–Siga por allí, aquel camino.
El taxi rodeaba la laguna, alejándoles de la zona más transitada donde los coches y las familias se agolpaban en las orillas. El coche siguió un camino de tierra, señalado por Fernanda, y se perdió entre algunos árboles hasta que se volvió a ver la superficie del agua y una playa vacía. Salieron y bajaron a la cala mientras el coche volvía por donde había venido y les dejaba solos. Pero no era suficiente. Fernanda volvió a coger la mano de Daniel y le llevó hasta la falda de un acantilado.
–¿Dónde quieres llevarme, Rubí?
–Ya lo verás.
Soltó su mano, trepó por unas rocas con el viento agitando la falda de su vestido y, de repente, desapareció. Daniel la siguió y descubrió, en el punto en que la había perdido de vista, una entrada a otra playa, oculta de todos y rodeada de los acantilados. Era pequeña, de arena blanca y agua clara, y Fernanda ya tenía ambos pies desnudos metidos en el agua cuando el joven la alcanzó, quitándose las zapatillas junto a las sandalias, el bolso y la chaqueta de Fernanda, y subiéndose los pantalones para que no se mojaran, pero ella seguía adentrándose en el lago.
–Vamos, ven, ¡solo es agua! –le retaba.
"Por qué no", pensó él, y caminó por el fondo y se mojó la ropa, y le dio igual porque al final, a unos metros, ella le esperaba... para chapotear en su dirección y mojarle más. Se quedó parado, abriendo la boca por el frío contacto del agua, mientras ella reía como una niña.
–Oh, te vas a arrepentir.
Se abalanzó sobre ella y ambos se sumergieron en el agua. Cuando volvieron a la superficie, Fernanda quería enfadarse, pero solo fue capaz de reír y lanzarse contra él intentando devolverle el golpe, pero no se había fijado que él era tan fuerte que solo consiguió acabar en sus brazos y ser inmovilizada. Vio lo guapo que era con el pelo cayendo sobre su frente, las gotas resbalando por su nariz, la barba incipiente de un adulto asomaba dándole un aspecto desaliñado, atractivo, salvaje. Y él vio el hermoso rostro de ella, las pestañas con gotas como si fuera rocío, los labios húmedos entreabiertos, expectantes, el cabello sin los rizos cuidados y algo más oscuro por el agua le daba un aspecto menos artificial, menos angelical, más humano, y caía sobre su vestido blanco que, pegado a su cuerpo como una segunda piel, dejaba ver más de lo que él podría ignorar.
Fue ella quien dio un paso más, apoyó su cuerpo contra el suyo, puso las manos en su nuca y acercó sus labios a los suyos, pero fue él quien la atrajo hacia sí y creó el beso. La sostenía por la cintura en un abrazo. No la besaba con furia, fue el beso más apasionado que le habían dado, pero había suavidad, deseo y algo más. No saben cuánto tiempo pasaron así, sintiéndose entre el agua y el cielo, pero cuando se separaron la melena de Fernanda ya podía alzarse con el viento. Les separó un escalofrío que recorrió la espalda de ella, una juguetona ráfaga de viento que le recordó que seguían en el agua.
–Vamos a la arena, te vas a resfriar.
Dieron dos pasos hacia la orilla, abrazados con la pobre excusa del frío, cuando Fernanda tropezó con una roca del fondo y casi vuelve a hundirlos a ambos. Daniel la cogió en brazos, inesperadamente, "como si fuera una princesa, un cuento de hadas", pensaba ella mientras la llevaba así a la orilla y la tumbó con suavidad sobre la arena, y aprovechó que se había posado a su lado para atraerlo hacia sí y seguir besándole, sin poder evitar sentir un aleteo allá donde él posaba la mano para acariciarla. Ambos sentían sus corazones golpearles, ambos querían sentir al otro.
Sin embargo, Daniel no tocó nunca más de lo que debía, no acarició más piel desnuda que la de sus brazos, no puso una mano en su trasero, ni en sus pechos. Alzó su cabeza, rozando su nariz con la de ella y, apoyando su frente en la suya, le dijo en voz baja, a pesar de estar solos y en un lugar donde nadie podría oírlos:
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Rubí. Continuación
FanficRubí, tan bella como perversa... Veinte años después. ¿Qué sucedió después de los últimos minutos de esta serie? Descúbrelo conmigo ;)