Chifuyu Matsuno
Ella se mudó frente a mi casa, una nueva familia se instalaba, era bastante numerosa ,cinco miembros en total, pero ella fue quien se llevo mi atención ese día.
Pensé que ella se convertiría sólo en mi mejor amiga, quizás hasta en mi mayor confidente, pensé en cada posibilidad con ella, lo que sentí al verla, pero jamás imaginé en lo que nos convertiríamos, en lo que somos ahora, en todo lo que hemos vivido y la cantidad de recuerdos de ambos que ocupan nuestras mentes.
De casi mi edad en ese momento, blanca como la nieve en todo su rostro, su cabello corto recogido en un moño, con pequeños mechones que salían a sus lados, sus ojos grises y brillantes que tenían tanta curiosidad y hambre por el mundo, un alma noble pero asustada, un corazón latiendo a mil por hora pero con miedo, y dos guardias a su lado, sus hermanos, mayores que ella por varios años, vigilando sus pasos, que fuese correcta, que fuese perfecta, que fuese una mezcla entre belleza y pureza, aunque su mirada mostraba que ella no deseaba eso, nunca lo deseó, siempre quiso ser libre, siempre quiso probar más del mundo, como cualquier tonto humano.
Teníamos 12 años, iniciando la escuela secundaria, a la que era obvio que iríamos juntos, pues no había mucho en ese pueblo, todos se conocían y compartían los mismo sitios, todos somos los mismos, ella no conocía eso, era nueva en este lugar, inocente, era un problema al que no sabría enfrentarse y yo me convertiría en su caballero, dando la vida y a veces la cara por ella, para defenderla, siempre quise defenderla, protegerla, a ella, es un sentimiento confuso, el mismo que nos arrastró a los dos.
Pueblo pequeño, infierno grande, hay tan poco que admirar que cualquier desliz, cualquier error es un tema controversial, te conviertes en el punto de crítica por meses y a veces por incluso años, hay miradas sobre ti sin importar la hora o el día, hay siempre alguien dispuesto a divulgar con quien vas, con quien vienes y con quien platicas.
Debes ser correcto, debes ser perfecto, o al menos aparentarlo ante las miradas sospechosas y juzgantes que están ahí, en todos lados, a toda hora, sólo esperando el momento en que caigas o falles, el momento preciso donde cometas un error grave.
Con doce años no tienes ni la mínima idea de quién quieres ser cuando crezcas, yo soñé ser bombero, luego astronauta, después quise ser médico como mi padre pero me daba miedo la sangre y las agujas en ese momento, luego solo quise jugar y seguir viendo a la gente vivir, o eso creo que intentaban, ella en cambio solo quería vivir cada día como el último, siempre quería terminar el día hasta estar cansada, nunca pensó en el futuro y siempre mencionó que no sabía hasta cuando viviría y no quería planearlo, sólo quería vivirlo hasta que un día el sol no saliera para ella.
***
Mi madre, la siempre fiel acompañante de mi padre, jamás la vi sufrir, ni llorar en su matrimonio, era siempre feliz, feliz, felicidad, aún no se cómo se llame ese sentimiento en el que sonríes hasta tu muerte.
Ella estaba siempre para él, su secretaria en el trabajo, su instrumentista en las operaciones, la madre de su único hijo, yo, siempre él la mostró ante todos como su mayor honor, su pertenencia más valiosa, lo más maravilloso que alcanzó a conseguir, siempre ha sido ella.
Y desde siempre me enseñaron lo que significaba el amor, o al menos el amor que ellos conocen y viven, era compañía y adoración, comprender al otro, ayudarlo en todo lo que se puede y en lo que no se puede también intentarlo.
Era quedarse en los días más difíciles y soportarlo todos juntos, ese amor significa intentarlo o morir abrazados.
Y aunque la sociedad los tacharía de excéntricos y a mi madre de mala mujer, ella con mi padre siempre han tenido una relación "diferente", sus trabajos los mantenían juntos por muchas horas, y eran muy pocos los días que mantenían separados, sobre todo cuando mi padre salía de la ciudad para reabastecer sus materiales médicos, y mi madre se quedaba conmigo en casa.
ESTÁS LEYENDO
En el abismo.. (KazuFuyu)
RomanceEl destino se muestra cruel e injusto, nos arrebata lo que creemos es nuestro. Pero es sabio y amable, pues nos entrega lo que nuestra alma busca y necesita.