Tu amigo Rafiki

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Pasaron los días y Tim permanecía viviendo en las Tierras del Reino, a la vez que seguía conversando casi a diario con Simba acerca de cualquier tema que les pareciera divertido o entretenido, y se habían convertido en buenos amigos. En cambio, Kion lo vigilaba en cada oportunidad que se le presentara, y seguían discutiendo constantemente sobre el porqué la Guardia del León lo seguía, y en esos momentos era cuando Tim se mostraba distinto, como si con algunos aparentara ser alguien, y con Kion se comportara totalmente del sentido opuesto. Incluso el joven león se acercó a su madre y le contó sus inquietudes pero, aunque ella lo escuchó atentamente, Nala no se veía del todo convencida; es verdad que tenía sus propias dudas, pero ella creía que mientras no hiciera nada malo todo estaría bien. A Kiara le agradaba, sin embargo, no intercambiaban palabras tan seguido. En cuanto a Timón y Pumba la pasaban genial con él, y hacían cualquier tipo de actividades al igual que lo habrían hecho con Simba tiempo atrás. Por otro lado, Kovu no tenía mucho que decir y, aunque no lo veía como alguien extraño o diferente, le parecía muy engreído.

Mientras tanto, una noche tranquila, Tim aún paseaba por las praderas cuando de pronto escuchó que alguien se acercaba a él por entre los altos pastos.

—¡Hola! Aún no nos conocemos, ¿verdad? —dijo Rafiki con su inconfundible voz mientras se colgaba de cabeza sosteniéndose de la rama de un pequeño árbol por el que pasaba Tim.

El león, molesto, hizo una pregunta confundido por la repentina aparición del animal.

—¿Quién eres?

—¿No sabes quién soy yo? ¡Soy tu amigo Rafiki!

—¿Amigo? ¿Tan siquiera ya nos conocíamos? —preguntaba sin entender lo que pretendía.

—No, pero lo haremos ahora. Mucho gusto, soy Rafiki. —Se presentó una vez más tratando de parecer más formal.

A Tim le parecía muy extraño el mandril, por lo que, después de mirarlo con rareza, decidió ignorarlo y continuó avanzando.

—No te vayas Tim. ¿Por qué estás aquí? ¿Tienes familia? ¿Viniste por algo en específico? —Rafiki comenzó a realizar todas las preguntas posibles que se formulaban en su mente.

—No es de tu incumbencia... y ya deja de seguirme —mencionó el león con el ceño fruncido.

—¿De dónde vienes?

—De la selva del lado este ¿bien? —respondió Tim finalmente molesto.

—Y ahora dime amigo mío, ¿quién eres?

—¡¿Qué es lo que quieres que te diga si ya sabes que me llamo Tim?! —Luego de gritarlo frente al mandril comenzó a gruñir y a avanzar lentamente acorralándolo.

—Tranquilo Tim, sé que a veces puedo ser un poco desesperante o incluso molesto pero... —decía Rafiki nervioso mientras caminaba lentamente hacia atrás ya que no había imaginado que el león reaccionara de esa manera, pero Tim lo interrumpió volviendo a gruñir ahora más fuerte, no obstante y sin imaginarlo, Kion apareció de pronto sigilosamente por detrás del atacante y logró derribar a Tim, aunque éste se puso de pie inmediatamente. Al ocurrir esto, Tim se olvidó de Rafiki y se concentró en Kion. Los dos se miraron fijamente a los ojos y cuando estaban a punto de atacarse escucharon un rugido. Ahora era Simba quien aparecía sin que nadie se hubiese percatado.

—¿Qué es lo que sucede aquí? —preguntó enojado observando a los dos leones quienes, ante la presencia del Rey, se encogieron de hombros. Rafiki, al ver todo lo que había ocasionado, se responsabilizó y fue por eso que decidió hablar por los dos—. Yo trataba de hablar con Tim, pero al parecer insistí mucho y provoqué que se molestara.

En ese momento también llegó Nala ya que también había escuchado el rugido de hace unos instantes.

—Hay que regresar a la Roca del Rey —ordenó Simba, pero Kion, enfadado, le dijo— ¿Acaso no le dirás nada? ¡Trataba de atacar a Rafiki! —después de una pausa agregó— no deberías pasar tanto tiempo con él, los dos conversan todos los días ¡No te das cuenta que trata de hacerte algo! Pero primero trataba de ganar tu confianza y al parecer ya lo logró. Él no es como se te presenta, es muy distinto con todos los demás. No tengo idea de qué es lo que busque, pero créeme, debes echarlo de las Tierras del Reino lo antes posible.

Mientras Kion decía todo lo que pensaba acerca de Tim quien sólo lo veía sin expresión alguna, Nala notó que Simba no sabía si escuchar a su hijo o a sus propios pensamientos, y su mirada sólo pasaba de un león a otro, por lo que dirigiéndose a él dijo:

—Tú permanece un momento aquí y trata de calmar a tu hijo, yo me llevaré a Tim. Pero no tarden mucho, los esperaré en la cueva.

Y así, Simba y Kion se quedaron allí sentados viéndose el uno al otro sin decir una sola palabra junto con Rafiki, mientras que Nala y Tim se dirigieron a la Roca silenciosamente hasta que finalmente llegaron.

Nala, con toda la tranquilidad que la caracteriza, preguntó:

—¿Podrías decirme qué fue lo que sucedió?

Sin tener muchas opciones, Tim respondió:

—Iba caminando por ahí y de pronto apareció Rafiki y comenzó a hacerme muchas preguntas y me molestó, pero luego Kion apareció de pronto y creyó que lo atacaría, pero no era así. En verdad lo siento —dijo cabizbajo.

Nala sólo lo escuchaba atentamente sin mencionar una sola palabra, por lo que Tim volvió a hablar.

—Cualquiera hubiera pensado que sí lo atacaría, pero no tendría porqué haberle hecho daño, por eso fue que Kion se entrometió en todo esto y tal vez sí íbamos a discutir un poco, pero no hubiera sido ninguna gran pelea —decía Tim angustiado y tratando de convencer a Nala de que realmente no iba a realizar dichos actos, sin embargo, lo que dijo ella después de haberlo escuchado no lo habría esperado en lo absoluto.

—¿Sabes? Tu rostro me recuerda a Simba cuando lo encontré en la selva con Timón y Pumba, esa fue la primera vez que lo vi desde que huyó del reino cuando aún era un cachorro. —Cambió Nala repentinamente de tema haciendo a un lado demás.

—¿En verdad? —preguntó Tim más despreocupado ya que al parecer no se había molestado por lo que había pasado con Rafiki.

—Y también me recuerdas a alguien que vivió aquí hace tiempo, pero... —Se sentó dándole la espalda a Tim y, después de interrumpirse a ella misma, dijo— Olvídalo, no importa, simplemente no podría ser posible.

El león se acercó a Nala al ver cómo había cambiado de ánimo, y preguntó suavemente:

—¿A qué te refieres?

—A nada, eso ya le pertenece al pasado, mejor ve a dormir que ya es muy tarde, pero antes prométeme que no volverás a pelear con mi hijo. ¿Puedo confiar en ti?

—Claro —respondió con una ligera sonrisa y después dio la media vuelta para irse a dormir, pero no dio ni tres pasos cuando le volvió a dirigir la palabra a Nala.

—¿Estás segura de que estás bien? ¿No deseas hablar de ello? —sugirió amablemente.

—Estoy bien, no te preocupes. Aún así gracias. —Dicho esto se puso de pie y se dirigió a la cueva en la que el resto de las leonas descansaban mientras pensaba en el cachorro que había perdido años atrás.

Por su parte Tim permaneció quieto mientras observaba cómo se alejaba la leona. Trataba de no demostrarlo, pero se sentía mal al ver a Nala de esa manera. Le hubiera gustado haber hecho algo para hacerla sentir mejor.

Continuará...

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He regresado! Una disculpa por los que seguían la historia, pero los días pasados había estado muy ocupada por la escuela, pero bueno, ahora que estamos de vacaciones terminaré la historia porque ya faltan muy pocos capítulos para que concluya. Espero que continúen siguiéndola y les agradezco mucho su apoyo. Saludos!

Cuando los Leones se ConocenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora