Capítulo 31. Sherezade Toma Al Sol.

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..."Ningún amor puede sustituir al amor"... Marguerite Duras.



Cualquiera pensaría que después de que Cayetana finalmente lograra empujar a Khalid de ese último escalón a la realidad de lo que sería saberla en brazos de otro hombre, ella sentiría alguna clase de satisfacción.

Cayetana Mujica-Salas solo sentía remordimiento.

Al-Ghurair se había quedado a mitad del pasillo, observándola sin decir nada. Ella dio un portazo, y aún así, le fue imposible no sentir esa furiosa mirada suya a través de la puerta.

Khalid era peligroso cuando callaba, cuando pensaba. Cayetana lo sabía, y ese afilado puntillazo le daría bastante que pensar.

Ella  en cambio necesitaba callar su mente.

Silenciosa se sentó en la blanquísima y brillante mezquita, sobre una banca de piedra que una enorme columna de mármol mantenía oculta de la vista. Sobre su regazo apoyaba un cuaderno de dibujo y su lápiz navegaba sobre el papel al recrear una parte de la majestuosa estructura que tenía enfrente.

La abaya negra y el velo que cubría por completo su cabello la camuflaban entre los visitantes y fieles que acudían al lugar. La temperatura estaba apenas por debajo de los cuarenta grados, pero ella sentía el frío de la ausencia de Khalid. Su corazón no renunciaba a él.

—Cayetana, sigue mirando tu cuaderno —le indicó una voz suave y cultivada por debajo de una burka negra.

—¿Oliver? —preguntó frunciendo el ceño.

—Sí —afirmó él con divertida pereza—. No podía dejarme ver por tu sombra por eso decidí seguirlos a ambos hasta aquí.

Ella clavó los ojos con disimulo en la cristalera de una tienda de souvenirs y lo encontró. Erguido, alto y de aspecto peligroso, su mirada se estrechaba sobre ella con una concentración casi total.

—¿Quién me ha hecho seguir?

—Eres muy lista y lo puedes adivinar por ti misma, tomando en cuenta la bomba qué soltaste ayer a Khalid.

—El embajador —resopló en un tono de auto-burla.

—Te lo dije eres muy lista —afirmó Oliver, su risa llena de amistosa mofa—. ¿Llevas zapatos cómodos, Caye?

Ella se levantó un poco el dobladillo de la abaya y le dejó ver sus deportivas Nike.

—Buena chica, el llamado para el rezo está comenzando. Dirígete a la sala de mujeres, él no podrá entrar detrás tuyo y aprovecharemos la lectura para escapar.

Cayetana sacudió la cabeza y apretó los labios.

—¿Será tan sencillo cómo eso?

—Por supuesto que sí, él no espera que escapes y elegiste el atuendo perfecto para volverte invisible entre las demás mujeres que están hoy aquí.

Cayetana dobló su cuaderno y lo acomodó dentro de su bolso negro de lona. Oliver se introdujo entre las filas de las mujeres que avanzaban con modesta actitud. La joven mexicana agachó la cabeza y se unió al grupo de fieles. Traspasó el umbral de la sala, pero se mantuvo con el hombro pegado al muro. Oliver asomó fuera la cabeza y luego le indicó que lo siguiera.

Dos figuras negras se escabulleron silenciosas entre las columnas de la mezquita y escaparon del lugar.

Dentro del auto de Oliver y mientras sorteaban el denso tráfico de la ciudad, Cayetana supo que estaba en peligro y que las instrucciones de Al-Ghurair eran que Oliver la pusiera a resguardo dentro de la embajada mexicana.

Vísteme con tu Piel.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora