↭Día quince↭

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MARATÓN 2/3.

Día quince: «Confusiones»

Querido diario:

«...hasta que te duelan los pies de tanto bailar.»

Los poemas se repiten una y otra vez en mi mente, donde todo luce confuso y borroso. ¿Quién los escribió? ¿Quién tomó mi diario? ¿Fui yo misma? Pero no puede ser, no es mi caligrafía ni mi forma de escribir; no tiene al menos, parecido.

En el caso de que alguien haya tomado este cuaderno rojo, ¿cómo pudo hacerlo? Lo tengo conmigo las veinticuatro horas del día y en las noches, descansa bajo mi almohada. Si quisieran quitármelo, enseguida me daría cuenta.

Lo aterrador de este problema es que los cuatro poemas hablan de la muerte y el dolor. A todo esto, se le suma también que —por desgracia— he empeorado un poco, los casos de Kovow se incrementan el doble cada día y ni hablar de la cantidad fallecidos. Los hospitales y centros de aislamientos han colapsado; no hay lugar para los cuerpos en los cementerios. Mis padres comenzaron a tener síntomas ayer. Ninguna vacuna o fármaco hacen algo, los médicos han comenzado a rendirse. Esto es un caos sin fin.

La angustia nos consume; el dolor nos abraza; la muerte ríe. Todo está escrito en las nubes grises que nos saludan cada mañana: poco a poco estamos diciendo adiós en una triste despedida.

Mis vómitos, la migraña y la comezón no acaban. Son como bombas atómicas atacándome hasta dejarme en una luna de Valencia donde ya ni siquiera siento mi propio cuerpo. Tampoco ayuda el hecho de que las preguntas con respecto a Raine atormenten en mi conciencia sin descanso y que estuviésemos todo un día sin conversar.

Estoy realmente confundida. ¿Por qué ya no lo veo de la misma forma? ¿Por qué siento que algo murió? Es cierto, él fue quien comenzó el beso, pero fácilmente pude haberlo separado y no lo hice.

¿Soy sincera? Sí me gustó que sucediera eso entre nosotros, y no me molestaría en lo absoluto que ocurriera con más frecuencia. A pesar de seguir sintiendo la curiosidad que tuve desde el primer día en que lo vi, hay algo que hace impulsarme hacia Raine. Y no tengo noción de qué pueda ser ese «algo».

Hoy rompimos el ciclo de solo dirigirnos incómodas miradas.

“—¿Tienes una mínima idea de que puedan significar esos poemas? ¿O al menos quién los escribió? —cuestioné, tomando el cuaderno entre sus manos.

Lo escribió alguien cansado de la vida o enojado con ella. ¿Quién? Ni puta idea. —Tomó una larga calada de su cigarro.

No digas palabrotas —le reñí, frunciendo un poco mi ceño. Luego la vergüenza me invadió, recordando que yo no soy la persona más indicada para decir ese tipo de cosas.

¿Por qué estás roja? —imitó mi gesto y botó el pitillo, para sacar otro. Luego chasqueó su lengua y sonrío levemente con una pizca de maldad, como si se hubiera percatado de algo —Tú también las dices, ¿cierto?

Sabía a que se refería, así que solo asentí. Otra vez el ambiente entre nosotros se transformó en uno denso e incómodo, así habíamos estado desde que le mostré la página con los poemas. Hasta que tres cigarrillos después, se dignó a sacar el tema que nos inquietaba a ambos.

Mila, con respecto a lo de ayer...

No me molestó —hablé, interrumpiéndolo. Raine estaba a punto de aclarar una de mis mayores dudas y ahí me encontraba yo: cortando sus palabras —. No intentes pedir perdón, porque es innecesario. Solo te pido que me contestes una cosa —demandé, tragando grueso.

↭Bailando con la Muerte↭ ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora