Capítulo VIII

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Tras pasar un rato abrazados Helmut decidió descansar para calmarse un poco, mientras que James le daba su espacio y preparaba algo para comer. No quería dejar solo al sacerdote por mucho tiempo, así que trató de apresurarse mientras seguía pensando en cómo averiguar lo que estaba provocando aquel extraño comportamiento en Helmut.

Una vez en la cocina buscó algunos ingredientes entre las repisas, luego al intentar extender su mano hasta el fondo de una de ellas pudo sentir un gran frasco que reposaba oculto entre las demás especias.

Decidió tomar el recipiente en manos para completar su receta pero una vez que pudo ver lo que contenía dicho frasco de inmediato sacó su celular y empezó a tomarle fotos. Innumerables ojos se encontraban flotando entre un líquido blanquecino, todos ellos de distintos colores.

—Mierda —Dicho esto James limpió el recipiente con una servilleta y lo dejó en su lugar, no quería que Steve lo notara.

Por unos minutos trató de meditar la situación, y sin importar lo bien que le pagarían por llevar toda esa información sabía perfectamente que no valía la pena, necesitaba algo más. Aun así pensó en una alternativa para proteger a Helmut, no quería hacerse responsable de su muerte si decidía suicidarse. Tenía que investigar más a fondo sobre lo que estaba ocurriendo en la iglesia y para ello necesitaba entrar en aquel lugar, así que de alguna manera tenía que convencerlo para que eso sucediera.

Por otro lado las pesadillas de Helmut lo estaban atormentando mientras dormía. Estaba corriendo entre aquel bosque tan oscuro e inmenso que rodeaba la iglesia, podía escuchar una serie de alaridos a su alrededor y no podía dejar de temblar. Una especie de criatura amorfa lo acorralaba, intentó permanecer en calma, pero cuando pudo distinguir bien a aquella cosa se quedó en shock.

Un hombre con cabeza de cabra lo miraba fijamente mientras una sonrisa retorcida se asomaba por sus labios desgarrados y manchados en sangre. Podía sentir su respiración a pocos centímetros de su rostro; quiso gritar, correr, incluso llorar pero no pudo.

Lo único que pudo pensar en aquellos momentos fue en James, quería abrazarlo una vez más y no alejarse de él.

Ya en la realidad Barnes estaba a pocos centímetros de los labios del Sacerdote, minutos atrás intentó despertar al castaño para tratar de convencerlo sobre ir a la iglesia, decidió que esa sería la última vez que lo involucraría en su investigación. No quería verlo sufrir a causa del temor, ni mucho menos exponerlo a cualquier tipo de peligro.

Con una de sus manos acariciaba con delicadeza sus mejillas tan suaves y cálidas. Su corazón se aceleró y de manera inevitable sonrió, se preguntaba con qué estaba soñando el contrario, pues parecía estar tan tranquilo. Anhelaba poder verlo así estando despierto, últimamente era muy difícil verlo sonreír y en verdad quería hacerlo feliz durante el poco tiempo que estuvieran juntos.

—Helmut... Me gustas mucho, creo que me estoy enamorando de ti —Confesó entre susurros.

De pronto el sacerdote despertó de manera repentina y se sobresaltó, su respiración era acelerada y sus ojos permanecían abiertos de par en par; fue entonces cuando notó la presencia de James y sin mencionar palabra alguna lo abrazó una vez más.

Quería sentir su calor... Quería sentirse seguro.

—¿Tuviste una pesadilla? —Preguntó Barnes extrañado, pues creyó que estaba durmiendo con total tranquilidad.

—Tenemos que ir a la iglesia —Mencionó el castaño con algo de temor.

James se sintió aliviado tras escuchar aquellas palabras, aun así sabía que tendría que vigilar a Helmut en todo momento, por lo que había escuchado acerca de la iglesia sabía perfectamente que muchas cosas podrían suceder estando allí.

Luego de darle vueltas a la situación notó la cercanía que tenía con el padre, una vez más aquellas ganas de besarlo invadieron sus pensamientos pero sabía que podría arruinar las cosas con Helmut, después de todo él tenía un voto de fe con Dios.

—James —La voz de Helmut era suave, casi suplicante.

Dicho esto Helmut se separó lentamente del locutor y besó una de sus mejillas, aquel acto tan inocente enloqueció a James. Este último apreció una vez más el rostro del contrario, podía ver aquella expresión en Helmut como si en verdad lo deseara tanto como él.

Barnes no quiso pensarlo más y tomó el rostro de Helmut para luego besarlo, tal fue su sorpresa cuando el sacerdote abrió su boca para intensificar el beso.

Su lengua recorrió cada rincón de su boca mientras que sus manos bajaban lentamente hasta tocar el miembro de Helmut quien soltó un pequeño gemido y de inmediato se separó de James.

—Lo siento —Mencionó el más joven para luego abandonar la habitación.

Poco le importó a Barnes el hecho de que Helmut se apartara de su lado, aquellos segundos a su lado fueron como estar en el cielo. Sabía que sentía lo mismo, pero a su vez entendía por qué no podía entregarse por completo en el amor.

El resto del día fue algo incómodo para ambos, pues el silencio dominaba en el ambiente y las miradas que ambos se dedicaban de vez en cuando no hacían más que ponerlos nerviosos. Al llegar la noche Helmut se fue a la cama con una enorme sonrisa en sus labios, pues cada que recordaba a James sentía mariposas en el estómago.

Pero de pronto un recuerdo invadió aquella felicidad, pues fue exactamente lo que sucedió con Steve años atrás y aquello no terminó del todo bien. Una vez más su sonrisa desapareció y la tristeza lo arropó antes de quedarse profundamente dormido.

𝕷𝖎𝖇𝖊𝖗𝖆 𝖓𝖔𝖘 𝖆 𝖒𝖆𝖑𝖔 | 𝚆𝚒𝚗𝚝𝚎𝚛𝚋𝚊𝚛𝚘𝚗Donde viven las historias. Descúbrelo ahora