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Cuando cuelgo sin darle la chance de continuar hablando sé que la cagué y que, aunque la llame mil veces, me rechazará

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Cuando cuelgo sin darle la chance de continuar hablando sé que la cagué y que, aunque la llame mil veces, me rechazará.

No quiero admitirle que voy a las sesiones con el Dr. Pratt y que estoy estancado, él mismo me lo dice. Obviamente no es quien debe resolver mis problemas sino mostrarme el camino para que yo lo haga por mi cuenta.

Tanto él como yo estamos frustrados por no ver avances y sé que quizás lo mejor sea contactar a otro profesional, pero no puedo.

No podría ponerme en manos de otro analista, soy demasiado cerrado y orgulloso como para abrir mis puertas a una persona distinta.

Tras dormir poco y nada esa noche, me levanto temprano al día siguiente y hago ejercicio en las máquinas del gimnasio de mi edificio. Hay mucha gente aquí que tiene los mismos planes que yo y me molesta no poder distraerme en soledad.

La vecina del octavo piso me mira de lado. Ya hemos visto las instalaciones del departamento de cada uno con anterioridad. Y cuando hablo de instalaciones, hablo de todas las instalaciones, ¿se entiende?

No necesito del contacto de otra mujer para sentirme vivo, necesito que Maru confíe en mí. ¿Cómo hacerlo si ni yo mismo me tengo esa confianza? Incapaz de exorcizar mis demonios, ¿cómo pretendo hacerla feliz?

Soy una contradicción en sí misma: todos me ven como el tipo que jamás abandona la sonrisa y las bromas, pero por dentro soy tan oscuro como la noche, un autoboicot andante.

Sé que con estas actitudes e indefiniciones hiero los sentimientos de Maru.

Dijo que me ama y yo sé que la amo, pero no puedo decírselo por miedo a arruinarlo, por miedo a que otro apocalipsis se cierna sobre nuestras cabezas.

El Dr. Pratt insiste con las casualidades que han signado mi vida, pero no creo en eso. No creo en el triste azar que signó mi pasado.

Tomo una ducha después de haber esquivado estoicamente el coqueteo de mi vecina y me dirijo a Tribunales cuando una idea cruza mi mente.

Quizás no pueda decirlo con palabras; paradójicamente, aquello que me hace fuerte en mi profesión y frente a mis clientes, no lo hace en mi vida privada.

Guardo el coche en un estacionamiento pago y bajo en la calle Libertad, conocida por su gran cantidad de negocios de alhajas y antigüedades.

No soy un tipo impulsivo, es precisamente el sobre análisis de las cosas lo que me priva de disfrutar la vida.

Esto, lo que estoy a punto de hacer, no es algo que nació de la nada.

Amo a Maru como jamás amé a nadie y quiero demostrarle que su paciencia y su abnegación es invaluable; quiero tenerla a mi lado eternamente, asegurarle que soy suyo y nadie más que ella me tendrá, con mis problemas y con mis inseguridades.

Ella es la única que accedió a mi corazón y conoció algunos de mis secretos más oscuros.

Miro las vidrieras por un buen rato, cuento con algo más de tiempo para presentar los papeles que Sebastián me pidió. El cadete está de licencia por exámenes y el chico de los mandados, o sea yo, se postuló ayer.

"En lo profundo de mi corazón" - CompletaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora