El sonido de la lluvia cayendo y el aroma de las flores mojadas junto a la tierra se colaba dentro de la casa.
— Sanzu ¿Dónde dejaste el biberón? — preguntó Senju bajando la escaleras.
— En la cocina creo. — Sanzu mecía con su pie la silla hamaca de la pequeña, mientras su hermano dormía tranquilamente en la otra.
— No alimentes a Sumi cada cinco minutos, la harás explotar. — Senju regañaba a su hermano mientras recogía todos los juguetes tirados que traía a la sala para hacer reír a los dos pequeños.
— Pero si es hermosa así redondita. — echando una mirada a la bebé que intentaba dormirse.
— Pero no es saludable, sé un buen tío, regresaré en una hora, sólo debo ir por unos documentos para Waka y vuelvo.
— Sí, lo que digas hermana. — haciéndole un gesto con la mano para que se fuera.
Senju ya conocía a su hermano, nunca hacía caso de lo que ella le decía ni le prestaba atención, pero sabía que Sanzu amaba a sus sobrinos, los amó desde que el día que nacieron.
Yuu fue el primero en nacer, su cabecita no tenía mucho cabello y sus hebras casi transparentes como sus pestañas, con un pésimo carácter desde que vio por primera vez la luz del mundo, sin querer abrir sus ojitos y su ceño fruncido y arrugado, cuando por fin abrió sus ojitos, eran grises, iguales a los de su madre, era como una mini versión de Senju, pero de mal carácter.
Pero Sumi era todo lo contrario, sus cabellos rubios y escasos sobre su cabecita, vio la luz del mundo sin llorar, de manera pacífica, mientras parpadeaba con sus pestañas rubias y enrolladas y esos enormes ojos verdes, era una copia de su padre.
Eran una extraña mezcla de ellos dos, pero sin duda alguna Sumi sería el recuerdo vivo de Chifuyu para Senju.
Senju se desconectó del mundo mientras vivía su embarazo, no quería que nadie supiera de ella, mucho menos Chifuyu, pero ya había pensado en que después que nacieran los mellizos hablaría con él, no podía privarlo de conocer a sus hijos.
La mayor parte del tiempo sólo estaba acompañada de Sanzu, todos los días se veían, sus padres que llegaban a veces a visitarlos a los dos, pero para Senju no era fácil, trabajar, enfrentar un divorcio, un embarazo a solas y dejar atrás un amor de tantos años fueron conflictos que pusieron su embarazo en riesgo.
Las órdenes estrictas del médico de no hacer nada en absoluto la mantenían de pésimo humor en el cuarto mes de su embarazo, perdiendo aquella tranquilidad que cargaba de mochila.
Fue ahí donde conoció a Wakasa, un hombre de cabellos blancos y muy hermosos ojos violetas, un viejo amigo de sus hermanos que nunca había conocido.
Él llegó de visita un día y fue ahí donde se enamoró de la albina que parecía una toronja redondita.
Wakasa trabajaba en la misma ciudad que Senju y Sanzu vivían, luego de salir de su trabajo pasaba a visitar a Senju, ella siempre estaba sola por las tardes mientras regresaba Sanzu de trabajar.
Wakasa y Senju formaron una bonita amistad, empezaron a pasar mucho tiempo juntos, conocerse mejor, hablar de sus vidas.
Él estaba soltero y tenía un hijo de su matrimonio anterior, un niño muy parecido a él, de unos 7 años.
La diferencia de edad entre Wakasa y Senju eran unos cuantos años, y el hecho de que ella estaba embarazada no lo hizo alejarse, Wakasa se perdió en ella, algo lo tenía anclado a la albina que se negaba al amor, pero él no se rindió.
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En el abismo.. (KazuFuyu)
RomantizmEl destino se muestra cruel e injusto, nos arrebata lo que creemos es nuestro. Pero es sabio y amable, pues nos entrega lo que nuestra alma busca y necesita.