Tutor

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Eran las ocho de la mañana y Mikey se encontraba en la cocina de su departamento, lavando los platos del desayuno, que habían usado anteriormente sus hermanos. Se encontraba tallando uno de los tantos platos de porcelana que se encontraban sucios, cuando sintió como sus mejillas comenzaban arder, al recordar lo ocurrido en el día anterior en la estación del metro.

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—Puedo darte un beso... — Posó con cuidado las palmas de sus manos en las redonditas mejilla del chico, que se encontraban ruborizada.

Al momento de tocar las mejillas, lo que era un leve rubor ahora se había extendido en toda la cara del chico, estando completamente roja.

—¿Q-qué? — Se alejo abruptamente de él e intento pararse de la banca.

Pero antes de que se parará hizo más fuerte la presión en los cachetes, evitando que se fuera.

—Solo un pico. — Se empezó a acercar, cerrando los ojos, a los labios rosados del chico.

En otras circunstancias él nunca hubiera aceptado besar a un desconocido, a él querer que su primer beso fuera con una persona que de verdad quisiera y no con un don nadie. Al menos pensaba de esta manera hasta que Baji le ofreció dorayakis, la comida que más amaba sobre todas las cosas, a parte de que Ken-chin había estado de tacaño y ya no le quería comprar ningún dorayaki, era por eso que ahora era el estómago quien dominaba todos sus sentidos. Estaba tan concentrado en lo que estaba haciendo que le tomo desprevenido recibir una fuerte patada en la ingle.

Soltó un pequeño grito por el dolor y cayó al suelo de lado.

No lo podía creer.

Había recibido demasiados golpes de personas mucho más fuerte y grandes que ese chico, pero la patada que le dió, casi le saca el alma por el inmenso dolor que sentía en la parte baja.

Él rubio rápido se paró de la banca, tomando con la misma velocidad sus cosas y se giro hacia él.

—¡Claro qué no, pervertido!

Si por si con el gritó que había soltado cuando se cayó algunas personas los habían mirado, ahora con él gran grito que soltó él chico hizo que todos los de la estación los vieran, curiosos de lo que estaba pasando.

Ahora no solo moría de dolor, si no de vergüenza.

Antes de que pudiera seguir lamentando su situación, sintió como unos brazos lo cogían de la cintura y otro de las piernas, alzando su cuerpo. Miro hacía arriba encontrándose a Baji y a Draken, que lo habían levantado.

—¡Corran! — Grito Baji yendo hacia el metro, que estaba a punto de irse, donde saltaron, entrando al transporte.

A escasos segundos de que se cerrarán las compuertas y que el metro se fuera, pudo ver que las personas se estaban riendo, se estaban burlando del rubio, quien solo se ponía rojo, ante tales burlas, para seguido girarse viéndolo director a los ojos, lanzando una cara de odio hacía él.

Ese día había hecho un nuevo enemigo.

Fue lo que pensó Mikey antes de que el metro arrancara, perdiendo de vista a aquel chico.

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—Que estúpido soy. — Lavaba con más brusquedad los platos a recordar ese vergonzoso momento.

—Eso es verdad. — Apareció por detrás de él Shinichiro, que atrapó en su mano derecha uno de los vasos que recién había lavado, llenado el recipiente con agua del fregadero.

Un beso.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora