..."Mi boca besando tus labios incendiados. Lamiendo la salada miel que te fluye y quema mi lengua que lasciva vibra entre: savia y saliva"... Luis Eduardo Aute.
El grácil cuello de Cayetana se arqueó cuando Khalid buscó de nuevo sus labios, su beso fue hambriento, más caliente que ninguno que hubieran compartido hasta ese momento. Ella se encontraba desesperada por las sensuales necesidades que corrían en su sangre. Quería tocarlo sin restricciones y anhelaba su toque como no había deseado jamás el de ningún otro hombre.
Aquello iba a suceder, pensó mientras se supo conducida al interior de la habitación.
Aquello era un error escrito en letras mayúsculas, lo sabía y, sin embargo, quería los recuerdos. Todos ellos. Cuando él no pudiera estar más con ella, quería saber que no se había refugiado en las precauciones y que había disfrutado al hombre.
En medio de los voraces besos que compartían, la joven sintió sus piernas chocar contra la superficie de una cama y mientras Al-Ghurair la desnudaba con agilidad, notó que estaban en la habitación de él. Esa certeza la encendió más, Khalid la deseaba en su cama.
Su ardiente mirada no parecía poder alejarse de la suya, cuando de pie frente a ella arrojó su camisa al suelo. La mano de Cayetana se deslizó por el torso del hombre, su marcado abdomen, hasta el grueso tallo que había saltado libre apenas Khalid dejó caer sus prendas.
Apenas pudo rodearlo con sus dedos. Era pesado, fuerte y caliente, palpitante de vida y placer bajo sus dedos.
Khalid inclinó su rostro al de ella y demandó un nuevo beso, Cayetana no pudo contener el estremecimiento de placer que las manos de Khalid acariciando las hinchadas curvas de sus senos le ocasionaron.
La dura y desnuda presión de su falo contra su vientre era como una marca, en tanto que los labios de él continuaban saqueando los de ella.
—Cayetana... —gimió apartándose de aquel tórrido beso y la colocó sobre el lecho, la miraba fijamente, los amplios y bronceados hombros hacían sombra sobre ella.—Lo sé, perdimos la cabeza —aceptó ella arqueando su torso al suyo, acariciando con las erectas puntas de sus pezones la broncinea piel de él. Al-Ghurair gruñó excitado.
—No estoy seguro de que mi conciencia sobreviva a ti, habib —expresó al tiempo que le acariciaba el cabello.
Ella sabía muy bien a lo que él se refería, pero sus sentidos estaban puestos solo en Khalid y quería todo lo que pudiera darle.
—Entonces, haz que valga la pena —murmuró ella, luchando contra el temblor de su voz—. Que valga la pena para los dos.
¿Qué valiera la pena? Khalid tenía variados escenarios en su mente en lo que concernía a Cayetana.
Tenerla debajo suyo, desnuda y agreste, no era más que una parte de ellos. Lo que nunca imaginó es que fuera tan atrevida como para retarlo.
Porque ella lo había desafiado. En condiciones neutras, no sería suficiente, pero Cayetana, era el interruptor que despertaba a la fiera sexual que siempre mantenía a raya en su interior.
Las yemas de sus dedos le recorrieron el talle de arriba abajo. Tocándola fugazmente y notando cómo su dorada piel se poblaba de pequeñas perlas de sudor.
Tomó sus senos como quien sostiene a una paloma entre sus manos. Recorrió con la barba los pezones y estos lo identificaron al primer contacto. Los besó sin prisa y ella se estremeció entre sus brazos. Su dedo índice delineó el contorno de la gema que adornaba su ombligo, en tanto que él, la miraba por debajo de sus pestañas, disfrutando de su reacción a su tacto. Luego separó los hinchados pliegues de su feminidad y llevó sus labios a la dulce y sensible carne de su clítoris.
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Vísteme con tu Piel.
RomanceKhalid Al-Ghurair, un poderoso hombre de negocios, que se siente atrapado entre las tradiciones y el deseo de hacer su propio camino. Cayetana Salas una brillante artista que prefirió las candentes arenas de Arabia para dejar en estas las huellas...