CASSETTE | hange zoë

Diecisiete

pov hange

El lugar estaba en completa oscuridad y lo único que nos proporcionaba luz era ese cartel. Un tono rojo chocaba contra su piel y se queda ahí por unos cinco segundos y luego se apaga, volviendo al mismo tiempo que otro azul.

Y durante esos minutos, ella no hizo más que reír y eso era todo lo que quería. Muy dentro mío sabía que esa era la única forma de ganarla de nuevo, o de al menos, poder tener una parte de ella para lograr llenar todo lo que estaba vacío dentro mío. 

El como hablaba, el como movía sus manos mientras lo hacía, la sonrisa que se mostraba en su boca al momento de decir algo aleatorio, me hizo entender el porque Lena la quería tanto. Quizás ella sí sabía valorarla, supongo que es imposible no comprarme con ella o que ella lo haga conmigo. Aún desconozco quien fue mejor o peor, pero estoy segura que más cruel que yo no pudo haber sido.

—¿Por qué lo hiciste? —ella preguntó, así sin más, tan desprevenida y directa.

¿Por qué besé a alguien más frente tuyo hace años? Es una pregunta muy difícil de responder, (n).

—No sé —reí mientras rascaba mi nuca —, creo que quería darte celos.

Esa respuesta es verdadera pero no del todo. Creo que me había vuelto adicta al cómo volvía a mí aún con todo el daño que podía causarle. (N) siempre fue lo único a lo que podía tener, lo único que no podía irse de mi vida, era lo estable, lo que permanecía.

¿Cómo no abusar de eso?

Recién ahora, desde de años, me doy cuenta de quién era en realidad y aunque, por obvias razones ella no era la misma, para mi lo seguía siendo. Hasta tenía la sensación que un viernes por la noche iba a entrar a mi departamento y cocinar algo conmigo, o que se me iba a acercarse de forma inesperada para besarme, sacando mis lentes para facilitar las cosas y dejarlos en sus manos por un largo rato. Aún tenía la sensación de que ella me amaba, que aún era dueña de todo lo que conformaba su persona.

Jamás pude mirarla a la cara, se me era tan imposible, cada vez que lo hacía y me devolvía la mirada, la apartaba. No podía mirarla una vez más y saber que lo único que diría, serían mentiras y aunque lo intentara, simplemente no podía dejar ese hábito atrás. Eso era lo único que me garantiza poder hablarle.

—¿Cuál es tu estación favorita?

—Mh, ni idea —levantó sus hombros respondiendo a la pregunta más idiota que pude hacerle —creo que el otoño.

Reí, era obvio que respondería eso.

—¿La tuya?

—Invierno —solté el humo en mis pulmones y le dí el cigarrillo. 

—Buh…que esperado.

—¿Qué tiene de malo ser poco inesperada? —me miró por unos segundos, apartado la vista al instante. 

—Nada.

Ella se quedó en silencio mientras fumaba, dejando caer sus manos sobre la baranda de la terraza y mirando a un punto fijo. El viento frío chocaba contra su rostro y su cabello, se movía de forma constante y linda.

—Y…¿Cómo estás? —preguntó, era una pregunta tan sencilla y tan difícil de responder. La miré mientras levantaba la ceja, esperando algo más de su parte y era obvio que lo iba a obtener, era tan obvia que podía intuir exactamente lo que pensaba —no te voy a hacer de psicóloga, Hange, solo…te pregunto.

Levanté mis hombros.

—¿Bien?, ¿Mal? nadie lo sabe… ni siquiera yo —respondí tratando de sonar desinteresada, pero Dios, por dentro lo único que quería era que se preocupara por mi.