores, alzó la vista de su cuaderno para mirarla, unos ojos de color avellana la hipnotizaron un segundo completo—. No te he visto aquí antes.
Ryujin asintió.
—Si, sí... Es mí primera sesión.
—Oh, esa es la peor —soltó una risa y sonrió de forma sincera, se acomodó con cuidado de que la vía que estaba unida a ella no se moviera—. Sé que es nuevo y puede darte miedo y tal, pero no es la gran cosa, ya después te acostumbras.
Ryujin sólo asintió, y miró sus manos incómoda, jugando con sus pulgares.
—Soy Jisoo, Choi Jisoo. ¿Cómo te llamas?
—Shin Ryujin —dijo, alzando sus ojos hacia ella—. Tu gorro es lindo —alagó, sin saber muy bien por qué.
—Oh, gracias, yo lo tejí —dijo, acomodándoselo un poco, notó algo de cabello muy corto y de color castaño oscuro—. No es para ofender, pero el tuyo te hace ver como una botella de esas con tapa azul.
Ryujin abrió su boca y frunció el ceño, evidentemente ofendida, la risa de aquella chica no la dejó ser seria y terminó riendo también.
—Pues sí, soy muy fan de las botellas con tapas azules.
—Oh, ahora todo tiene sentido.
—Señorita Shin, ¿está lista? —una enfermera se acercó a ella, con una sonrisa amable, todas las buenas vibras que había obtenido de hablar con la extraña de gorro colorido se fueron, y asintió totalmente seria.
Vió una mano acercarse a ella y continuó hasta ver el rostro de Choi Jisoo, sus delgados labios dibujaban una sonrisa que hacía que un pequeño dobles naciera debajo de sus ojitos, que se veían amables y luminosos, un ligero rubor se esparcía por sus mejillas.
—Puedes tomar mí mano, para sentirte mejor —ofreció, y Ryujin dudó hasta que por fin le hizo caso.
Apretó la mano de aquella extraña mientras la enfermera hacia lo suyo, y una vez que estuvo todo conectado y el gotero en marcha, suspiró con alivio, mirando a Jisoo, quién le sonrió ampliamente y sus ojitos desaparecieron detrás de sus mejillas.
Una sonrisa bonita que la terminó contagiando también.
—No fue tan terrible al final, ¿no crees?
—No —negó—, para nada —dijo, sin soltar la pequeña y cómoda mano de Jisoo, notó que era tibia y esponjosa, le pareció tierno y bonito.
Jisoo balanceó sus manos unidas, sonriendo como una tonta, sus mejillas se ruborizaron más.
—¿Molesta? —preguntó Ryujin—. Aún... Estoy muy nerviosa.
—Ey, tranquila, el secreto es no pensar en eso y distraerte... Mira el lado bueno, puedes hacer nuevos amigos aquí, por eso son geniales las quimios en grupo.
Ryujin miró al rededor, a todos los presentes que estaban igual que ella, algunos más pálidos que otros, algunos más viejos, sabía que los que estaban con mantas o más abrigados eran los que estaban más débiles.
—De los que ves aquí... ¿Cuántos crees que en verdad vivan? —preguntó, sus oscuros ojitos se encontraron con los de su compañera—. A mí todo esto... Me parece absurdo y horrible, una pérdida de tiempo, si de todas formas vamos a morir. ¿Cuál es la razón de todo esto?
Jisoo ladeó su cabeza, sin dejar de mirarla, y dijo con toda la tranquilidad del mundo:
—La razón la tendrás tú, Ryujin, y si no la tienes ahora, tu razón es buscarla. Hay algo especial para ti, aunque creas que no hay nada, siempre lo hay.
Ryujin iba a refutar, de que eso en parte le parecía ridículo.
—No puedo responder a tu pregunta porque la respuesta la tienes tú misma, Ryujin —la interrumpió Choi, y sonrió como si conociera los secretos del mundo—. Encuéntrala y verás que tengo razón.
La chica de gorro de colores le habló toda la sesión de quimio, y la distrajo tanto de esta que se sorprendió cuando terminó, Jisoo se despidió con un beso volador, y a Ryujin le pareció algo
raro, pero no preguntó.E incluso horas después de su sesión, más que en el gotero, en lo blanco, o en la misma quimo, sino que pensó únicamente en la hermosa chica de gorro de colores.