Cuando Sebastián regresa al bufete de abogados una semana más tarde, es pura felicidad.
Y no es para menos.
En mitad de la oficina le entregamos una gran canasta con regalos que yo misma me encargué de conseguir: ropita, mamaderas, sábanas...cositas hermosas para darle la bienvenida a su pequeña Luna.
―Creo que Dani me pegó sus hormonas ―dice, sollozando. Es increíble que estos tipos grandotes, intimidantes y por momentos gruñones, sean tan sensibles.
Valentín lo traba en un abrazo, Luis va en segundo lugar y Leandro lo levanta del piso con una fuerza sobrehumana.
Para lo último quedo yo, la pigmea Marisol.
―Felicitaciones, jefe. Y felicitaciones a Dani.
―Oh, ya la vas a conocer. No creo que tarde mucho tiempo en venir hasta la oficina y verificar que no estamos muriendo sin su reposición semanal de víveres. ―En efecto, desde que yo estoy acá, fui la encargada de los suministros tanto alimenticios como de los elementos de oficina.
Quería estar a la altura de Dani, que ella solo se preocupara por su familia y supiera que los chicos estaban bien cuidados.
Lo cierto es que me gustaba atenderlos; tal como hacía con mi padre cuando volvía del trabajo o con mi hermano cuando regresaba de la facultad y les cocinaba algo rico para que repusieran energías.
―Por supuesto, es la supervisora. ―Todos ríen ante mi apreciación.
Sebastián se cuelga del brazo la canasta blanca con una gran muñeca de tela y la lleva a su despacho. Luis se pierde dentro del suyo, en tanto que Valentín atiende una llamada que suena en su escritorio.
―Gracias por ocuparte del regalo. Luis era el único padre hasta el momento y no era el más indicado para comprarle algo a la bebé. Su mujer siempre se queja que es medio desastre en eso. ―Murmura Leandro, con sus grandes manos escondidas en sus bolsillos.
―Me gustó hacerlo, me siento una pieza útil en este grupo de trabajo.
Leandro muestra sus dientes perfectos y alineados, y levanta ambos pulgares.
Caminando hacia atrás regresa a su puesto de trabajo y yo al mío, donde una gran pila de expedientes me espera para ser catalogada.
***
En el transcurso del día, la gente entra y sale. Con el regreso de Sebastián, esto parece la calle Florida a las dos de la tarde. No doy abasto en la recepción; a todos ofrezco tomar asiento y beber café o limonada, mi nueva creación.
En la cocina, sirvo otro vaso desechable cuando giro, apurada, y choco con un muro de más de cien kilos y casi dos metros de altura, arrojando el café en su pecho.
―¡Mierda! ―No soy de insultar al aire, pero esta vez lo amerita ―. ¡Perdón, perdón! ― Mis manos vagan sin tocar el torso de Leandro, quien examina la mancha enorme que dejé en su camisa azul.
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"En lo profundo de mi corazón" - Completa
Literatura Feminina¿Creés en el amor a primera vista? Marisol pensó que no era posible hasta que lo vio. A él. Al que sería uno de sus jefes. La atracción fue inmediata; Leandro era un jugador, un tipo cerca de los cuarenta con mucha experiencia en lo que a mujeres r...