Capítulo XI

55 15 23
                                    

Horas antes de aquel alboroto James se encontraba en la sala de Steve, sosteniendo una linterna la cual alumbraba un par de hojas que reposaban en una mesa de madera. En ellas estaban escritas algunas palabras que trataba de descifrar, pues a pesar de ser una persona con cierta relevancia en el mundo de las comunicaciones humanas, no tenía ni la menor idea de que oraciones decía Helmut en latín.

Así estuvo por varios minutos, apoyándose un poco con un diccionario. Se estaba obsesionando, eso era evidente pero no podía soportar esa sensación de ignorancia ante aquella lengua tan particular.

Su mente se nubló con ideas caóticas, no podía olvidar el descubrimiento que hizo en la cocina momentos atrás. Sabía que tenía que conseguir respuestas pronto, así que una vez más se dirigió a la cocina y con sigilo tomó aquel frasco lleno de ojos.

—Pronto te descubriré Rogers —Se dijo a sí mismo mientras guardaba el recipiente en su mochila.

Fue entonces cuando escuchó un ruido proveniente de la habitación contigua, aquella en la que se encontraba el sacerdote. Por un momento pensó en intervenir de inmediato, pero luego logró percibir la voz de Rogers gracias a las paredes tan delgadas de la casa. Se preguntaba si Helmut necesitaba ayuda, pues no confiaba para nada en ese tal Steve, no después de haber tratado tan mal al castaño... Y por ocultar ojos humanos en la cocina.

Decidió seguirlos con cautela, su corazón latía a mil por hora ya que le era imposible no sentir celos ante aquella escena tan falsa y empalagosa. ¿Por qué Helmut se escabulliría con Steve a mitad de la madrugada? Era una pregunta muy absurda, pero no tanto al tomar en cuenta que un sacerdote en verdad era una persona que le debería entregar su total devoción a Dios, así que las suposiciones perversas no tenían sentido en ese momento.

Los minutos pasaron y Barnes se quedó en la oscuridad del bosque a pocos pasos del lugar, escuchando aquel lío que ambos estaban armando en el interior de la cabaña. Sintió una vez más aquel nudo en su garganta, ese que le impedía moverse o argumentar palabra alguna; Steve en verdad trataba muy mal a Helmut y esta vez no se quedaría de brazos cruzados.

Pasó lo inevitable, desquitó su ira con cada golpe que le proporcionó a Rogers, recordando además el cómo lo había hecho sentir ante sus patéticos comentarios. Sus puños manchados en sangre junto con aquella expresión de gloria infinita no hacían más que pedirle a gritos por un poco más de todo aquello, y eso hubiera hecho si tan sólo Helmut no lo hubiese regresado a la realidad con su voz.

—Por favor... —

James cerró sus ojos y suspiró pesadamente, acto seguido ayudó a Steve a ponerse de pie para luego sacar algo de su mochila, la cual lo acompañó durante todo el recorrido.

—Explícate Rogers —Mencionó James mientras le mostraba aquel frasco tan particular.

Steve sonrió de manera burlona, dejando brotar la sangre que manchaba toda su boca. Luego una expresión completamente seria se formó en su rostro, dirigió una mirada llena de impotencia hacia los ojos azules del locutor y frunció el ceño.

—Un regalo de mi antiguo profesor de biología —Respondió con poco interés.

James rio tras escuchar aquella respuesta, no estaba para nada convencido con esa supuesta declaración.

Por otro lado Helmut se sintió completamente inútil, por un momento creyó que James había llegado para defenderlo pero supo que fue únicamente para obtener respuestas. Él sabía que aquel frasco de ojos era en verdad un regalo por parte de su profesor, incluso se lo habría dicho sin ningún problema pero al parecer Barnes nunca confió del todo en su palabra.

Su corazón se estrujó pero estaba cansado de llorar, estaba completamente cansado de ser tan débil, además Steve tenía razón; él era un sacerdote y tenía que comportarse como tal. Durante los últimos meses no hizo más que ocultarse, perdió la fe y además se convirtió en un verdadero cobarde.

El sol comenzaba a salir, y con ello también sus esperanzas por salir adelante. Fue así como una gran idea llegó a su cabeza, sabía que a pesar de todo él seguía siendo el sacerdote en su iglesia, así que se armó de valor y se dirigió a aquel lugar dejando a James y a Steve en la cabaña no sin antes azotar la puerta en señal de su molestia.

Tanto Steve como James se vieron mutuamente con incredulidad, se habían olvidado por completo de Helmut y ambos sabían las consecuencias que eso les daría.

Después de caminar por un largo tiempo Helmut finalmente había llegado a su destino.

Entonces se abrió paso en aquel lugar tan enigmático, siendo incluso más doloroso de lo que creyó.

Luego de alejarse de la iglesia por casi un año, el sentimiento de adentrarse hacia aquellas paredes fue distinto. Sentía la mirada de cada figura religiosa como si vigilaran cada una de sus acciones, esperando con ansias a que cometa algún error para atormentar sus pensamientos.

Las luces, las velas y los adornos florales no le transmitían ningún tipo de alegría o calma, todo parecía haberse quedado atrapado en el tiempo manteniendo el ambiente tan pesado como el de aquella espantosa noche.

Las campanas hicieron eco en el lugar y no sintió el cosquilleo que le recorría por el cuerpo debido a la emoción al iniciar la misa, en su lugar sintió como su estómago empezaba a revolverse.

¿Qué había pasado con él?

Quizá fue su culpa creer que todo cambiaría al momento de reencontrarse con Dios, al momento de regresar al que creía su hogar.

Su fe era lo único que le quedaba, y sin ella ya no tenía rumbo alguno; quizá fue por ello que su mirada perdió aquel particular brillo, por qué dejó de consumir alimentos o incluso la causa de su insomnio.

James había notado todo aquello, pero Helmut alejó a todos los que intentaron ayudarle temiendo que alguno de ellos descubriera su mayor fracaso.

Fallarle a Dios.

"Y es que la tristeza no es tan fácil de explicar, mucho menos de comprender.

Hay cosas que te calan hasta el alma, muchas de ellas se van acumulando lentamente hasta que simplemente ya no puedes más.

Luego debes buscar un escape, algo que te ayude a procesar todo lo que está pasando por tu cabeza. Sentir que tienes el control de algo aunque en realidad no sea así.

Y es que no importa... Lo mucho que expliques el porqué de todo lo que te sucede; la causa de tus miedos, de tus pesadillas.

Porque al final

A nadie le importa lo suficiente como para darte una solución,

Una salvación."

𝕷𝖎𝖇𝖊𝖗𝖆 𝖓𝖔𝖘 𝖆 𝖒𝖆𝖑𝖔 | 𝚆𝚒𝚗𝚝𝚎𝚛𝚋𝚊𝚛𝚘𝚗Donde viven las historias. Descúbrelo ahora