Escena extra: Leandro

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Mis amigos y yo estamos canosos, casi jubilados, y disfrutando del aire libre en la enorme casa de Luis, el único que es abuelo (por ahora)

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Mis amigos y yo estamos canosos, casi jubilados, y disfrutando del aire libre en la enorme casa de Luis, el único que es abuelo (por ahora). A menudo bromeamos con Sebastián, diciéndole que será el próximo y automáticamente, empalidece.

Tanto Luna como Serena se han convertido en dos estudiantes sumamente aplicadas y más que bonitas.

El bufete aun sigue funcionando a la perfección, pero estamos un poco cansados de tanto trabajo; tanto Ciro como Luna están en la carrera de leyes, y estoy seguro de que serán parte de la renovación que nuestro estudio necesita en un futuro no muy lejano.

Han sido años locos, ruidosos e intensos y, aun así, el amor entre Maru y yo ha crecido exponencialmente.

¿Recuerdan la navidad en la que le propuse tomarnos unas vacaciones? Bueno, finalmente nos hicimos una escapadita a la playa ese verano. Alquilamos una casa en Cariló, metimos a los chicos en la enorme minivan que nos llevaba a todos lados y disfrutamos de dos semanas frente al mar.

Y cuando digo disfrutar, lo digo en todo el sentido de la palabra.

Escapándonos alguna que otra noche hacia la terraza con vistas al agua, ella y yo nos cubríamos de mantas tapando cualquier espectáculo indecente.

A veces, bajábamos por la escalera trasera que caía directamente sobre la arena de la playa y nos escabullíamos para tener sexo entre las rocas mientras los chicos dormían.

Nuestro ingenio se activó más que nunca. Y dio su frutos.

En septiembre, muy cerca del cumpleaños de Maru, nació Carola y oficialmente, cerramos la fábrica.

Era eso o una tijera de podar para mí. Y no para cortar el césped, precisamente.

Cuando los chicos supieron la noticia no pusieron las mejores caras; eran cuatro, una multitud a su juicio. Con el transcurrir de los meses, se hicieron a la idea y cuando tuvimos a la pequeña en nuestros brazos, se peleaban para atenderla y mimarla.

―¡Ahora voy a tener a mi bebote real! ―dijo con inocencia la menor hasta ese momento, Camila. Advertimos a sus hermanos que la vigilaran de cerca por las dudas.

Ahora mismo abro los brazos para recibir a mi pequeña Carola. Acaba de cumplir seis años y es lo más dulce y tranquilo del mundo. En cierto modo, creo que Dios nos ha dado un poco de tregua ya que los niños anteriores han sido el Anticristo.

Sus rizos rubios me hacen cosquillas en mi pecho desnudo y nunca me cansaré de que así sea. Maru se acerca con una botella de cerveza para mí y un vaso de limonada para nuestra hija.

Veo a mi esposa y se me seca la boca.

Sueno como un viejo pervertido, lo sé, pero ella siempre me generará ese latido extra, ese desajuste cerebral que hace que me babee encima sin sentido.

Carola se aleja de mí y corre a jugar con su hermana Camila. En ese preciso instante, invito a mi esposa a sentarse sobre mi muslo.

―No te voy a comer ―le susurro al oído a Maru. El resto de los chicos -y grandes – están dispersos en la piscina, jugando al metegol o corriendo por el parque.

―Más quisieras hincarme el diente. ―me responde, rodeándome el cuello con sus brazos.

―Uno nunca debe perder las esperanzas ―la miro y ella me mira a mí.

―De eso se trata nuestra historia después de todo, ¿cierto? De nunca perder las esperanzas.

Y así es como me da un beso de película y agradezco a la vida haber encontrado a mi gran amor.


AHORA SÍ....¡LLEGÓ EL FIN!

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Metegol: juego de mesa conocido como futbolín.

"En lo profundo de mi corazón" - CompletaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora