Capítulo 30.

434 26 6
                                    

De un momento a otro, el cielo había comenzado a oscurecer y a llenarse de estrellas. La temperatura había descendido notablemente, provocando escalofríos en la sensible piel de Gwen. Quién no había dejado de caminar en lo que parecían ser, ya varias horas.

—No puedes parar —se repetía una y otra vez—. No ahora.

La larga carretera no parecía tener fin, o siquiera, llevarte a algún lugar. Gwen maldecía internamente con cada paso que daba, el terreno por el que caminaba era frío y rocoso, sus pies comenzaban a sufrir las consecuencias. Y la fuerza de sus piernas comenzaba disminuir así como la sensibilidad de su cuerpo debido al frío, en cualquier momento caería inconsciente del cansancio.

Y no habría nadie que la ayudase.

 [...]

—Tu comida. —dijeron al otro lado de la puerta, sin obtener respuesta alguna.

La puerta se abrió lenta y fácilmente, mostrando la solitaria habitación aun iluminada por pequeños rayos de sol, esto sorprendió a Kenneth. Quien maldijo varias veces por su error.

— ¡Gwen! —gritó con fuerza, sintiendo la adrenalina correr por sus venas—. Perra escurridiza, cuando te encuentre no tendré piedad contigo. Serás mía, y no me importara ni una mierda lo que el León piense.

Gritó furioso. Pero a su alrededor, la casa seguía en completo silencio, el único ruido era su agitada respiración.

Paso varios minutos buscándola sin éxito alguno, ella se había ido y «él» lo iba a matar.

Pero era obvio que él tenía la culpa por no haber cerrado la puerta, claro que, ella estaba tan sedada que jamás hubiese creído que ella despertaría tan pronto y mucho menos que se hubiese largado. Ella jamás había intentado huir, pero no debió haberse confiado.

Ahora lamentaba las consecuencias, y tendría  que afrontarlas. 

Tomo su teléfono celular y oprimió el número uno en su teclado de llamada rápida. El timbre sonó varias veces, hasta que una agitada voz le respondió duramente.

— ¿Qué quieres ahora? —pregunto jadeando—. ¿Es ella? ¿Está bien?

Kenneth suspiró.

—Sí, es ella. —un suspiro se escuchó al otro lado de la línea mientras escuchaba el bullicio de la ciudad—. Se ha ido.

La reacción que Kenneth esperaba de su jefe para nada lo decepcionó. 

Gritos e insultos llenos de ira le hicieron ver todo de rojo. 

— ¡Sal a buscarla maldito imbécil! —gritó su jefe respirando entrecortada mente—. Y más te vale que la encuentres sino quieres terminar...

Fear. (Secuestrada)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora