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Marisol era tan igual y tan distinta a mí

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Marisol era tan igual y tan distinta a mí...

El que nos viera juntos diría que ella pesa y mide la mitad que yo.

Durante estos dos meses conecté con nuestra secretaria más que con cualquier mujer en mi vida.

Sí, los que me conocen saben que no he sido un santo y que por lo general no he tenido relaciones que superaran los seis meses de duración; sin embargo, sé que Marisol es especial.

Y le llevo quince años.

Croque Madame Café, un restaurante que recuerda el estilo de los salones de té parisinos, está ubicado en el Palacio Errazuriz Alvear. Es distinguido y suele estar concurrido a estas horas; es un oasis cerca de la avenida y está alejada del caos citadino además de ser una opción maravillosa para los turistas que gusten de la exquisitez de una mansión encantadora devenida en Museo Histórico.

La guío entre las mesas ubicadas en el exterior dispuestas sobre una cama de pedregullo; en lo personal, deseo tener su atención exclusiva y no chocarme con nadie.

Tomamos asiento en una mesa de hierro forjado, con sillitas que desafían el tamaño de mi cuerpo. Temo que mi culo desborde y la rompa.

Es la primera vez que vengo aquí, no le mentí a Marisol.

La camarera se acerca y nos toma el pedido a cada uno. Veo que Maru – me encanta decirle así – duda.

―¿Podrías volver en un minuto, por favor? ―Solicito a la morena servicial con su pequeño anotador en la mano.

―Por supuesto, señor.

Le sonrío y miro a la belleza frente a mí sin poder quitarme de la cabeza ni del cuerpo el estremecimiento al sentir su palma en mi mejilla, consolándome. A mí, al gigantón de casi dos metros que todos juzgan de inmaduro, al grandote despreocupado que no fue a ver a su madre cuando ella estaba enferma y se murió sin que su hijo hubiera llegado a tiempo para despedirla.

La camarera se retira y Marisol nivela sus ojos con los míos.

―Le dije que se fuera porque te vi indecisa y quería que eligieras lo que tenías ganas. Y eso significa, no mirar el precio. ―Ella se sonroja.

Touché.

―Leandro...

Chist, es una invitación. Pedí lo que quieras, total paga Sebas. ―Bromeo, obteniendo la más mágica de las vistas frente a mí: su sonrisa enorme y apreciativa.

Mil veces estuve a punto de preguntarle si tenía algún noviecito en la facultad o qué había sido de sus relaciones pasadas; nunca mencionó a nadie y conociendo a Esteban, probablemente habría espantado a cualquiera que se acercara a menos de ochenta kilómetros a la redonda.

Marisol era suave en sus modos, siempre amable y muy trabajadora. Los clientes adoraban su paciencia, lo buena anfitriona que era mientras esperaban en la sala de nuestro estudio y su oportunismo para tener una palabra de afecto cuando salían cabizbajos de los despachos.

"En lo profundo de mi corazón" - CompletaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora