11. La ayuda

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La conversación con mi madre duró más de lo que yo pensaba. Entre eso, y que no quería que nadie me viera llorar me perdí casi toda la competición. Va a dar lugar la entrega de premios y todavía no encuentro a mis amigas. ¿Por qué esto está lleno de gente?

No puedo más ...

No único que veo que me suena familiar es la carpa donde estuvimos antes, que solo está a unos pasos de mí. Entro con la mano en el pecho ... Creo que estoy teniendo un ataque de ansiedad. No puedo con todo ... Veo una silla, me siento e intento tranquilizarme. Es cierto que la música y el ruido de la gente es más lejano, pero sigue presente ... y no ayuda.

Siento como alguien entra en la carpa, no sé quien es porque sigo mirando al suelo. Mi corazón va a toda pastilla, pero todo a mi alrededor se mueve a cámara lenta. ¿Qué me está pasando? Mis ojos empiezan a llenarse de lágrimas que intento contener.

La persona que acaba de entrar se arrodilla ante mí, y con sus manos levanta mi cabeza lentamente y me mira... Es Dalton. Aún pasando por esta situación de mierda, puedo distinguir esos hermosos ojos en cuanto los veo.

- Ey ... Ey ... mírame ... tú solo ... mírame – dice con una voz suave, que no tiene nada que ver con la de antes – creo que estás teniendo un ataque de ansiedad. No tienes que decirme el por qué, te voy a ayudar. Pero necesito que confíes en mí. – me coge ambas manos para entrelazarlas con las mías.

- Mi madre ... discusión ... gente ... no las encuentro – no puedo ni terminar una frase de lo nerviosa que estoy y me tiembla la voz.

- Me has encontrado a mi, ¿vale? No te voy a dejar hasta que estés mejor. – hace una pequeña pausa. – Cierra los ojos.

- ¿Qué? ¿Por qué? – pregunto nerviosa

No es el momento de hacerte tantas preguntas, Hazel ...

Al final cierro los ojos, inspiro y expiro profundamente.

- Vale, ahora dime algo que huelas – me susurra Dalton.

- El aire ... está ... salado – una parte de mi se centra solo en eso y me relaja un poco más.

- Bien, bien, lo estás haciendo genial ... Ahora dime algo que escuches ... lo que sea.

- Tu voz ... me ayuda, es tranquila. – otra parte de mí se centra en su voz y en lo profunda que puede llegar a ser.

- Y algo que sientas ... - concluye

- Tus manos ... en mi cara, me hacen sentirme segura – le digo mientras poso mis manos sobre las suyas.

Él deja que esté así durante un par de segundos, para luego continuar diciéndome:

- Abre los ojos, Hazel ...

Él quita sus manos de mi cara, lo cual me obliga a abrir mis ojos. De repente todo está más tranquilo, calmado, o por lo menos eso noto. Siento cómo el sonido de fondo de la multitud se me hace normal, cómo el corazón ha vuelto a su ritmo normal y que yo estoy en control de la situación. Dalton sigue arrodillado frente a mí y sus ojos no se han movido ni un ligero instante.

- Gracias, muchas gracias – le digo mirándole a los ojos

- No ha sido nada ... Tú estate tranquila y la próxima vez que te pase haz lo que hemos hecho – afirma mientras me aparta un mechón de pelo de la cara y con una ligera sonrisa dibujada en sus labios.

Poco a poco vuelvo a mi realidad y me doy cuenta de que Dalton tiene una medalla de plata que le cae del cuello.

- Ey ... enhorabuena – le digo mientras le cojo la medalla - ¿Y quién ha quedado primero? – le pregunto con curiosidad

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