Cap 03.

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Llegué al edificio. Era enorme y muy lujoso.
Inhalé, luego exhalé.
Al momento de poner un pie dentro, el guadia me atajó.

— Señorita ¿en qué puedo servirle?.

— Buenas tardes, vengo a entregar mi curriculum vitae.

— El día de hoy ya es la entrevista, pero, pasa.

Mierda — Gracias.

El guardia me dio las indicaciones de como llegar.

Subí al ascensor.
Comenzaban a temblarme las manos.
Es raro, casi nunca me siento nerviosa.
El ascensor para en el 3er piso.
Sube alguien.

Lo observo detenidamente, él también a mí.

— La chica del alboroto en la heladería. — dijo, con un rostro muy serio.

Qué vergüenza.

— Tanto tiempo. — finalmente hablé, pero él no dijo nada. — ¿También vienes a la entrevista?

Él me miró.

— Es solo para las mujeres. — respondió.

Oh, oh.

— No sabía que habías quedado.

— Eh...

— Hasta dónde sé solo quedaron 5 personas para ser entrevistadas.

El ascensor se detuvo en el piso 5.
Era el momento de bajarme.
Le di una última mirada, él a mí también.
Guao, que mirada tan penetrante.

Llegué a la sala de espera. Y si, tan solo habían cinco chicas. Una de pelo color negro, una pelinaranja, una castaña y dos rubias.

Todas se giraron hacia mi.
Fue un momento bastante incómodo.
Vaya, una de las rubias es una conocida mía.
Historia Reiss.

— ¿Mikasa? — pronunció la recién mencionada.

— Historia.

— Pensé que solo quedamos cinco chicas. — sonrió — ven, siéntate.

— No, yo no... — di media vuelta y me fui.

Salí tan rápido como pude de la empresa.
De esas cinco apenas y van a elegir a tres personas para los puestos.
O sea, dos van a sobrar.
Mejor no perder mi tiempo.

🍡🍡🍡

Al llegar a la universidad, me encontré con Sasha, la cuál me puso al corriente de lo que estaba sucediendo en su vida.

Bien, para resumir: Sasha consiguió trabajo la semana pasada, como recepcionista de un gimnasio.
Y frente al gimnasio hay un comedor <una gran tentación para los fitness>. Y, ahora comprendí porqué es el chico ideal para ella. Es el cocinero quien flechó a Sasha.

Y claro, Sasha también lo flechó. Con su bondad, simpatía, belleza. Y claro, con su forma de tragarse todo.

— ¿Cómo dijiste que se llama? — pregunté.

— Niccolo. — respondió.

Sasha siguió comiendo sus onigiris, cuando ambas vimos a Armin llegando.

— Oye, siento que Armin está un poco más raro, ¿no crees?.

— Yo también siento lo mismo — respondí asintiendo con la cabeza.

Él llegó a nosotras.

— Buenas tardes. — saludó.

— Armin ¿estás bien? — cuestionó Sasha.

— Si, ¿por qué?

— Es que en estos días, bueno... — traté de decirlo.

— Estoy saliendo con alguien — confesó el rubio, rascándose la nuca.

Sasha y yo abrimos los ojos. Y obviamente, no podíamos evitar preguntar.

— ¿Quién es? — al unísono.

— No creo que la conozcan, o quizás sí.

— Desembucha — dijo Sasha, agarrándolo del brazo.

— Es Annie... Annie Leonhart.

Sasha y yo nos miramos.

— Ni idea de quién sea. — dije.

— Espero que sea bonita.

— Lo es. — afirmó el rubio, con unos maravillosos brillos en los ojos.

🍡🍡🍡

Era sábado, 21 horas, me encontraba cenando omelettes.
Cuando suena mi celular... Sasha.

— ¿Sí?

— Mikasa, por favor, tienes que ayudarme. — habló exaltada.

— ¿En qué? — pregunté relajada.

— Olvidé que hoy es la cena en la casa de los padres de Niccolo. ¡Por favor! Ven a cubrirme.

— Eh...

— El gimnasio queda a 3 cuadras de tu casa, por favor, ¿sí?. Te espero hasta las 21;20 horas.

Me cambié de rápidamente de ropa.
Llegué al gimnasio, puntual.
Sasha estaba exaltada.
Me indicó todo lo que debía de hacer y se fue.

Lo bueno es que a las 22:30 se cierra el gimnasio.

Me senté en la butaca, la mesa y el teclado de la computadora estaban llenos de miga de pan.

Rodé los ojos divertida.

Pasaron y pasaron los minutos, la gente de a poco se iba despidiendo de mi.
Algunos me miraban con cara rara.
Miré el reloj.
Marcaban las 22:28, ya no estaba nadie dentro.

Me levanté, limpié el desorden de Sasha y puse algunas cosas en su lugar.
Apagué las luces y salí.
Llaveé todo como me lo dijo Sasha, y partí rumbo a casa.

Al abrir la puerta el departamento, recibo nuevamente la llamada de la chica patata.

— Ya cerré el gimn... — fui terriblemente interrumpida por ella.

— ¿CÓMO SE TE OCURRE, MIKASA?

— ¿Qué? — cuestioné preocupada.

— Dejaste encerrado a alguien dentro del gimnasio.

A la madre, lo que faltaba. Suspiré.

— Ya estoy en camino.

Fue todo lo que dije y colgué la llamada.

Abrí nuevamente el gimnasio.

Encendí las luces.

Ahí estaba él.

— La chica de la heladería. — habló.

La fuerza del Destino.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora