Febrero de 1997
Era una mañana cálida y tranquila dentro de la iglesia, Helmut estaba entusiasmado ya que ese día tendría la oportunidad de acompañar a uno de los sacerdotes más prestigiosos del país para realizar un exorcismo y estaba más que preparado, había estudiado todo el fin de semana acerca de la demonología, quería causar una buena impresión ya que no era del todo común que se contactaran con un diácono para ese tipo de cosas.
Aunque la realidad era muy distinta, pues la principal razón por la que solicitaron su presencia fue porque había estudiado psicología en la universidad, siendo uno de los mejores alumnos en su momento.
Fue así como se vistió, desayunó y luego se dirigió al lugar acordado. Era una cabaña muy alejada del pueblo, ésta se encontraba en la profundidad del bosque, completamente aislada del mundo exterior.
Una vez estando en aquel lugar se encontró con el monseñor Kit, quien le dio la bienvenida para luego explicarle un poco más a detalle aquella situación.
—Helmut, que alegría verte por aquí —Dijo —. Mira lo mucho que has crecido, eres todo un hombre ahora —Dicho esto acarició una de sus mejillas.
—También me alegro de verlo —Respondió un tanto nervioso debido a aquella cercanía tan inusual.
—Verás, el caso de hoy se trata de una anciana que asegura ver cosas en este bosque, creo que te darás una idea de lo que sospechamos —Cada una de sus palabras parecían ser mencionadas con poco interés.
—¿Esquizofrenia? —Respondió con duda.
-Eso o simplemente quiere llamar la atención, en fin. El sacerdote Efraín quiere que te hagas cargo de eso, ya sabes, una prueba psicológica antes de hacer el exorcismo sí es que en verdad hay algo inusual -Dicho esto el monseñor se dio media vuelta.
—Claro, será un placer —El entusiasmo de Helmut se desvaneció por completo, cosa que no pasó desapercibida por el contrario.
—No pongas esa cara, lo convenceré para que te deje estar presente en un caso más importante —Dicho esto posicionó sus ojos marrones sobre el rostro del castaño, a su vez una sonrisa se asomó por sus labios.
Helmut se perdió en su mirada, emanaba algo tan inusual que resultaba tentador.
—¿Sucede algo? —Preguntó debido a su silencio.
Por su parte Kit se limitó a responder, simplemente le dio una palmada en la espalda al más joven y acto seguido se retiró del lugar.
Posteriormente Helmut decidió entrar en la cabaña, apenas había notado lo silencioso que era aquel lugar pues no se escuchaba el canto de las aves, ni siquiera el sonido del viento. Una vez que puso un pie en la vivienda sintió un gran peso sobre sus hombros, de pronto empezó a sentirse sumamente cansado y eso lo alarmó de inmediato.
—Monseñor... —Trató de gritar, pero aquello sonó más como un suspiro débil.
Sus piernas empezaron a temblar y su mirada se enfocó en una mujer de avanzada edad que estaba a pocos metros de él, su mirada era opacada por la oscuridad, a pesar de ello pudo sentir que sus pupilas lo miraban fijamente.
—Señora, ¿se encuentra usted bien? —Helmut quería permanecer tranquilo, pero aquello no sería del todo posible.
Aquella mujer se acercó lentamente hacia el castaño, una vez que estuvo lo suficientemente cerca tomó la perilla de la puerta y cerró de inmediato desde sus espaldas.
Acto seguido lo sujetó de la mano y ambos se escondieron por debajo de una mesa sin hacer ruido.
—¿Qué sucede? —Helmut no entendía nada en absoluto, aun así no quería ser descortés con la anciana ya que él en verdad estaba dispuesto a ayudarla.
—Ahí vienen —Mencionó en un susurro.
Justo cuando Zemo estaba dispuesto a salir de aquel escondite la puerta se abrió de manera brusca, las tablas chocaron con el concreto de la pared provocando que un estruendoso sonido hiciera eco en el lugar.
Entonces los vio por primera vez, sintiendo cómo su estómago empezaba a revolverse debido a esa imagen tan espeluznante.
Habían dos hombres con cabezas de cerdo las cuales cubrían sus rostros simulando una máscara, podía distinguir sangre en los orificios y un hedor putrefacto que emanaban dichas cabezas. Sintió cómo la mujer apretaba su mano, tanto que volteó a verla y sus ojos se abrieron de par en par al ver que la anciana yacía sin vida; sus ojos celestes, casi grisáceos quedaron abiertos expresando un terror agonizante. Supo de inmediato que fue a causa de un infarto y se preguntaba a sí mismo el qué había hecho para tener que vivir todo aquello.
Helmut empezó a llorar en silencio, cubrió su boca con una de sus manos para evitar hacer cualquier tipo de ruido que lo delatase, quería recordar una oración, cualquiera... Pero simplemente se quedó en shock.
Observó una vez más a aquellos extraños, sabía que tenía que salir de esa casa lo más pronto posible y avisarles a los demás diáconos quienes seguían en la iglesia.
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𝕷𝖎𝖇𝖊𝖗𝖆 𝖓𝖔𝖘 𝖆 𝖒𝖆𝖑𝖔 | 𝚆𝚒𝚗𝚝𝚎𝚛𝚋𝚊𝚛𝚘𝚗
FanfictionTras el asesinato del monseñor Kit las cosas no volvieron a ser las mismas en la iglesia. El terror y la carencia de fe sembraron amargura entre las personas de aquel lugar; el padre Helmut no fue una excepción. Fue James Barnes, un locutor de radi...