tres

3.4K 280 382
                                    

Pasado en cursiva.

Habías estado acariciando la espalda desnuda de tu novia hace más de diez minutos, disfrutabas mucho el verla relajada y cansada luego de una larga noche de caricias e intensidad, era un buen método para bajar sus nervios. La escuchabas respirar de manera agitada y tu mano se posó en su rubio cabello luego de un rato, la yema de tus dedos podrían experimentar la textura de el, era un tanto áspero pero suave al mismo tiempo.

—Siento haberte tratado así, me siento como la mierda —susurró para tomar de tu mano y acercarla a ella, sus caídos y grises ojos parecían brillar bajo el amanecer —. Perdón, s-sé que...

—Shhh... —la callaste de forma suave para volver a lo tuyo.

Esto hizo que su corazón quién latía de forma rápida se calme solo por tu voz y por tu leve sonrisa que le hizo entender que todo estaba bien. Yelena te había pedido perdón más de diez veces. Hiciste un corto silencio antes de seguir.

—Sé que puede ponerte insegura el hecho que él me llame así y lo entiendo, yo también me enojaría si es que alguna chica te dice linda —ella río, pero aquella risa que desvaneció al instante en cuanto te observó mostrar un semblante serio —. Pero eso no signfica que puedas tratarme de esa manera, Lena.

—Lo sé, es que... —suspiró se forma pesada, podía sentir como su pecho se encogía. Nunca fue buena expresando lo que sentía, mucho menos luego de una discusión —tengo miedo de perderte, me derrumbaría si eso pasara.

Múltiples veces lo repitió, Yelena se había aferrado bastante a ti después de todo.

—Eso no va a pasar.

—¿Como lo sabes?, ¿Como sabes que la cuatro ojos esa no va a venir y pretender arrancarte de mis manos? —te preguntó, hasta parecía tierna como hacía frente a sus inseguridades y la suya siempre fue esa —U otra persona.

Se incorporó en la cama y comenzó a ponerse nerviosa, tanto así que se sentó y juntó sus rodillas, haciendo fricción con sus manos en las sabanas y frazadas blancas que las envolvían.

—No me iré —te acercaste a ella y la abrazaste con cuidado.

Sentías como su cuerpo se estremecía ante este repentino contacto, su cálido aliento tu cuello siendo lo único que podías sentir, aquella respiración agitada que parecía avecinar un colapso. Sus manos tardaron el viajar hasta tu espalda para luego tomarla y abrazarla con fuerza. Sus largos y fuertes brazos te envolvían a la perfección.

Parecía que sus corazones latían al mismo tiempo y el calor que generaron fue lo suficiente para hacerlas sentir seguras.

—Estoy contigo ahora y no quiero a nadie más que no sea mi chica de dos metros junto a mi —Lena soltó una risa al escucharte decirlo. Te separaste y la miraste, regalándole una sonrisa que solo ella conocía.

Acariciaste un poco su rostro haciendola sentir nerviosa, nunca pudo quitarse aquella inocencia que le proporcionaban tus caricias. Mucho menos acostumbrarse a tus bobas palabras de afecto como la mencionada con anterioridad.

—¿Ni siquiera a una castaña de 1,70?

—Ni siquiera a una castaña de 1,70—rieron un conjunto para quedar viéndose, disfrutando de la escasez con la cual sus rostros eran iluminados.

Sus labios se juntaron de una manera tan suave que apenas pudiste sentirlo. Eran finos y parecían complementarse con los tuyos de una manera delicada, se movían en compás de miles de emociones que jurabas no podes explicar, aquellas emociones que tanto te gustaban.

—Juro que eres lo mejor que tengo —dijo al separarse aún con la intención de volver a besarte, no te dió el tiempo a responderle porque segundos después te había vuelto a juntar sus labios.

CASSETTE | hange zoëDonde viven las historias. Descúbrelo ahora