Capítulo 28. Canta tu dolor, corazón.

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..."No me enseñaste cómo estar sin ti ¿Y qué le digo yo a este corazón? Si tú te has ido y todo lo perdí, ¿por dónde empiezo, si todo acabó? No me enseñaste cómo estar sin ti ¿Cómo olvidarte, si nunca aprendí?"...(No Me Enseñaste/Thalía)

Los gemelos Meyer recibieron a Cayetana con los brazos abiertos en la agencia. Su reencuentro fue muy emotivo y ninguno pudo evitar llorar con ella cuando les relato su ineludible rompimiento con Khalid debido a su compromiso. Calvin y Catherine se desvivieron por consolarla. 

Cayetana les rogó por alguna asignación extra que le permitiera alejarse algunas horas de la comisión de la pintura que aún debía terminar para Khalid.

Catherine sugirió que fungiera como asesora  de arte para algunos de los nuevos clientes que el contrato con Al-Ghurair les había beneficiado. Visitar galerías y recomendar la adquisición de alguna obra le pareció un buen distractor y aceptó. Sin embargo, se aseguró de únicamente atender a caballeros demasiado viejos para evitar que se le insinuaran en modo alguno.

A la quinta noche de haber vuelto a Dubai, acudió al distrito de arte, en Alserkal, en su primera misión como asesora.

Cayetana estaba de pie ante un enorme lienzo y silenciosa daba pequeños sorbos a una copa de champaña. Procuraba ser respetuosa y no mostrar su desagrado ante el simplismo que ella percibía. A su lado el mimado hijo de un empresario automotriz observaba el mismo lienzo con impaciencia.

—Imponente, ¿cierto?

Cayetana jamás había tenido problemas para expresar sus opiniones cuando le daban el pie. Ella no deseaba impresionarlo, ni ser complaciente. De hecho le preocupaba que si ese mozalbete firmaba un cheque por ese lienzo, se supiera que ella lo había aprobado. No mi ciela, eso no pasaría jamás.

—Lo único que vale el dinero de tu padre o el de cualquiera aquí,  es eso en aquel muro —señaló sin titubear  y caminó hasta quedar frente a una evocadora fotografía.

—¿Un  Boubat? Más de medio millón, ¿por eso? —inquirió petulante y luego recorrió su cuerpo con una insultante mirada y añadió:—Te ves encantadora con ese vestido y quiero sacarte de acá, dame tus mejores argumentos para gastar mi dinero en eso.

—El dinero de tu padre —puntilló ella.

¡Qué chasco! Cayetana Habría preferido la compañía del anciano empresario, pero el viejecito decidió a último minuto que su inútil hijo fuera quien se se ocupara de adquirir el arte para sus nuevas oficinas; y ahí estaba ella haciendo de nana de un egocéntrico malcriado que pensaba que lo más costoso era lo más valioso.

—Como sea te diré los motivos por los cuales debes darle un hogar a ese Boubat. Su estilo es por completo reconocible y su encuadre fuera de foco le añade un sabor figurativo y contemporáneo.

Él ladeó la cabeza y entornó la mirada, el cinismo fue gradualmente reemplazado por una emoción más cálida y honesta. Cayetana sabía que el mozalbete había logrado captar las emociones que emanaban de la obra. La composición tenía como escenario un desierto callejón. Sobre el capó de un coche antiguo se encontraba una joven tendida de espaldas, la incipiente luz de una lámpara besaba sus desnudas piernas, lo mismo que a su cuello y parte de su rostro. La sensualidad que reflejaba era innegable, y ella intuía que la obra sublimaría el interior de aquellas oficinas sin restarles protagonismo.

—De acuerdo, compraré la maldita cosa —le informó impetuoso.

Cayetana asintió complacida, pero no le acompañó a cerrar el trato. Permaneció en el lugar admirando la obra. De pronto una punzante y extraña sensación se apoderó de ella. Todo pareció desplazarse muy lentamente y los murmullos de las charlas alrededor se convirtieron en un ruido sordo. Llevándose de nueva cuenta la copa a los labios, miró a través de la espaciosa galería y un brillo de onyx captó su atención.

Vísteme con tu Piel.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora