Sólo eres un cachorro

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Ya casi era hora en la que el sol comenzaba a ocultarse por entre las montañas mostrando un hermoso color naranja en el cielo, y Simba apenas abría los ojos después de haber estado durmiendo casi todo el día. Se sentía un poco débil y sobre todo cansado y agotado. En fin, cuando logró adaptar sus ojos a la luz del lugar se encontró con Kiara, quien alegre corría a darle un abrazo. Se preguntó si su hija estuvo esperándolo todo este tiempo, pero en realidad no le importó pensar en ello, sólo quería disfrutar de ese grato momento.

—¿Cómo estás papá?

—Bien hija, ¿y tú cómo estás? —le decía con una voz muy suave mientras juntaban sus narices.

—¡Despertaste! Me tenías muy preocupada ¿cómo te sientes? —Entró Nala a la cueva.

—Bien, ya estoy... —se puso de pie y estiró sus patas delanteras, sacudió su melena y continuó—, ya estoy bien.

—Me da mucho gusto.

Simba y Nala frotaban sus cabezas el uno con el otro cuando llegaron Timón y Pumba. La alegría de estos dos por ver a su amigo recuperado hizo que Zazú escuchara y antes de ir con ellos, decidió ir a avisarle a Kion, quien llegó corriendo a la cueva.

—¡Papá, papá! ¡Estás bien!

—Así es Kion ¿Cómo estás tú? No te hicieron ningún daño ¿verdad?

—No, nada.

En ese momento el rostro de Simba se tornó más serio y con una señal le pidió a Zazú que llevara a Timón y Pumba a otro lado, quería estar a solas con su familia. Después, dando un profundo suspiro, prosiguió.

—Kion ¿qué era exactamente lo que hacías fuera de los límites del reino?

Su hijo, un poco nervioso, respondió:

—Es que estaba con Bunga, pero después Jasiri...

—¿Quién dices? ¿La hiena?

—Sí, ella —afirmó un poco nervioso—. Necesitaba de mi ayuda porque esos leones le habían quitado el único lago que tienen para poder refrescarse.

Simba, comenzando a expresar su enojo dijo:

—Kion ¿acaso no recordaste que había mencionado que ya no quería que jugaras a la Guardia del León? Sabía que algún día ocurriría algo así. ¿Y por qué no me llamaste al momento en el que te enteraste que se trataba de otros leones?

—Creí que tal vez yo... —Ahora Kion estaba más que nervioso y asustado. Justo por la mañana había conocido el lado con más rencor de su padre y ahora lo tenía enfrente suyo de la misma manera. Ni siquiera pudo terminar de decir lo que pensaba cuando éste lo interrumpió.

—No ¿Acaso querías que te mataran?

—Simba, ya basta...

—No Nala —detuvo a la leona para que no interviniera antes de lo que él tenía que decir, y después volvió a dirigirse a su hijo—. Kion, sólo eres un cachorro, no puedes, no tienes ni la fuerza ni la capacidad para pelear con otros animales mayores que tú ¿no lo ves? ¿Qué hubieras hecho si yo no hubiera estado caminando por allí, si no los hubiera escuchado? Aun eres pequeño, no tienes las suficientes fuerzas ni mucho menos un rugido, así que necesito que dejes de pensar más en ello.

En esos momentos el pequeño cachorro trataba de no derramar ni una sola lágrima, aunque sintiera todo lo contrario, cada vez los ojos se le humedecían más.

—Dile a tus amigos que esto ha terminado, y no volverás a salir más allá de donde yo pueda verte claramente desde la Roca del Rey, al igual que tu hermana.

Kiara, quien también estaba presente escuchando todo, sólo se encogió de hombros.

Nala, finalmente tuvo la oportunidad de hablar:

—¿No crees que ya fue demasiado? —dijo en contra de Simba—. Ven hijo.

Nala llevó a sus dos hijos al exterior de la cueva y habló con ellos, en especial con Kion. El cachorro se rindió ante ella y le contó todo lo que había sucedido sin dejar escapar ni un detalle y, después de darle un abrazo a su madre, se fue a dormir junto con su hermana estando mucho más tranquilo. En esta situación era su madre quien le daba todo el apoyo que necesitaba.

Por otro lado, después de ver cómo sus hijos se adentraban a dormir, Nala se dirigió a hablar con Simba el cual se encontraba sentado en la punta de la Roca. Éste había salido de la cueva mientras ella estaba con sus hijos.

—Simba ¿qué fue todo eso? ¿Por qué le gritaste así a Kion? Me contó lo ocurrido, aunque al parecer no entendió muchas cosas. ¿De qué hablaron tú y Zira?

Simba, tranquilo, pero con la mirada en el suelo, pensó que ahora era el turno de que escuchara su versión de los hechos.

—Iba pasando por allí cuando escuché a Kion hablando en aquel desnivel y fui a ver por qué estaba en ese lugar y cuando lo vi estaba con Zira y las demás leonas. Después cuando bajé a hablar con Zira mencionó lo mismo de siempre, que estas tierras pertenecen a Scar y que yo soy el único culpable de su muerte. Pero después tuvo el descaro de mencionar a... —dio un gran suspiro y encogiéndose de hombros continuó—, mencionó a Kopa. —Volteó a ver a Nala directamente a los ojos y dijo— Quería hacer lo mismo con Kion.

Dicho esto, hubo un silencio ensordecedor en su alrededor, ni siquiera los animales que salían de noche se lograban escuchar. Nala no sabía qué decir al respecto, aunque ya había pasado tiempo de aquel incidente aún lo recordaba y le dolía como si hubiera sido ayer. Sin embargo, de repente Simba terminó con ese incómodo silencio.

—Saldré a caminar un poco.

—Pero...

—Tranquila, estoy bien y además no tengo sueño, dormí toda la tarde —dijo con un intento de sonrisa en su rostro, acción que le causó que Nala sonriera de verdad.

Así, Simba comenzó a bajar hacia las praderas cuyo césped era ahora color morado debido a la oscuridad de la noche y el brillo de la luna. Por otro lado, Nala se quedó observando hacia el horizonte trayendo a su mente todo lo que había ocurrido el día de hoy, así como los recuerdos más profundos de su pasado.

Continuará...

Cuando los Leones se ConocenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora