Capítulo 17. Poema de Arena.

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..."Tarde o temprano a todos nos alcanza el amor o el karma. Y algunas veces llegan en el mismo paquete"... Joaquín Sabina.

Khalid observó a Cayetana mientras aún dormía, acostada boca arriba y con la luz de la mañana venerando a su dorada piel.

Ella estaba más hermosa de lo que había estado vestida de seda la noche anterior en el club. Era todo un deleite observarla dormir, tan serena y con esa expresión de inocencia.

Su garganta se apretó ante el recuerdo de la pesadilla que la había asustado durante la noche. Y no era tonto, él supo que no tenía problemas en recordarla solo no quiso compartírsela. A pesar de lo poco que habían convivido no le era desconocido lo precavida que era.

Sus alarmas se habían encendido desde el momento en que Cayetana estuvo a la vista de Al-Yassin. Omar la había mirado con lujuría, pero también con conocimiento y eso había desatado la ira de Khalid.

Jamás había querido poner demasiada atención a las acciones de ese sujeto, pero el destino había hecho que Cayetana entrara en la ecuación y eso lo cambiaba todo. Lo hacia cuestionarse sobre lo verdaderos que podían resultar los maliciosos rumores que se extendían sobre Al-Yassin y sus íntimas perversiones.

Nunca había cultivado la amistad con ese hombre, no solo desaprobaba su fanfarronería y el comportamiento soez con que solía dirigirse a las mujeres, a lo anterior había que sumarle su afición por la caza deportiva. Aún recordaba el desagrado que le había provocado descubrirlo entre las páginas de un semanario, con aquella dura sonrisa que lo caracterizaba y sosteniendo un cuchillo en su mano mientras aplastaba con su pie la inerte cabeza de un avestruz.

«Tanta violencia desmedida, desequilibra» meditó y una sospecha comenzó a tomar fuerza en su pecho. Sin embargo, no sería correcto acusarle de nada sin tener la certeza. Lo haría investigar. Debía conseguir reunir información precisa y veraz para poder actuar sin fallos.

«Voy a cuidarte, habib» juró silencioso al tiempo que su mano le apartaba un oscuro mechón de seda de la sonrosada mejilla a Cayetana. Las apetecibles y rosadas curvas de los labios de la joven se separaron y la boca se le hizo agua a Al-Ghurair al recordar como se sentían debajo de los suyos, respondiendo a sus besos.

La joven parpadeó y luego enfocó su soñolienta mirada en él.

—Hola, guapo —le saludó con una cariñosa sonrisa.

—Guapa, tú —replicó él y levantó una mano para acariciarla en el rostro, la cual ella atrapó con suavidad poco después.

—No está tan hinchada —señaló acariciando muy suavemente con las yemas de sus dedos sus enrojecidos nudillos, resultado de su pelea con Omar—, ¿te duele?

Él negó.

Cayetana se incorporó hasta quedar sentada, cercana a la altura de Khalid, le deslizó una mano por detrás de la nuca y lo acarició mientras mantenía sus ojos fijos en los suyos. Su mano era cálida y suave, él disfrutó de ese mimo de ella.

— ¿A dónde quieres ir a desayunar? En tu despensa solo hay tequila y café.

—¿Quién necesita de algo más? —replicó ella con tono divertido.

Él se carcajeó. Sí, esa era su Cayetana, ágil y divertida. Toda una letal delicia de azules ojos y piel dorada.

—Debo ir al baño, pero solucionaremos lo del desayuno enseguida —prometió y después de dejarle un beso en la frente se precipitó al tocador.

Vísteme con tu Piel.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora