Una vez que Helmut retomó el camino hacia la iglesia varios pensamientos comenzaron a azotar su calma, estaba tan perdido en sus propios problemas que no se dio cuenta de que alguien lo estaba siguiendo con cautela a sus espaldas, tan sigiloso como las hojas que caían lentamente a su alrededor, esas que parecían danzar con el viento.
—¡Helmut! —Escuchó un grito a lo lejos.
Entonces alzó la mirada y aquello que lo perseguía se perdió en la profundidad del bosque, temeroso por aquel grito o simplemente por un sentimiento de ocio.
—James... —Helmut estaba tan feliz de reconocer aquella voz a lo lejos.
Corrió hasta encontrarse con el locutor, quien al verlo lo abrazó con fuerza mientras acariciaba su cabello.
—Ya no quiero seguir huyendo —Mencionó el sacerdote.
—No lo hagas, estaré aquí siempre que me necesites —Respondió James sin dejar de abrazarlo.
A lo lejos Steve apreció aquella escena y sintió un nudo en la garganta; supo que no era correcto interrumpirlos a pesar de querer arreglar las cosas con Helmut en ese preciso momento; una especie de negación parecía nublar su criterio así que se dio media vuelta y entró a la iglesia mientras miles de recuerdos invadían su mente.
"Ahogado en el arrepentimiento, pero tan vulnerable como la primera vez en que cruzamos miradas.
Hay algo en ti que me hizo querer abandonar la ira que acorrala a mi corazón."
Esa misma noche Helmut se encontraba en su habitación mientras pensaba en la única persona que lo hacía sentir bien; pensaba en cómo protegería a James de todo lo que al parecer estaba por ocurrir pero se encontraba tan exhausto que apenas podía meditar con claridad.
Miles de ideas pasaron por su mente; una de ellas era el cómo se sentía cada que estaba cerca de él. Su corazón se aceleraba, sus manos comenzaban a temblar y una sensación extraña se asomaba en su abdomen, muy cerca de su entrepierna.
Cerró sus ojos y desabrochó un poco su camisa, empezaba a sentir mucho calor de repente y sabía que necesitaba olvidar el tema de inmediato.
Entonces apagó su lámpara y se recostó en su cama mientras miraba el paisaje nocturno desde su ventana. Sintió calma, luego un poco de tristeza. Quería encontrar la manera de arreglar las cosas y sobre todo de dejar de huir de sí mismo.
Poco a poco mientras aquellos pensamientos atormentaban su consciencia sus ojos comenzaron a cerrarse lentamente, viendo por última vez aquel cielo estrellado que parecía ser la única forma de calmar sus miedos en aquella noche tan sombría.
Entonces alguien tocó la puerta con insistencia, irrumpiendo aquel plácido sueño que tanto anhelaba.
Helmut abrió los ojos de par en par y sobresaltado se levantó de la cama para luego escuchar atentamente los sonidos de su alrededor. Estaba angustiado, no sólo por el sueño que se le fue arrebatado momentos atrás y por la obvia tensión que empezaba a incomodarlo, sino por los pensamientos tan profanos que de repente se asomaron entre sus más grandes deseos.
Necesitaba sentir algo, necesitaba sentir a James.
—¿Hay alguien ahí? —Mencionó Helmut alzando la voz.
—Helmut, abre la puerta —La voz de James respondió desde el otro lado.
De inmediato el sacerdote lo dejó entrar, no sin antes acomodarse un poco el cabello.
—¿Qué haces aquí? —Apenas había notado lo tarde que era y lo cansado que se sentía.
—Lo siento, sé que es un poco tarde pero no podía dormir —Dicho esto James tomó asiento en un costado de la cama.
Helmut lo miró y sonrió, luego se sentó a su lado mientras recostaba su cabeza en su hombro.
—¿Podemos dormir juntos? —Mencionó James con cierta inocencia.
—Está bien, pero sólo será una vez —Agregó Helmut tratando de ocultar su emoción.
Barnes sonrió y se puso de pie en frente del castaño, luego se quitó la camisa lentamente, mientras lo miraba con aquellos ojos tan profundos y pretenciosos los cuales le hacían dudar de sus propias creencias.
Helmut empezó a sentir sus pantalones tan ajustados que un ligero dolor se apoderó de su entrepierna resultándole excitante.
—¿Estás bien? No has dejado de sudar desde que llegué —Dicho esto James puso una de sus manos en la frente del castaño —. Tienes fiebre —Mencionó preocupado.
—James... —Helmut lo miró fijamente para luego tocar su abdomen con delicadeza, no sabía cómo decir lo que sentía en aquel momento.
Pero Barnes supo de inmediato de que se trataba, aquel tono de voz por parte de Zemo lo decía todo. Bajó su mirada y notó la erección que poco a poco empezaba a incomodar al contrario.
—Tranquilo, esto es normal —Dicho esto James desabrochó los pantalones del padre y comenzó a acariciar su miembro aún con su ropa interior puesta; Helmut soltó algunos jadeos tras sentir su tacto.
—Pero yo... Tomé un voto —La voz del castaño era temerosa.
—Sólo relájate, somos como dos niños inocentes que están explorando sus cuerpos por primera vez —Barnes empezó a recostarse encima suyo con delicadeza, luego tomó la mano del contrario y la metió en su pantalón, haciendo que el sacerdote sintiera su miembro ya erecto.
—No quiero... Tengo miedo —Helmut cerró sus ojos con fuerza mientras empezaba a arrepentirse internamente por sus deseos carnales.
—Es tu primera vez, ¿cierto? —La voz de James era ronca.
—Sí, le di mi cuerpo a... Cristo —Helmut luchaba por negarse a aquel acto, pero algo se lo impedía.
—Por favor Helmut. ¿No quieres saber qué se siente? —James sonrió con malicia.
—No lo sé —El Padre tenía los nervios a flor de piel.
—Es sólo un abrazo especial, no te haré daño —Agregó James en un susurro.
Ambos se acercaron lentamente, unieron sus labios por segunda vez en aquel día tan caótico y decidieron olvidar cualquier tipo de cordura.
Luego se separaron por la falta de oxígeno pero nuevamente volvieron a unir sus labios en un beso desesperado, anhelaban permanecer así por más tiempo pero la falta de experiencia del sacerdote los obligó a separarse una vez más. Aun así los besos por parte del locutor no se detuvieron. Empezó a recorrer el cuello de Helmut, quien soltaba pequeños jadeos a causa de las nuevas sensaciones que estaba experimentando por primera vez en su vida.
James lo sabía, y precisamente por ello quería darle la mejor experiencia. Cargó a Helmut y este último rodeó su cintura con sus piernas, se quitó con delicadeza el alzacuello y lo dejó caer en el suelo. Empezó a desabrochar su camisa mientras James lo despojaba de sus demás prendas, lujurioso por aquel momento que tanto había esperado.
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𝕷𝖎𝖇𝖊𝖗𝖆 𝖓𝖔𝖘 𝖆 𝖒𝖆𝖑𝖔 | 𝚆𝚒𝚗𝚝𝚎𝚛𝚋𝚊𝚛𝚘𝚗
FanfictionTras el asesinato del monseñor Kit las cosas no volvieron a ser las mismas en la iglesia. El terror y la carencia de fe sembraron amargura entre las personas de aquel lugar; el padre Helmut no fue una excepción. Fue James Barnes, un locutor de radi...