↭Día dos↭

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Día dos: «Chico sin nombre»

Querido diario:

Estoy despierta desde las 5:30 de la mañana. Casi no he pegado ojo en toda la noche. Mi única alternativa es leer y lo hice hasta que a las 7:00 trajeron el desayuno y la mayoría de las personas del cuarto se despertaron por la voz tan chillona de la enfermera. Siempre tiene mala cara la que nos trae los alimentos. Vieja amargada.

Por otro lado; ya me habían puesto mi primera dosis y confieso que no la pasé muy bonito. Tuve vómitos y fuertes dolores de cabeza. Eso sin contar que mi fiebre no quería bajar.

Ya me llevo muy bien con una chica del cuarto, es unos años mayor que yo —seis para ser exactos —y está con sus hijos pequeños aquí. No se siente tan asustada, ya que los niños no tienen un solo síntoma. Qué suerte. Hemos hablado bastante, incluso hasta me ha contado de los tiempos en los que iba al instituto y hacía demasiadas trastadas con sus amigos. Reímos mucho.

En lo que salía al patio, y observar un poco moverse los árboles, se había convertido en mi nuevo escape, llegó un chico nuevo a la habitación. Ni siquiera sabía su nombre, era callado, no intercambiaba alguna palabra con las personas del cuarto. En todo el tiempo que lleva aquí tiene cara de querer mutilar a quien se interponga en su camino. Emana un aura de frialdad, increíble. Simplemente se coloca sus audífonos y cierra los ojos. Entonces esa aura de frialdad, desaparecía.

Llámame acosadora, o como quieras, pero lo he observado dormir. El chico sin nombre es realmente guapo. Es castaño, tiene algunos mechones rubios y negros, es peculiar. Sus orbes grises regalan miradas gélidas a todos y tiene largas pestañas, da envidia a cualquier chica. No saber nada más y verlo tan callado me llena de curiosidad.

Una curiosidad que quiero saciar. Necesito saciar.

Cambiando de tema; he hablado con mis padres. Están igual de preocupados que cuando me fui, pero les di a entender con mi tono de voz alegre que todo estaba bien. Aunque de vez en cuando me sintiera un poco mal. Me repiten constantemente que debo pensar positivo.

Es irónico, ¿no? Cada vez que pienso positivo todo resulta ser lo contrario, todo es negativo.

Primero, tuve la mente positiva cuando me hicieron el test. Di positivo.

La doctora dijo que pensara positivo, que las reacciones en una persona joven no serían tan fuertes. Fueron fuertísimas.

¿Qué falta?

Después de todo, las matemáticas tienen razón: Negativo —mi alrededor —por positivo —yo —igualan a negativo. 

Ahora —al contrario de ayer —, no puedo quedarme dormida. Por eso escribo desde afuera, donde hay un foco prendido. Salí sin hacer ningún ruido para tomar un poco de aire fresco, el calor me comía allá dentro.

La noche estrellada junto a la luz de la luna me inspiran a escribir. Pero no, no a este diario. Escribir algún poema sin sentido.

Ven.
Ven, siéntate conmigo, aquí.
Sentémonos a conversar juntos.
Quizás de la vida,
del amor, de la galaxia.
¿Quién sabe? del universo,
de la magia, o de los seres fantásticos.
No lo sé,
sólo quiero sentarme contigo, aquí.
Y guardarte un espacio en mi corazón,
para en las noches de frío...
estés conmigo también.

Sinceramente, me gusta como se me da la escritura, y es uno de mis pasatiempos favoritos.

Pero al parecer yo no soy la única aquí afuera, el chico sin nombre está sentado en uno de los bancos fumándose un cigarrillo condenadamente rápido.

¿Por qué desperdicia su vida así?

Creo que mejor me voy a dormir ya. No debería siquiera coger el sereno de la bella noche. Es malo, contando con que no me coloqué ningún abrigo.

Espero poder seguir escribiendo...

Mila.

↭Bailando con la Muerte↭ ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora