4. La Fiesta

14 1 0
                                    

Esto no va a acabar bien

Eso es lo primero que pienso. Estoy en mi habitación. Bueno, la que solía ser mi habitación en casa de la abuela. Ella la ha decorado, pero de una forma muy especial. Me conoce perfectamente.

La habitación ya es de por sí amplia y luminosa debido al balcón que tiene. Tiene forma de rectángulo, la pared pintada de color crema y el suelo es de madera. Hay muchos muebles, todos ellos de madera también, armarios, la cama, estanterías y un escritorio. A través del gran balcón entra la luz del sol casi todo el día. Por el contrario, por la noche la luna se refleja en el mar y me hace sentir muy cómoda. Las estanterías están repletas de libros que mi abuela me leía de pequeña y otros nuevos que estoy deseando ponerme a leer. Cada libro contiene una historia, un mundo lleno de vida, un lugar donde poder escaparse y desconectar de la triste realidad. 

Las cortinas que dan lugar al balcón son blancas y largas. Llegan hasta el suelo, es increíble. Mi madre se sentiría aterrada, diría algo cómo "se van a ensuciar por el polvo del suelo". Pero a mi me aporta una sensación de tranquilidad que no puedo explicar.

En mi casa cada cosa está en su sitio y hay un sitio para cada cosa. Pero esta casa es diferente, es natural, de colores, tiene vida propia. Podría quedarme aquí para siempre.

¿Es mucho pedir?

Encima de mi cama tengo la ropa que me voy a poner. La verdad es que siempre me he sentido cómoda con la ropa que me pongo y a lo largo del tiempo he aprendido a quererme poco a poco. Es un proceso muy largo.

Bueno, al final me pongo la ropa. Obviamente, no voy a ir con pantalones largos porque aquí hace un calor brutal. Finalmente, me pongo una falda blanca no muy ajustada y lo acompaño con una camisa negra la cual ato a mi cintura. Me hago una coleta alta y dejo que un par de mechones caigan dándole un aire más natural, y todo esto acompañado con mis converse blancas. 

Me miro al espejo. Mis pecas contrastan con mi piel clara. Observo mi pelo castaño y rizado que se encuentra a la altura de mis hombros. Siempre me ha gustado tener el pelo corto porque me aporta una sensación de libertad. Mis ojos son marrones, me gustaría tener otros ojos ... Como los de Maya ...  Y mis pestañas se ven más largas debido al fijador y al rimmel que me acabo de poner.

Bajo las escaleras y encuentro a Maya, a mi abuela y a Aubrey hablando tranquilamente en el salón. Eso sí que no me lo esperaba, la verdad.

Madre mía, ahora son tres

- ¡Guau! – dice Maya atónita

- Girl, you look good – afirma Aubrey entre risas.

- Pues yo siempre te he visto así de guapa – me defiende mi abuela

Yo me sonrojo un poco, no mucho. Pero creo que, aunque no todos seamos iguales, nos gusta que nos complementen.

- Bueno, ¿nos vamos ya o que? – digo para cambiar de tema – Mañana hay que levantarse pronto y queremos ir al mercado, limpiar ...

Antes de que siga hablando, Maya y Aubrey me agarran por los hombros y me arrastran hacia la puerta:

- Bla bla bla – dice Maya mientras mueve la mano como si mi boca fuera la de un loro.

- Venga, vamos a pasárnoslo bien. Además,  ya podemos beber. Esta va a ser una noche para recordar. – concluye Aubrey mientras empieza a arrancar su camioneta.

El trayecto a casa de Aubrey se basa en risas, conversaciones y canciones a todo volumen.

- Súbela, me encanta esta canción – le digo a Aubrey y ella la pone a tope.

DESENLACEDonde viven las historias. Descúbrelo ahora