Capítulo XXV

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Tras escuchar aquellas palabras Helmut apagó su radio y no fue capaz de sentirse mal. Desde que Henry habló con James y lo convenció de no decir nada en su programa sabía que lo describiría como un loco, pero realmente no lo culpaba por ello. Si alguien llegara a comprar su silencio por cincuenta mil dólares hubiera hecho exactamente lo mismo.

Aunque le hubiese gustado que se diera a conocer el pasado de la familia Bernard; el cómo hacían tratos con la iglesia para encubrir sus rituales satánicos y ese tipo de cosas.

Antes de que James se fuera logró descubrir que las intenciones de Henry no eran del todo buenas, pues fue él mismo quien le confesó que ambos ya se habían conocido años atrás siendo compañeros en la universidad y que nunca fue capaz de olvidarlo.

"Fue mi madre quien empezó a odiarte luego de enterarse que me había enamorado profundamente de ti Helmut. Al yo ser su único hijo no pudo soportar la idea de que me gustaban los hombres... De que me gustabas tú.

Entonces junto con la secta a la que lamentablemente también formo parte, organizó una especie de ritual para arruinarte la vida; lo que le pasó a Kit no fue culpa tuya, al menos puedo decir eso con total seguridad y sé que aunque esta carta será muy difícil de asimilar también estoy seguro de que te quitará un enorme peso de encima.

Me alegra saber que moriré feliz tras haberte tratado como mi paciente, el que me hayas dado la oportunidad de escucharte y de cumplir mi sueño de ser un gran psicólogo como lo eres tú. Como ya sabrás dejé la carrera a los pocos meses y alfinal termine graduándome como doctor, y aunque no puedo quejarme por la paga no hay nada como hacer lo que verdaderamente te gusta sin el temor a ser juzgado.

Es por ello que te estimo demasiado, porque a pesar de todo lo que estás viviendo sigues adelante, cumpliendo con tu sueño de guiar a otros hacia el buen camino a través de la palabra de Dios.

Así que estoy en mi lecho de muerte, deseándote de todo corazón que seas feliz en la larga vida que te espera.

Atte. Henry Bernard".

Esas fueron sus últimas palabras a través de una carta antes de pegarse un tiro en la cabeza, al parecer no pudo vivir con la culpa que corría entre sus venas debido a todo lo que había hecho junto con su familia.

Lo que le pasó a Rogers fue sin duda alguna la mejor parte de todo ese drama, pues Helmut finalmente se cansó de su comportamiento y lo envió a otra parte de la ciudad; provocando que al momento de ser nombrado sacerdote y acudiera a un exorcismo junto con el obispo ambos murieran de forma misteriosa.

Entonces Helmut permaneció tranquilo durante varios meses, tratando de recordar que era lo que había pasado pues debido al estrés que le provocaron tantas malas noticias empezó a perder la memoria. Quizá fue por ello que no le dolía tanto el estar lejos de James, aunque no corría con la misma suerte por las noches, pues ese era el momento en el que lloraba por horas recordando todo lo que ambos habían vivido juntos en apenas un año.

Pero el día en el que Barnes decidió regresar a la iglesia en busca del perdón del sacerdote, quien ahora poseía el puesto de monseñor, las cosas volvieron a descontrolarse.

Diciembre de 2003

Una vez más ambos se encontraban cara a cara después de mucho tiempo, sin saber que decirse el uno al otro luego de los innumerables errores que habían cometido en el pasado.

—Me alegra verte otra vez —Mencionó James tomando la iniciativa.

—Lo mismo digo —Agregó Helmut con una sonrisa.

Luego de reencontrarse ambos caminaron por un par de minutos mientras se dirigían al jardín para hacer la plática más amena. Durante todo el recorrido se mantuvieron callados. Helmut estaba pensando en cómo había pasado tanto tiempo en lo que según él, habían sido tan sólo unos días desde que ambos se conocieron. Por otro lado James estaba completamente nervioso, en verdad quería recuperar a Helmut pero tenía miedo de volver a arruinarlo todo.

Una vez que ambos llegaron a su destino Helmut tomó asiento en una de las bancas; en frente suyo había una estatua por donde el sol se escabullía y chocaba con su rostro haciendo que el color de sus ojos resaltase.

James lo miró detenidamente y de manera inevitable sonrió. Ver a Helmut tan tranquilo era una de sus mejores terapias, lo hacía sentir tan seguro... Tan vivo.

—Te amo James —Mencionó Helmut repentinamente.

Pero esta vez fue James quien respondió con silencio, desvió su mirada y aparentó no haber escuchado aquellas palabras con las que una vez soñó tanto escuchar.

Helmut lo notó y se preguntó a sí mismo miles de cosas; entonces supo que Barnes finalmente se había cansado de él y simplemente no podía culparlo.

Sonrió y aquel acto provocó que una lágrima se deslizara por su mejilla, trató de ser fuerte, trató de evadir su tristeza. Se preguntó entonces qué había sucedido durante todo ese tiempo en el que su propia mente lo aisló del mundo; quizá James y Steve iniciaron una relación o simplemente conoció a una mejor persona... Una que no estaba destruida por dentro.

Perder la noción del tiempo es otra manera de morir. No puedes recordar haber vivido gran parte de tu vida debido a ello; es como una cárcel mental que te impide estar presente, bloquea tus pensamientos y los convierte en sueños o pesadillas.

Tu cerebro busca la manera de salvarte de tu triste realidad, es así como empieza todo.

Primero olvidas un par de cosas, luego días enteros y de un momento a otro olvidas un tercio de tu vida.

Te olvidas a ti mismo y el resto de las personas termina por olvidarte.

—No creo que deba estar aquí —Dicho esto Helmut se puso de pie.

—No te vayas —Agregó James con preocupación.

—Esperé por tu regreso con ansias desde el día en que te fuiste sin darme explicación alguna, soporté el acoso de los turistas que tú mismo enviaste por tu estúpido programa —Rio —. Ahora digo lo que tanto tiempo me costó asimilar y tú ni siquiera puedes corresponderme —Helmut le dedicó una mirada llena de dolor al locutor.

—Yo también te amo, es sólo que ha pasado mucho tiempo y me gustaría que esta vez hagamos las cosas bien. Nosotros—James fue interrumpido.

—No James, no existe un "nosotros" —Reprochó el monseñor.

—No entiendo por qué te pones así. Desde el día en el que te conocí te dejé en claro que te amaba y que te cuidaría de todo lo que podría llegar a pasarte. Supongo que me cansé de eso, y no puedes culparme cuando literalmente estuve por más de seis meses tratando de hablar contigo pero sólo me ignorabas y actuabas como si nunca me hubieras conocido —Confesó Barnes indignado.

—Estoy enfermo, ¡tú mismo lo dijiste en tu programa!. La razón por la que ambos nos alejamos fue porque así lo decidimos —Dijo —. Sé que tengo mala memoria, pero lo que me dijiste antes de grabar la maldita entrevista jamás podré olvidarlo —Reprochó Zemo con una enorme tristeza a causa de sus memorias pasadas.

Entonces Barnes recordó aquella pelea que ambos tuvieron un año atrás.

𝕷𝖎𝖇𝖊𝖗𝖆 𝖓𝖔𝖘 𝖆 𝖒𝖆𝖑𝖔 | 𝚆𝚒𝚗𝚝𝚎𝚛𝚋𝚊𝚛𝚘𝚗Donde viven las historias. Descúbrelo ahora