Capítulo XXII

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Ya nada parecía poder calmar sus miedos, ni siquiera aquellas plegarias que recitaba antes de irse a dormir. Las cosas habían cambiado de manera repentina desde que empezó a cuestionar su propia fe hacia la iglesia.

Rezaba con fervor desde entonces, sintiendo como la culpa lo consumía lentamente, recordando incluso las malas decisiones que había tomado desde que conoció a James; había cavado su propia tumba desde el momento en el que decidió entregarle más que su corazón. Se arrepintió de muchas cosas a lo largo de su vida, pero nada le provocó tanto dolor como lo hacía Barnes cada que empezaba con aquella especie de venganza, una venganza hacia su silencio.

Tras culminar con el rosario ambos parecían completos desconocidos, rara vez se hablaban o se veían. James fue el que se alejó primero, acercándose aún más a Steve quien al parecer se convirtió en alguien muy importante para él al pasar de los días. Fue por ello que ambos se olvidaron por completo del plan que tenían sobre sacar la verdad a la luz con lo que estaba ocurriendo en la iglesia.

Y es que a Helmut no le parecía del todo correcto lo que ambos estaban haciendo a escondidas antes de aquella noche de pasión, después de todo había estado resguardando todas y cada una de sus tentaciones por respeto al voto que una vez juró mantener hasta la muerte. Le era difícil expresar sus sentimientos y sobre todo el entender en qué consistía exactamente una relación amorosa. Pero fue ese su principal problema; creer que James lo quería para algo serio o que incluso lo amaba de verdad.

Para el sacerdote era muy fácil el creer cada una de las palabras y acciones por parte del locutor, en su mente creía fielmente que sus intenciones eran honestas y fervientes, se quería convencer a sí mismo de que James era incapaz de jugar con sus sentimientos, que quizá estaba actuando raro debido a lo que sucedió con Henry con anterioridad. Quiso buscar una razón por la cual justificar sus actos, su pésimo comportamiento y su notoria falta de interés desde que ambos decidieron entregarse en cuerpo y alma aquella noche.

Quería convencerse de que todo estaba bien, de que por alguna razón las cosas mejorarían y que al final ambos podrían tener un final feliz lejos de la iglesia, de la religión y de todo lo que habitaba en aquel bosque que parecía perseguirlo hasta en sus más profundas pesadillas.

Pero la realidad era muy distinta, y muy en el fondo lo sabía perfectamente pero estaba cansado de tener tan mala suerte no sólo en el amor, sino en su propia vida. Era como un círculo sin fin, uno que acabaría con su paciencia en cualquier momento.

Y no, la culpa no era de James. Era de Helmut por no estar presente, era él quien en realidad empezó a alejarse pero su propia mente le hizo creer lo contrario. Empezó a caer en un estado en el cual se le era imposible percibir todo lo que sucedía a su alrededor; era incapaz de vivir la realidad ya que se quedó atascado en el pasado, siendo esto lo que lo hacía desconectarse del mundo por completo.

Agosto de 2002

Al pasar los días Helmut parecía más cansado, pero esta vez fue Henry quien estuvo para apoyarlo en sus peores momentos. El doctor se dispuso a escuchar cada uno de sus pensamientos para hacer de aquella carga emocional algo más fácil de sobrellevar; sus intenciones eran motivarlo a retomar un buen camino, uno en donde no se hiciera tanto daño.

Ambos hablaban todos los días, a veces por quince minutos, algunas otras por varias horas. Era algo que los ayudaba a ambos a poder entenderse mutuamente pero aun así nada era del todo perfecto en aquella relación que ambos tenían. En algunas ocasiones las palabras de Bernard eran un tanto duras y eso le resultaba muy molesto al sacerdote.

—Odio que digas eso, me haces sentir tan inútil —Helmut suspiró con pesadez.

—Ese es el punto —Respondió Henry sin mayor problema.

—Aun no encuentro las palabras adecuadas para acercarme a él —Agregó el sacerdote refiriéndose a James.

—¿Qué te hizo creer que te amaba de verdad? —Cuestionó Bernard mientras lo veía fijamente.

—Sé que lo hace, sólo está ocupado con su trabajo —Zemo no estaba del todo convencido de aquella respuesta.

—¿Y qué te hace creer que lo amas de verdad? —Henry quería que Helmut recordara algo del presente, por más mínimo que fuera.

—Supongo que... Fue el único que me hizo sentir especial. Lo que pasó con el monseñor años atrás provocó que muchas personas comenzaran a odiarme —Mencionó con una mueca de disgusto.

—¿Más de lo que te odias a ti mismo? —Dicho esto Bernard miró con pena al sacerdote.

Helmut no supo exactamente que responder ante aquella pregunta, ni siquiera sabía por qué estaba hablando con Henry y no con James. Así que se despidió del doctor para luego dirigirse a la habitación de vinos, siendo éste el lugar en donde mayormente se encontraban James y Steve.

Durante todo el camino sintió un vacío en el estómago, una gran incomodidad y enojo que parecía no desaparecer con nada. Quería ser valiente, mirar a James a los ojos y decirle todo lo que alguna vez calló para complacerlo; necesitaba que todo volviera a ser como antes,

Como la primera vez que hablaron y parecieron entenderse a la perfección.

Cuando Barnes se esforzaba por verlo sonreír o simplemente hacer que olvidara todos sus problemas.

Los tiempos en los que sus palabras parecían veraces, logrando que él se convirtiera en su única razón para seguir existiendo.

Y es que no sólo había perdido al que consideraba el amor de su vida; con él se fueron sus ganas de seguir luchando.

Así que se aferró a la idea de recuperar su amor para que su corazón siguiera latiendo y quizá, cuando las cosas mejoraran, cuando pudiese ser lo suficientemente fuerte por cuenta propia sería capaz de olvidarlo.

Algún día, cuando los tiempos fueran lo suficientemente perfectos para poder perdonarse a sí mismo y ser capaz de valorarse.

𝕷𝖎𝖇𝖊𝖗𝖆 𝖓𝖔𝖘 𝖆 𝖒𝖆𝖑𝖔 | 𝚆𝚒𝚗𝚝𝚎𝚛𝚋𝚊𝚛𝚘𝚗Donde viven las historias. Descúbrelo ahora