3. La Abuela

11 1 0
                                    


Llevo delante de la puerta fácil dos minutos. La estoy mirando atentamente. ¿Por qué no llamo al timbre? ¿Tengo miedo? La verdad es que no lo sé, hace tanto que no veo a mi abuela... ¿Y si se hace un silencio incómodo? ¿Y si ella no quiere ni verme? Al fin y al cabo, fue mi familia la que dejó de venir.

Me hago muchas preguntas

¿Sabéis? Mi abuela y yo lo hacíamos todo juntas. Ella me enseñó a escribir, a pintar, a disfrutar de la vida. Y pensar que quizá nuestra relación se hubiera visto afectada por la decisión de mis padres me aterra.

Hay personas que nos han ayudado a saber quienes somos. Las personas nos ayudan a saber qué queremos hacer, nos ayudan a ser humanos y lo más importante de todo: nos ayudan a sentir. Mis padres siempre me han dicho que las personas van y vienen, que son como puertas que se abren y se cierran. Y que, al igual que aparecieron en nuestra vida, pueden desaparecer muy fácilmente. Pero, ¿qué hay de todos los recuerdos y momentos que dejaron en nuestra memoria? Yo creo que la puerta puede abrirse y cerrarse, pero lo que sentimos con esas personas siempre se quedará ahí.

- Oye ¿sabes que estamos paradas, no? – pregunta Maya poniéndose delante de mi cara de un solo brinco. Pero su típica expresión de despreocupación desaparece de su cara y un gesto de inquietud se dibuja. – Todo va a estar bien, ¿vale? – dice mientras acaricia mi brazo para que no me preocupe de nada.

- Vale, gracias por venir – le digo. Nos miramos a los ojos y con eso ya ambas sabemos que no tenemos que seguir hablando del tema.

Eso es lo bueno de tener una mejor amiga, que siempre te va a comprender.

Al final, toco el timbre decidida y con una expresión firme en mi cara. Ni siquiera he soltado la maleta de mi mano de lo firme que estoy. Maya se encuentra detrás de mí, y noto cómo me mira atentamente.

La puerta se abre y en cuanto toco el timbre, es como si me estuviera esperando. Y es entonces cuando la imagen de una mujer mayor se presenta ante mis ojos.

Sigue igual que siempre ...

Parece que los años no han pasado para ella. Es una mujer mayor, fuerte y de estatura media. Aunque ahora casi le saco una cabeza. Tiene el pelo canoso, pero se puede ver que se lo retoca dándose unos tonos castaños. Su piel es clara como la arena de la playa y sus ojos, marrones. También tiene la nariz chata y los labios finos.

Pero lo que más llama la atención de ella es su forma de vestir. Es tan bohemia, es una fantasía. Se divierte con su ropa. Se mantiene alejada de lo aburrido y neutro. Ahora mismo lleva un vestido rojo intenso, un fular turqués y un collar que le llega prácticamente hasta los pies.

Se le puede ver en la cara: es divertida, es brillante... Es mi abuela.

No lo pienso dos veces y me lanzo a sus brazos. Ella al principio no reacciona ante mi abrazo, pero en menos de un segundo me responde. Me rodea con sus abrazos y puedo sentir cómo una sonrisa se dibuja en su cara, una sonrisa tierna.

Me podría quedar así para siempre. Sigue oliendo a lavanda y a mar. Y hay algo en ella que me hace sentirme como en casa. Al cabo de un minuto nos separamos, pero para mí han sido solo como unos segundos.

Al separarnos, mira por detrás de mi hombro y ve a Maya.

- Uy, y ¿quién es esta chica tan guapa? – pregunta a mi amiga, mientras se acerca a ella.

- Hola, señora, me llamo Maya – se introduce mientras extiende su mano.

- Primero, ni se te ocurra llamarme señora, y segundo, dame un abrazo. – y antes de que Maya pestañe mi abuela le abraza. – Todos los amigos de Haz son mis amigos - dice mientras me guiña un ojo.

DESENLACEDonde viven las historias. Descúbrelo ahora