↭Día once↭

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Día once: 15/12/2003

Este capítulo no será escrito en el diario de Mila, será narrado presencialmente por “X” persona. Espero lo disfruten :D. ¡Comiencen con las teorías!

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«Baño sangriento»

Desconocido:

Lunes; 14 de diciembre de 2003; 1:56 am. 
Centro de Aislamiento: Efron.
Ciudad: Asfon.

La luz amarilla y tenue del baño de lozas blanquecinas, toques amarillentos y con roturas me acompaña junto al cuerpo inerte a mi lado.

Un hedor intolerable comienza a hacerse presente, volviéndose cada vez más fuerte. Es la mezcla entre el orine y la sangre.

Aunque ya no me molesta, he aprendido a disfrutarlo.

Las diminutas gotas de agua escapan de la ducha, chocando contra la baldosa. Un aire violento se escucha desde ahí, a pesar de estar dentro de cuatro paredes.

Mis manos manchadas de sangre se asimilan a unos delgados guantes rojos. La ropa que llevo deja evidencia de ese anormal acto y mi cara —salpicada también —, con la sonrisa torcida, no ayuda mucho a que la escena sea menos aterradora.

El cuerpo de la chica descansa en la bañera. Una bañera llena de sangre. Su propia sangre. Tenía los ojos cerrados, pequeñas manchas rojizas adornan su rostro de facciones delicadas y adolescentes. Está desnuda, su patético pijama de elefantes se encuentra en una esquina de la habitación, sucio, maloliente y con ese tan conocido aroma metálico: sangre. El cabello castaño ha adquirido una textura grasienta y un repugnante olor.

Su cervical cae en el borde de la bañera empercudida y poco cuidada. El lavamanos ha tomado un ligero color rojo.

Yo he terminado mi trabajo.

Trabajo que las voces de mi cabeza me indicaron y con gusto cumplí.  

El bisturí está a un lado de la chica —ahora muerta —, lo he colocado ahí significativamente. No se encontrarán rastros de mis huellas. Tantos años en esto me enseñaron a ocultar la evidencia, siendo así, demasiado creíble para el ojo humano común.

Ahora solo estoy ahí, frente al cuerpo, tomando asiento en el piso de granito —bañado en sangre también —, sonriendo de satisfacción, de placer.

Haberla escuchado suplicar por su vida me resultó tan placentero. Me llenó de adrenalina.

La muerte prematura baila con toques de diversión y malicia un casino casual. Se ha pasado de tragos, pero después de todo, no está tan mal pasarse, ¿verdad?

Al menos una vez debes ir más allá de tus límites, cruzar la línea que hay entre lo que debes hacer y tus impulsos; lo que quieres. Descubrir más de lo peligroso, lo misterioso.

Yo lo he hecho.

Quise asesinar. Asesinar porque sí. Y no es mi primera vez.

Esa fue hace mucho tiempo.

Escuchar a las personas implorar por su vida, como si en ese momento yo fuera a tener piedad y detendría mis acciones, me hacía querer más. Más sangre.

Amo la sangre y ni siquiera desciendo de vampiros. Amo ver el terror enfundado en sus cuerpos, cuando ya no tienen escapatoria, cuando saben que irremediablemente, morirán.

Un gemido de sorpresa hace que me gire a una velocidad preocupante para mi cuello, hacia la puerta.

Ahí se encuentra una mujer regordeta, con aspecto lamentable —no es que el mío fuera el mejor —. Despeinada y con unas enormes ojeras bajo sus ojos atemorizados por la fiesta sangrienta en el baño carente de cuidado.

—S-s-a-an-ng-gr-ee. —Logra musitar, casi inaudible y poco entendible, retrocediendo unos pasos.

Por jugar un rato más no sucederá nada malo, ¿cierto?

Después de todo no hay ni un alma en los opacos pasillos y todos duermen plácidamente.

Me acerco a ella con paso vacilante y una sonrisa macabra en mi rostro. Retrocede a medida que yo avanzo. 

La habitación tiene poca iluminación, creando un efecto de sombra a la mitad de mi rostro, dando un aire de peligro y prohibición.

En sus orbes sólo predomina una emoción: miedo. Sus labios secos y entreabiertos, intentando pronunciar algo hace que mis deseos de jugar sucio se despierten.

Simplemente ha entrado en un shock total, y por más que su cerebro le ordene gritar, pedir ayuda o al menos defenderse, su cuerpo se lo impide. Tiene cadenas invisibles atadas a ella.

Cadenas: terror.

Pero no, no la mataré hoy.  

Es una presa fácil, pero me divierte lo suficiente como para jugar un rato y dejarla vivir. Luego podré divertirme más.

—Hola. —Giro levemente mi cabeza, aún con la sonrisa en mi rostro.

Tiembla presa del temor, y comienza a balbucear cosas sin sentido.

—Escucha muy bien lo que te diré. —La tomo sorpresivamente del cuello, sus ojos casi quieren salirse de sus órbitas, da un respingo y gimotea más alto —. Este es un secreto —señalo toda la habitación —. Uno que debes guardar, no le dirás a nadie. —Mira desesperada a cada rincón del repugnante baño, como buscando algo —. ¿Escuchaste bien? —Aprieto mucho más mi agarre —O sino terminarás muchísimo peor. —Dirijo mi vista al cadáver de la bañera —, porque a mí si no me carcomerá la culpa por hacerlo. —Apenas asintió.

En una maniobra ágil, la tomo del cabello y la jalo hacia dentro para limpiar algunas manchas que he dejado en el camino de su cuello.

Tiembla de manera poco creíble, el temor reflejado en sus iris, combinado con ese aspecto tan desaliñado le da un toque de enferma mental. Parece sacada de un manicomio o película de terror.

—Ahora saldrás tranquilamente y volverás a tu cama como buena chica —murmuro cerca de su oído. Pero no se movió de ahí —. ¡Dije ahora! —exclamo en un susurro.

Vuelve a dar un pequeño salto y sale de ahí con andar trémulo y casi rápido.

Hoy ha sido una noche agitada, pero sin duda alguna, bastante divertida.

Me dirijo al lavamanos y comienzo a quitar todo rastro del líquido. Incluso, me desnudo, dejando mi ropa doblada a un lado para hacer todo menos sospechoso.

Desde luego que todo indica que ha sido un suicidio. Razones le sobran a la chica para partir de este mundo por su propia cuenta. Además, nada en la escena del crimen parece un asesinato. 

Excepto por las leves marcas en su cuello. Pero no lo notarán. Tengo la plena seguridad de que no lo harán.

Y justo cuando estoy abrochando mi camisa un dolor insoportable se hace presente en mi nuca. Suelto un jadeo de dolor y me apresuro a salir lo más rápido que puedo de allí.

Comienzo a toser con intensidad. Quiero detenerme, pero al parecer mis pulmones comienzan a manifestarse.

Ya no soportan más.

Debo volver al dormitorio en cuanto antes, o sino todo se irá al demonio. Y eso no puede suceder.

Entonces, los espíritus silenciosos de los pasillos con bombillas dañadas ven pasar su figura y se arrodillan a sus pies. La luna enloquece de rabia por no haber presenciado ese atroz asesinato y el viento sopla con furia e ímpetu, queriendo derrumbar todo. Las noches de diciembre en Asfon son hostiles y misteriosas. Todo en Asfon es un constante misterio. La muerte yace en aquel centro, extasiada, satisfecha. Ha cumplido su propósito.

¿Quién será el desconocido?

Si les ha gustado el capítulo pueden votar y comentar. ¡Eso me hace muy feliz!

Y si han creado alguna teoría, me gustaría que me las comentaran :)

Amy.

↭Bailando con la Muerte↭ ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora