veintidos

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Después de mi turno en el bar, las horas pasaron en fracciones de segundos. En  un abrir y cerrar de ojos, Hange se recargaba sobre mí hombro mientras reíamos. Mis pies se movían ligeramente entre las escaleras que conducían a su departamento, nuestras voces haciendo eco entre los pasillos, tratando de hablar bajito pero la emoción y la felicidad siendo más grande que mantenerse discretas.

Había insistido para llevarme a su casa y accedí sin pensarlo.

La  lluvia al cabo de un rato volvió a escucharse pero, para ese momento, Hange y yo ya estábamos entre las sábanas.
Su cama se sentía áspera, tenían esas bolitas de tela que se le hacen luego de unos cuantos lavados, era algo molesto.

—¿Y después qué pasó? —pregunté. La desesperación apareció en mi cuerpo, pero, ese impulso de nervios se calmó cuando sentí la yema de sus dedos acariciar mi brazo.

Estoy usando su ropa porque la mía terminó mojada gracias a la lluvia, la remera aún conserva el olor característico de hierbas y cigarrillos. Hange juega con mi pelo mojado, tratando de concentrarse en algo que no sea mi rostro y la luz del pasillo nos ilumina con ausencia, el destello cálido de ella, descansa sobre su piel tostada. Está sin lentes lo que me permite ver sus facciones con detenimiento, viendo cada parte y, como si fuera la primera vez, volvía a enamorarme con tanta rapidez que me hacía olvidarme de todo lo que pude haber vivido antes.

—Esperé tu mensaje —sonrió suavemente. Aún tenía la mirada baja, en contraparte con la mía, que insistía constantemente a que nos miremos—, aunque no llegó…

Tomó aire y suspiró.

—No debí esperar a que lo hagas, no estaba en vos salir a buscarme.

—¿Te pusiste mal cuando no lo hice?

—Mhh, me llevó un par de sesiones de terapia —su risa se escuchó con aire —. Lo que hiciste estuvo bien, te estabas poniendo como prioridad y no a alguien que de todos modos se iba a ir.

—No lo entiendo ¿Por qué te fuiste, Hange?

Se acostó boca arriba y se detuvo a pensar unos segundos antes de responder.

—Solo quería estar lejos de todo, así que solo huí, quería ignorar que te había hecho mal —me confesó y cerró sus ojos —. Creo que fue lo mejor aunque dejé muchas situaciones sin resolver, con vos, con Yelena.

Dejé a Hange que hable sola, se notaba que necesitaba descargarse.

—Todavía no entiendo cómo es que pude hacerte tanto daño y después decidir alejarme —volvió a suspirar para posicionarse como lo estaba antes, sin embargo, ahora me miraba —No te lo merecías, agarré lo primero que estaba a mi alcance para desquitarme —tragó saliva y frunció sus cejas —, fue injusto. Siempre fuiste buena conmigo y la única que me entendía.

—Hange…—mi mano alcanzó su cabello y lo acaricié, este seguía igual de húmedo que hace rato.

Estaba inquieta. Movía sus pies y trataba de encontrar alguna posición cómoda.

—Todavía sigo encontrando la manera de que me perdones —susurró. Su cuerpo se acomodó en mi pecho y envolvió su brazo alrededor de mi cintura. Buscaba la forma de sentirse protegida y cuidada, algo que jamás me molestó —. No tenes la obligación de hacerlo.

Era imposible no experimentar un gramo de sensibilidad en esta situación. Me sentía tan vulnerable y tan tensa. Escucharla hablar así me traía recuerdos, que pronuncie esas palabras que ya había escuchado hace tres años. Todo generaba en mí una mezcla extraña de sentimientos que se me es complicado procesar en este momento.

CASSETTE | hange zoëDonde viven las historias. Descúbrelo ahora