1. El Viaje

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- ¡¡¡ Hazel, corre, que vamos a perder el tren !!!! – grita una chica morena desde su coche.

Para los que no lo sepáis, esa chica que grita como si le fuera la vida en ello es mi mejor amiga Maya. Ella es lo que la gente llamaría perfecta. Es una chica alta, morena, con unos ojos azules que deslumbran a todos lo chicos que se cruzan por su lado.

- ¡ Ya voy, pesada! – le grito desde el balcón de mi habitación.

Después de miles de gritos más, entro en el coche con ella. Dejo mi equipaje en el maletero, me pongo el cinturón y veo que me mira con esa cara que pone cuando ha hecho algo malo.

- No sabes las ganas que tenía de hacer este viaje contigo, vamos a tener el mítico verano pre-universidad. Fiesta, playa, verano, fogatas ... tíos – dice exhausta.

- Te recuerdo que vamos a pasar el verano en casa de mi abuela. – le insisto.

- Tú sí que sabes cómo joder la fiesta Haz – dice mientras arranca y se pone sus gafas de sol.

Resulta que en vez de irme de viaje de fin de curso como toda estudiante que acaba de terminar el instituto me tengo que ir a pasar el verano a casa de mi abuela. No me malinterpretéis, la quiero mucho, pero es lo que menos me apetece. Mis padres me obligaron a hacerlo.

La abuela Annie ya es mayor.

Y ya que no me dejaban irme al viaje, le pedí a mis padres si podía venirse Maya conmigo. A la que más me costó convencer fue a ella, pero ella haría de todo por mí. Al contrario que mis padres, que solo quieren que haga lo que ellos tienen pensado para mí.

Mis padres me han matriculado en la Universidad Politécnica de Roma. Sí, el año que viene me lo voy a pasar estudiando una carrera que no me gusta, ni me motiva. Pero bueno, ahora en lo que me tengo que centrar es en ir a cuidar de la abuela.

Aunque he de decir que todo es mejor que quedarme aquí. Roma es muy bonito para visitar. Tiene museos preciosos, mucha cultura y gastronomía. Pero vivir aquí no gusta tanto como parece. No hay que idealizar. Al final esto es una ciudad muy grande con contaminación. Solo hay que mirar el cielo.

En esta ciudad los precios son muy altos, y todos los lugares que me aportan algo más de armonía están saturados. Ya hace meses que no puedo ir al coliseo romano sin que me empiece a chocar con todo el mundo y sin que alguien me intente robar la cartera.

Mi abuela Annie es una persona increíble, es pintora. Todo lo que toca lo convierte en oro, en vida, en un sentimiento que no se puede expresar con palabras. Ella vive en un pequeño pueblo en la costa italiana. Cuando era pequeña, iba mucho por allá. Todos los veranos hasta los doce años. Pero por horarios de mis padres, reuniones, y sus dichosos compromisos sociales dejamos de ir.

Una voz interrumpe mis pensamientos

- ¿Hazel? ¿Hola? ¿Alguien en casa? – me dice mientras me da en la cabeza como si esta estuviera hueca – Venga, tenemos que coger el tren, que sale a las 12:00.

- ¡¿A LAS 12?! PERO SI SON LAS 11:50 – le digo aterrorizada

- Ya te dije que llegábamos tarde – dice mientras levanta las manos en el aire, como símbolo de "te lo dije".

No sé cómo, pero acabamos corriendo por toda la estación. De arriba abajo. De lado a lado. En serio que las estaciones de tren o los aeropuertos podrían tener una mejor forma de comunicarse. Ya no entiendo si una señal significa servicios o acceso a los andenes. Maya me mira y señala a una pantalla que pone: 

DESENLACEDonde viven las historias. Descúbrelo ahora